sábado, 25 de diciembre de 2010

Papá Noel mediático

Mauricio estaba sereno pero al instante se alborotó. Ya tenía pensado qué le iba a pedir, pero por si acaso, escribió la carta con anticipación, la firmó con su doble M en una conferencia de prensa y la envió a cada una de las redacciones de los diarios. Era necesario que escuchara su deseo.

“Querido Papá Noel, yo que he sido un niño bueno a lo largo de todos estos años, sólo una cosa te pido: va a estar bueno, desalojá”. Simple, elemental, quizá más reducida que otras épocas, pero la sentencia era clara y evidente. Mauricio sabía lo que pretendía y lo expresó lentamente ante las cámaras varias semanas antes de que arribase el hombre rojo, con una parsimonia tal, que casi no se le perdía ni dividía ninguna letra en el pro-nunciamiento.

La tecnología es capaz de llegar cada vez más lejos. TN, también. Y su transmisión en vivo y en directo sobre el repertorio de Mauricio estuvo en el portal de Internet con la velocidad que sólo Fibertel puede brindar. Obvio, así va más rápido. Y el mensaje lo recibió San Nicolás, otra cosa no se podía esperar.

Allí, en su lejana cueva finlandesa, preparó todo lo indicado como para sobrellevar tamaña bolsa de valores. El frio en aquel páramo que rodeaba el taller junto a sus duendes, era sustancialmente insoportable. Los cortes permanentes de luz hacían de ese sitio, un rectángulo no tan agradable para pasar el invierno. Cada tanto, iba y venía sin previo aviso, y los regalos, todos a medio armar. Pero la sorpresa para Mauricio ya tenía su fecha indicada.

Santa Claus enfiló con sus renos sin olvidar el DNI. Sabida cuenta de los prejuicios fronterizos, alivió su sensación el aire nórdico que lo vio nacer. “Soy del norte europeo. Tengo el paso permitido en cada uno de los rincones de este planeta”, sentencia una calcomanía en la parte trasera de su carromato.

Dicen los rumores que ya tiene establecida la idea para ayudar. Y los medios lo reproducen:

“Papá Noel brindaría lotes de su propiedad en distintos puntos aislados de la Capital”, fue uno de los títulos de ayer.

Algunos lo toman con sorna. Creen que la televisión y los diarios engrupen a la bendita gente. Es mejor estar prevenido, ya lo dijo Mauricio: “en cualquier momento pueden usurpar el terreno de la casa de cualquiera”. Entonces, a evitar males mayores.

Según datos estadísticos de entidades privadas, las luces navideñas que se cuelgan en las rejas están electrificadas. Los datos del ente oficial, brindan tranquilidad: la mayor parte del tiempo no hay electricidad para permitirles el funcionamiento.

Las privadas sostienen que los árboles dentro de las casas están diseñados con un material absorbente, peligroso para todo intruso, letal al primer contacto. El Indec, da paz: estamos inmersos en un país con una economía pujante, la textura de cada uno de los materiales está evaluado minuciosamente por los científicos industria argentina, que señalan que el peligro en la absorción queda descartada, ya que está todo hecho a base natural producto de la soja.

Los organismos en manos particulares argumentan que el 52% de los chicos pidió para estas fiestas armamento diseñado en la CIA Enterteiment, como el que se suele observar en las guerras virtuales que muestran constantemente los juegos de la industria CNN para play-station. El 40% quiso una cámara digital último modelo con retrovisor. Sus intenciones, según testimonios recabados a lo largo de la semana, es registrar cada paso que realiza el paraguayo de enfrente desde que llega a la mañana temprano hasta que se va en la madrugada tarde en la construcción de aquel edificio de filial multinacional que le traerá prosperidad y gratificaciones al barrio.

También, los chicos pretenden saber qué busca siempre ese boliviano que cruza la calle desde el taller de costura. Por qué es que tiene tanta libertad para salir de ese cuadrado de tejidos durante dos horas por día.

Finalmente, el 8% remarcó en su carta que quiere viajar al exterior, conocer nuevos horizontes, disfrutar de los paradisíacos paisajes y deleitar la vista con los festivales. Dos son los más repetidos: El Tinku y sus danzas, por un lado; y el festival del Lago de Ypacaraí, por otro. Paradojas.

El registro oficial se defiende: el 100% de los pibes quiere una pelota número 5. Por eso, fútbol para todos.

Más allá de las divisiones, pormenores, contradicciones y diatribas, que hacen que los vecinos y violentos estén desorientados, Papá Noel ya está en camino, con el regalo de Mauricio y su compañía.

El previsto arribo está pautado para las 00:00 en la estación Constitución. Desde ese punto central, partirá y repartirá. Cargamento en los vagones del tren suplantarán a los renos y su tracción a sangre. Eso al menos, es lo que se aclaró en el boletín oficioso de las 17:40 con origen en Finlandia. Un cable de Télam lo reprodujo, agregando que cerca de las 21:35 hora argentina anclaría su trineo en la vieja estación en desuso de Alejandro Korn, al Sur del Conurbano bonaerense.

Aparentemente, Constitución hoy está calma, sin inconvenientes, sin disturbios. Los ánimos que se fueron caldeando, perdieron fuerza a lo largo de la noche anterior. Pero en el territorio de lo impredecible, no todo es color de rosas.

Hay cortes. Sí. Y varios. En Longchamps piquete de repartidores de lácteos de la Serenísima en la calle Berlín. Piden una recomposición salarial por doble pasteurización. En Burzaco impiden el paso del tránsito en la intersección de Avenida Alsina y Espora una docena de kiosqueros que exigen un aguinaldo superior a pesar de los conflictos con las tabacaleras que ya supera varios meses de protesta y provocó la reducción de la productividad. En Lomas de Zamora, puesteros de la peatonal Laprida intentan subirle el precio a los obsequios navideños cuando los clientes se empujan por conseguir la oferta más barata del mercado callejero. En Remedios de Escalada todos los repositores del supermercado Coto que está sobre la Avenida Hipólito Yrigoyen impiden el cruce de los automóviles y un gran desfiladero se asentó sobre la plaza sin posibilidades de continuar viaje. En Lanús cortan directamente las vías del Ferrocarril Roca una veitena de ciclistas que intentan expandir el terreno del velódromo que está a los costados de la estación. Dicen que la tienen que remar mucho para conseguir cumplimentar sus necesidades. Aclaran que eso es complicado, su fuerte está en las piernas. En Gerli el corte no preocupa a nadie. En Avellaneda el problema es más serio. Albañiles que se dedican a sol y a sombra en la remodelación final del estadio de Independiente protestan que por más que trabajen y trabajen, esa cancha no termina más su construcción. ¿Dónde es el epicentro de la escena? El estadio Juan Domingo Perón.

Ergo, no hay trenes. Ergo, las calles están convulcionadas. Ergo, Papá Noel deberá buscar caminos alternativos para llegar a Constitución.

¿Qué le deparará a los ocupantes de predios que desea erradicar Mauricio? Sólo Santa Claus lo conoce. Muchos medios lo intuyen. El boca en boca de vecinos lo repite y consume. Cree y a su vez lo desestima. Mauricio lo pidió: Desalojar.

Hace minutos llegó una información aún poco fidedigna de último momento desde el canal estatal que indica que el propio San Nicolás está en el Parque Indoamericano, desolado, solitario, parcelando terrenos, dividiendo hectáreas para diagramar la próxima venida de futuros habitantes, a los que beneficiará con su mano protectora.

Quizá hasta el propio Papá Noel se avivó de la operación. Tal vez entendió cómo venía la mano. Quién sabe, comprendió cómo hay que jugar este juego.

Esté donde esté, rematando territorio, ocupando campos, cortando avenidas, quemando estaciones, regalando obsequios por doquier, muestra la estirpe de identidad que no conoce su DNI. La viveza del criollo Papá Noel para los negocios, que cumple con los pedidos en beneficio propio. Sea así, o no. Sólo cuento lo que me dicen los medios sobre la actualidad de Santa Claus.

Ni una palabra más, ni una palabra menos sobre aquel, según dicen, señor vestido de verde, lampiño y flaco. Un regalo, para todos los demás…

jueves, 23 de diciembre de 2010

Bailando por un sueño

“¡Mando todo a la mierda, viejo! Ustedes hacen y deshacen a su antojo. Se dedican a menospreciar el talento y la sapiencia. La negligencia con la que manejan los hilos de este sistema me repugna. Son unos hijos de puta que se creen mandamases y se mandan las cagadas más grandes que puede haber. Así, yo prefiero irme. Y punto”.
Se irritó y no volvió en sí hasta un rato después, ante la mirada perdida de un José María que se maravillaba con el número. De reojo, Marcelo, detrás de cámara, aplaudía. Los números cerraban. El rating subía y Domingo lo sabía. La tarde era un show que apenas comenzaba.

Sarmiento es un tipo templado, carismático y parsimonioso, que responde con una mano en el corazón cada vez que le tocan el orgullo. Se evade de sus responsabilidades señoriales frente a la estructura fría que lo sostiene. Rompe los moldes de sus análisis para decretar con sus palabras lo que ve a lo lejos, hace tiempo. Y así sentencia: “este sistema no da para más. O cambiamos de rumbo, o este rumbo nos apabulla en segundos”. Pero los segundos corrían y la gente miraba. El tiempo volaba y el público se fascinaba.

El baile no fue el mejor anoche. Lerdo de movimientos y con una dificultad evidente para desplegar su figura a lo largo de la pista, Martín había preferido ir a lo fácil. Y para eso debía reproches al jurado. Y eso hizo.

La televisión en pleno “prime time” sacudió de buenas a primeras una andanada de frases fuertes para la realidad pero suaves para los televidentes. Es que Martín no se anda con vueltas. Sacrificado y sumo independiente, el gaucho sacó a relucir su verba y espetó ante un jurado atónito:

“Yo soy toro en mi rodeo y torazo en rodeo ajeno. Siempre me tuve por gueno y si me quieren probar, salgan otros a cantar y veremos quién es menos” .
Amenazante y sagaz, sus broncas pudieron más. El fue siempre perspicaz y en sus palabras pide revancha, pues su furia se devela en forma de avalancha.
Y puso en el tintero algo que ni Marcelo entendía. El dueño del circo proponía, pero sus monos bailaban al son de su propia melodía. Descarriado como pocas veces, Martín trajo a colación un pasado remoto que nadie podía cambiar, ni siquiera con el más universal de los controles remoto.

Con la fineza de su prosa, el gaucho, guitarra en mano, le dio con un fierro a un jurado asombrado.

Así volvió al ruedo en rodeo ajeno: “Y sepan cuantos escuchan de mis penas el relato, que nunca peleo ni mato sino por necesidá, y que a tanta alversidá sólo me arrojó el maltrato. Tuve en mi pago en un tiempo hijos, hacienda y mujer, pero empecé a padecer, me echaron a la frontera, ¡y qué iba a hallar al volver! Tan solo hallé la tapera” .

“Sosegao vivía en mi rancho, como el pájaro en su nido, allí mis hijos quridosa iban creciendo a mi lao… solo queda al desgracio lamentar el bien perdido”.

Esa noche no fue cualquier noche. Fierro salió a cazar al vuelo, lo que la hipocresía hacía con los jueces de turno. Lo que el sistema había hecho con él, que lo deglutió en 15 minutos y su fama se esfumó rápidamente. El gaucho mostró su inconformismo con los arreglos, las transas y las desventuras que le hacen padecer por un punto más de rating. Sí, el sistema lo devora de a poco. Y la figura de Sarmiento fue la que tomó relevancia. Contra él despotricó. Frente a él embistió sabiendo que no lo quería en el show. Entendiendo que para Domingo, Fierro era alguien que no merecía el lugar que se le estaba brindando. Así, golpearon fuerte sus palabras.

La tarde siguiente no fue cualquier tarde. Sarmiento salió a desmentir y justificar. Entendió que su reputación pendía de un hilo y ante las cámaras testificó sus ideales. La acérrima perversión es algo con lo cual no comulga y por eso remarcó su inocencia en un tiempo en el que el espectáculo es la ley primera.

Y tiene unión verdadera en cualquier tiempo que sea con el dinero y la arrogancia. Y allí apuntó sus cañones el viejo Domingo, para que Alberdi escuche, minutos antes de que éste saliera al aire en otro programa.

Domingo miró fijo a José María. Tomó el micrófono y arremetió contra su juez compañero en el programa nocturno. En la tele todo se arregla así:
“No puede ser que usted querido Alberdi, tan Alberdi como siempre, genere discordia donde no lo hay. A usted lo único que le interesa es la plata. Lo principal para usted es el beneficio personal. Si usted tiene algo de dignidad debería retirarse con honor y escapar de esta nefasta situación en la que nos metió a todos. ¡Y así lo hizo Alberdi! Usted es un cobarde que no se anima a pelear. Que lanza la piedra y esconde la mano. Que en tiempos difíciles, cuando sabe que la pérdida es evidente, no le pone el pecho a las balas como yo, sino que huye. ¡Digno de un abogado corrupto y mentiroso como usted y muchos que manejan los hilos de este sistema!”.

La cara de Denise lo decía todo. No entendía nada. Ella fue para reírse de una discusión banal. Pero no fue así. Sarmiento fue por más. Dejó de lado las críticas hacia su persona por machista insensible y manipulador. Fue más allá y se metió con el sistema. La política, de para males descubierta por el sanjuanino.

La discordia continuó y lo que un espectáculo parecía, se transformó en resquemor de personalidades. Lo que era un programa de televisión pasó a ser un duelo personal con los rayos catódicos de por medio. Pero cuando los temas políticos se metían de cuajo en el espectáculo, la cámara se apagó.

Misma hora, distinto canal: Juan Bautista apareció y contó sus chimentos del día. Sarmiento era el objetivo. Y dijo algo irreprochable que si pasamos revista, está de moda por estos días:

“¡A usted le falta inteligencia Sarmiento! No sabe manejarse como debe, señor. Entienda que la rapidez de las tecnologías, la velocidad de la información y la manipulación de las opiniones están a la orden del día y si usted no conoce este manejo, ¡será mejor que se vaya y no vuelva!”, apuntó.

Pero no quedó ahí: “hay momentos para decir las cosas. La franqueza y la conciencia limpia no existen hoy día. Si usted pretende ser una estrella y mostrarse como cree conveniente, está perdido, pues no tiene ni las agallas ni los conocimientos para llevar a cabo su ideal. Pretende erradicar la pobreza porque la considera mala consejera y sin embargo se prostituye en este tipo de programas al que le dan de comer esa misma gente. ¡Sea coherente Sarmiento! ¡La ignorancia que muestra es tal de un anacrónico que no sabe que ahora no se puede estar bien con Dios y con el Diablo! Decida. Defina. Sea responsable de sus actos y diga con todas las letras que usted está a favor de esas empresas que traen miserias y deudas a estos lugares. ¡Y de eso estamos hechos por su culpa Sarmiento! Usted es un hipócrita que prefirió el modelo norteamericano y hoy la publicidad nos come las entrañas, el espectáculo nos sofoca y el comercio nos corrompe. Decida. Elija, ¡pero sea coherente!”.

El Intruso Jorge y el aventurado Luis, lo observaban incrédulos. No podían creer lo bajo que cayó la política. No comprendían lo deplorable del espectáculo televisivo. Se les iluminó las caras y se les hizo agua la boca. Se apagó la cámara.
Para que los secuaces imploren. Para que los periodistas inventen. Para que los reaccionarios de opongan. Así de encendida estaba la televisión. Y ese anochecer en pleno estudio mayor, todo estaba listo para el duelo final. El epílogo de un día de furia.

“Buenas nocheeeessss Améeeericaaa”, gritó a viva voz Marcelo. Sarmiento lo observó de arriba abajo y gesticuló el desprecio por sus palabras. Pensativo y analítico con las expresiones de los demás, siempre espera algo más. “Si acaso dijera Buenassss nocheeeesss Euroooopaaaaaa” , pensó, estirando en su conciencia las vocales más de la cuenta.

El programa empezó y mientras el conductor se deleitaba con la figura de las participantes, el duelo estaba a punto de comenzar. ¿Quién debía ser salvado por la gente? ¿Cuáles ibas a ser los puntajes secretos que iban a determinar la suerte de estos contrincantes?

Martín Fierro se parapetaba con su china tras bambalinas. Quería hacerse notar. Pretendía mostrar las habilidades que supo conseguir en años de experiencia por las llanuras de sus tierras. Entendía que necesitaba llevar a Capital Federal, algo que no conocían. Con sus acciones debía monopolizar la escena para sacar el mayor beneficio. Bueno… sí conocían.

Macedonio esperaba a lo lejos. Se dedicaba a observar la Luna en el canal del Sol. Se imaginaba el panorama que visualizó en el sueño de la madrugada anterior. Su realidad se basaba en pura fantasía externalizada. Se sacudía y tenía espasmos. Tenía frio y el calor lo carcomía por dentro. Estaba a punto de explotar. El baile era lo suyo. Pero un traspié lo llevó al choque por saber si seguía o no seguía en el programa.

Antes de ingresar al estudio mayor, se concentró, cerró los ojos y extendió sus conocimientos. Asociación libre de ideas, planificó sus pasos a seguir. Las estrellas lo esperaban. La iluminación le llegaba como un aura a sus pies para danzar el mejor cuarteto de su vida.

Previamente Marcelo dio prólogo con los trámites pertinentes. Y así resolvió: “Si querés que se quede Martín Fierro en el programa, mandá GAUCHO al 2020. Si preferís que continúe Macedonio Fernández envía UNIVERSO al 2020”.

En el verso único de esa frase, el conductor puso en tela de juicio el baile. El jurado practicaba el silencio como don. Entre Sarmiento y Alberdi se intuía un conflicto. Lo que había pasado la tarde precedente no era para menos.

Luego se vio, gracias a la lectura de labios, lo que hablaban estos dos:

Sarmiento: -“¡Las va a pagar señor! Una por una todas las fechorías que anda tramando a espaldas mías. ¡Es un insensible; debería darle vergüenza! Está escondiendo sus intereses. Está siendo utilizado. ¡Lo manipulan y no se da cuenta! Dice ser parte de un proyecto pero se da vuelta como una media. Expresa su conformismo con una idea pero la vota por intereses personales. Poco le importa encontrar una solución a los problemas. ¡Usted me repugna!” .

Alberdi: -“¡Desdiga insolente! Usted monopoliza la palabra. Usted se opone por oponer nomás. Usted no sabe retractarse cuando la realidad le demuestra lo contrario. Usted utiliza a su antojo lo que se dice e impone su idea a la fuerza, ¡como siempre lo hizo! Sea honesto y dé pruebas de sus herramientas para hacer creer lo increíble. Armó una estructura a cuestas y hoy se pone en un lugar que lo define como persona. Usted es un opositor de causas perdidas. Y la causa de los males que generó está a la vista. Sea conciso Sarmiento y arrepiéntase antes de que sea tarde porque va a chocar contra una pared y ¡no va a poder recuperarse nunca!”.

Sarmiento: “¡Usted es un enfermo de poder! Este sistema de mierda del que forma parte y nos corrompe. Nos dice cómo son las cosas y en realidad ocurre todo lo contrario. Usted sólo quiere expropiar mis ideales. Los quiere utilizar a gusto. Lo suyo es un papel deleznable que ni la prensa podría argüirse. Es patético. En 6,7 u ocho oportunidades le retruqué que sus funciones acá están para hacerme ver mal. Para contradecirme y ganar a cuestas mías. Es un bochorno que personas como usted manejen los hilos de este jurado y se vanaglorien de ser por una causa noble. Usted es un fabricante de mentiras y considera a la gente como niños de colegio que ríen de felicidad por sus buenas acciones en vez de llorar por su negligencia. Es algo sui géneris en personas de su clase. Ya estoy acostumbrado a tratar con individuos como usted, arrogantes, soberbios y pendencieros que imponen la palabra a golpes de escritorio y repiten a viva voz que ¡acá no se vota, como si fuesen los dueños de la verdad!”.

Alberdi: “Realmente no sé porqué lo escucho. Es despreciable lo que hace. Es insensato hasta para usted mismo. Los intereses lo corrompen. ¡Es perjudicial todo esto Sarmiento! Los números son ciertos. No mienten. Las estadísticas son claras, no se ocultan. Los patrimonios no se oscurecen, se exponen. La palabra no se impone, se consensua. ¡Y usted hace todo lo contrario! La salud de este sistema está en su mejor momento. Y perdone que lo sofoque con mis datos pero nunca se estuvo tan cerca de la realidad como ahora. Libertad de expresión Sarmiento, de eso se trata. De decir lo que tenga que decir pero sin mentir. De opinar sin menospreciar a los demás. Y usted es protagonista de un papelón que ni la prensa sabe apreciar. ¡Lo suyo es una barbarie! ¡Sea civilizado y aplíquese a las leyes Sarmiento!”.

La charla sigue. La discusión se mantiene, pero los participantes ya están en escena. El baile es lo más importante en estos momentos. Fierro sacó a relucir sus dotes actorales, el baile en su sangre a golpeteo en las cuerdas de su guitarra. Y entre pasos y más pasos, sus botas corren al compás de la viguela.

“¡Diez, diez, diez!”, alienta el público desaforado como si estuviese en plena pulpería contando los movimientos de una faca en pleno duelo gauchesco.

Turno de Macedonio. Gambeteador ilusorio y vocación contemplativa, lo único interesante para él radica en el desciframiento del misterio filosófico del universo. Al sonido de su clarín en mano, no reprime sus pensamientos. Y remite en su mente a las palabras que un amigo le aclaró hace no mucho tiempo:

“El sistema que programa la computadora, que alarma al banquero, que alera al embajador, que cena con el general, que emplaza al presidente, que intima al ministro, que amenaza al director general, que humilla al gerente, que grita al jefe, que prepotea al empleado, que desprecia al obrero, que maltrata a la mujer, que golpea al hijo, que patea al perro”. Realiza circunloquios. Embelesa con sus palabras y deleita con su sapiencia, pero la gente no lo entiende. Lo desestima. Lo aborrece. Está para otra cosa. Destruye con sus ideas a un sistema que él considera extraño y malintencionado. Sucumbe ante los estigmas que debe soportar. Irrestricto y perspicaz, descree del pensamiento establecido y entonces se abandona a su suerte.
Se abraza a Fierro. Se entienden con una sola mirada. Saben que alguno se va y el otro se queda dentro. Ambos prefieren irse. Lloran como gaucho y poeta en pleno éxtasis literario, donde las payadas se hacen y deshacen. Conforman su identidad. Entienden que están en la misma situación. Que lo que ocurre afuera poco importa. Que lo que sobra es actitud y lo que falta es buenas intenciones. El espectáculo todo lo puede. Y una pausa es lo que sigue.

En el escenario, con las luces bajas, otra vez las charlas. Ahora Fierro y Macedonio toman la posta:

Fierro: -“Si uno aguanta es gaucho bruto; si no aguanta es gaucho malo. ¡Dele azote, dele palo porque es lo que él necesita! De todo el que nació gaucho ésta es la suerte maldita. Vamos suerte, vamos juntos, dende que juntos nacimos, y ya que juntos vivimos sin podernos dividir, yo abriré con mi cuchillo el camino pa seguir”.

Macedonio: -“Fulgurante. Arropado en las sábanas de una catrera sediciosa al que todo lo apunta. La realidad cae en la cuenta de su desdicha. Simula presumida su función persuasiva. Fisgonea a su alrededor. Pispea de un lado a otro. Sentencia y sucumbe. La ficción sacraliza. Fomenta un don irreprochable, carente de sentido de la mano de su irresponsable sinsentido. Arremete y cuestiona. Promueve y calla. Dice con poco lo que la realidad le argumenta impiadosa. Lucha inmensa y consciente de su inconsciencia. Vade retro, evade con sigilosa marcha, las precauciones de lo real. Verdadero y primero sacude la pantalla. Independencia de su accionar, todo va como se planea. La mentira poca cosa tiene que aportar pero dice y desdice con su parsimonioso movimiento dubitativo. Realiza el crimen”.

Fierro: -“Perdone usted señor poeta pero no entiendo cual es su meta. Me distraigo un segundo en esta charla y me extraño de buenas a primeras con su prodigiosa parla. La información es despreciable y que la realidad es una mentira, es innegable. Me desprestigiaron aquellos jurados agretas. Fue todo un simulacro a partir de sus formidables tretas. Y hoy estamos solos y sin identidad, mostrando nuestro desprestigio con esta eterna paridad. ¡Vamos Macedonio con una nueva composición, enciéndase con la llama de esta inmensa revolución!”.

Macedonio: -“El remordimiento cae en su ayuda con el don de su significado dentro suyo. Muerde la mentira. La descree. Le quita el crédito permitido. Se permite ir más allá. Y allá va. La ficción se desentiende. Tiene su espacio. Planea seguir en su camino. No se inmiscuye hasta que la tientan. Se posiciona donde supone conveniente. Sabe largo rato de estos pormenores. Intuye lo que hace falta. Va y se cruza con la realidad. Ojos ciegos delante, latente es su entusiasmo. Figura y dicta. Repite y sermonea. Sofisticado mecanismo que eficazmente hace uso de la eficacia”.

Fierro: -“La sucursal de la economía es un mercado único. La hegemonía de este sistema fomenta sin razón el tan mentado pánico. Este país está hambriento de glorias y penas. Los hombres que circundan raudamente por este territorio lloran sus desgracias ajenas. La educación es un bien funcional. Un pilar arrogante cual emblema nacional. Y el aprendizaje está en la historia. Aquella que destierra a sus protagonistas con suma histeria. Viva la identidad, manténgase el buen humor, todo parapetado al sonido de este interno calor. El periodismo es la mafia que mancha con tinta el desquicio. Es el arma de doble filo que juega a dos puntas en este eterno bullicio. La política corre de atrás con los ojos en reversa, cayendo en el fondo de nuestra conciencia cada vez que un candidato versa. Esto no da para más si pervertimos la infancia de este país con la ignorancia y el desentendimiento como matiz”.

Macedonio: -“Económicamente viable, pone bajo el muro aprisionada a una ética desinteresada. Fabrica barrotes de acero inoxidable para una moral que se deshace y oxida por dentro. Rompe reglas. Saca a relucir con la estirpe de su sapiencia, lo que oculta. Hay que ir a cubrir. Esa es la regla de oro. Cobertura sobre los hechos. Hechos a imagen y semejanza del mal menor. Se cae en la cuenta de lo que lo que cuenta no va de la mano de la realidad. Ficción mentirosa y arrogante que desenmascara lo que enmascara por detrás. Hace fácil lo difícil con un simple crujir del teclado. Remordimiento no hay. No hay tiempo para eso. Esa palabra no está en este diccionario. Ya es sabido, no es noticia”.

Se prendió la cámara.

Marcelo continuó con el curso habitual del programa. Utilización femenina a cuestas, entre el desasosiego y el vil mercantilismo que los fríos números padecen. Aplaude Sarmiento, fisgonea Alberdi y entre los dos se quedan pasmados al ver esas curvas. Vuelta y más vuelta pide Marcelo, pero Fierro se envalentona frente al manejo discrecional que hacen de su china. Por su parte Macedonio vuela. Siente que no lo dejan ser, como a esa mujer que entre tanto ir y volver la hacen padecer el juego terrible de la seducción per se.

“¡Hasta qué punto llegó esto! Ahora las utilizan en público. La magia de la civilización, todo lo puede”, comentó Sarmiento a un colaborador que tenía al lado.
La votación está a punto de hacerse valer, pero los conflictos nunca dejaron de florecer. Alberdí le dio los sobres al conductor. Ya tenía determinado cual iba a ser el ganador. Cual escribano ejemplar, entendía el procedimiento de cómo debía jugar. Tardó una enormidad, ante la ansiedad de los participantes; “la base está”, dijo a viva voz, haciéndole un guiño a los auspiciantes.

Perplejo frente a la encerrona, Sarmiento se abstrajo, sin conocer por qué eso emociona. La mujer usada; el espectáculo en andanza y la política al lado, protagonista de esta cruel matanza.

Fierro desposeído. Macedonio anonadado. Y Marcelo encendido poniéndole a la razón un seguro candado.

Ganó Fernández. Martín se tuvo que ir, como si a la frontera tuviese que partir. Domingo orgullo sentía, si hasta mandó mensaje por celular; era evidente que a Fierro, él lo quería sacar. Alberdí estaba por encima de este programa sentido, que todo el mundo ve; por el baile lo ve la mujer y por las minas lo ve el marido.
2010, año del bicentenario. Bombo, chori y Coca pasad, que no es lo mismo que decir, dame libertad, fraternidad e igualdá.

La gente en las calles celebra. El público en las veredas aplaude. Sin entender a lo lejos, que todo era un gran fraude.

Se cierra el programa. Sarmiento se abraza a Alberdi. Fierro se ríe con Marcelo, y Macedonio como siempre enorgullecido por ser el único poeta divino que consigo mismo se estrecha la mano.

Fin de una historia donde la mentira, la verdad, la creencia y la ideología, poco tienen que ver. 2010 no es lo mismo que hace doscientos años. Pero como ayer, los hilos de la verdad se tejen con poder. Ya lo supo Sarmiento. Ya lo entendió Fierro. Ya lo intuyó Macedonio e incluso lo aclaró Alberdi. Es todo un arreglo entre buenos, malos, gauchos y sabandijas. Es todo una payada completa que cuenta que allá a lo lejos había otra historia, pero esa ya es otra historia.

Los protagonistas de ésta son ellos. Y como conocedores de la realidad, se las arreglaron para bailar.

Opinen lo que opinen, ya todo lo sabían. Fueron actores de reparto. Ganaron a su público y esperarán notas en la televisión, pues de estatuas en plazas públicas ya están hartos.

Macedonio, Sarmiento, Alberdi y Fierro. “Que increíble este país no cambia más”, remarcaron todos juntos al brindar. Si fuesen a Estados Unidos un Oscar se llevarían. Pero es Argentina y por si no sabían, acá la historia los utilizaría.
Fantasía o realidad, a esta historia le da igual…

viernes, 22 de octubre de 2010

Jugar con fuego que no quema

A decir verdad de la verdad, la mentira es buena guía, y sus métodos son eximias herramientas para poner en consideración la realidad de los hechos. Rodolfo Walsh, exégeta de la sociedad, simula sus pormenores con finas capas de ficción, sometidas al valorizado velo de la ciencia exacta de las investigaciones.

Poner en consideración datos y más datos, irrestrictos y sofisticados, es una mera formulación de cómo manipular. Situarse en el lugar de los hechos como si fuese el más fiel de los protagonistas, es un semblante consignado para hacer valer lo que en la ficción, por más falso que sea, puede afirmarse como verdad.

Simulacro de una actuación fervientemente periodística, capaz de encontrar la verdad en el pelo del huevo y la leche. Excelente administrador de las estadísticas fehacientes para hallar la quinta pata del gato, Walsh articula su operación informativa entre vaivenes de realismo y mentira.

La única verdad es la realidad, demuestra Aristóteles. La verdad se construye, marcan estos y todos los tiempos, sea antiguo, presente o futuro. Y así de manipulador puede ser su constructor, al punto de sostener paradigmas para los cuales muchos infieren verdad y rescatan las maravillas de una investigación a rajatabla, pero que en su interior radica el aroma de una suculenta falsedad a cuestas.

La conformación de una verdad a medias, media entre lo inenarrable y lo ficcional. La aparición de un tal “Marcelo” entre las líneas de Operación Masacre, le dan al autor una tenaza capaz de sacar a la luz los atiborrados desórdenes que no sabe encausar más que como una mentira, por sus patas cortas.

Aritmética pura, Rodolfo muestra las fauces de su dialéctica y le dedica horas a una cuestión política en la cual se inmiscuye desde un antepenúltimo momento, pues desde el vamos, lejos de las esferas discursivas, se dedicaba a la parsimonia de una partida de ajedrez, mechado con el letrado fabuloso de las fábulas policiales.

Hasta que los policiales lo zambulleron en la más cruda realidad. Una sección del diario, hace las veces de panfleto y el autor de tamaña investigación encuentra los detalles en los cuales atribuirse la realidad de tamaña ficción.

“La conciencia es su musa- dice Osvaldo Bayer en el prólogo del libro-. Su conciencia lo seguía a todas partes. La sangre que circulaba por sus venas no lo dejaba tranquilo con los productos que le depositaba en el cerebro. La inspiración de Walsh siempre vino de las contrapartidas, porque sospechó de la miopía que crece en la rutina de los claustros. Por eso Walsh se le escapa a los críticos establecidos que no lo pueden encasillar. Lo califican de periodista para enviarlo al depósito de mercaderías varias. Walsh habría aceptado gustoso la definición de autor de novelas policiales para pobres” .

Párvulo de sus palabras, el escritor hace mella en la razón de ser que lo incentiva a mostrar la verdad como mandamás. Efectividad sustanciada, la credibilidad como arma que a doble filo clava sus miradas sobre aquellos que les creen. La conciencia audaz y la ética como estandarte, sus pilares fundamentales que cayeron en la cuenta de transformarlo en estatuto del periodista ideal, fomentado por la objetividad de su observación subjetiva, fiel a sus principios en los medios con finales claros a desarrollar.

Walsh pecó de farsante contra su voluntad. O no tanto. Instigó a descreérsele. Y no tan así. Arguyó que lo que decía tenía tintes poco claros y menos evidentes que el común denominador de las investigaciones y dijo y desdijo a la política. La puso contra la pared e hizo política con ella. Financió su pluma sin vender su alma y así la conciencia lo sustrajo a lo más mínimo para mostrar de una buena vez por todas que la verdad es la mentira.

Cuales quieran que sean los hechos contados; desarrollarlos con la firmeza de la escritura lo adorna para que sus manivelas estén conectadas entre sí. Sea cual fuese la estricta conclusión de los detalles acaecidos, armarlos con la sutileza de la prosa enarbola para que sus artilugios estén concatenados a la par. Así de fácil y así de complejo es el sistema para dar su parecer sobre la realidad.

Una realidad capaz de construirse y que con las herramientas a la mano, Walsh logró transformar un crimen en una novela, y un interrogante en una solución en formato de libro. La denuncia como fiel puntapié inicial, levantó la bandera de la ética y así dio al personaje más popularidad que sus personajes. El biógrafo más importante que lo biografiado, cual Sarmiento del siglo XX, ponerse en ese lugar de las acciones pero sin siquiera tocarlas, permitió darle al lector el identikit que considere pertinente.

Así armó y desarmó a mansalva. “Pero después sé. Miro esa cara, el agujero en la mejilla, el agujero más grande en la garganta, la boca quebrada y los ojos opacos donde se ha quedado flotando una sombra de muerte. Me siento insultado, como me sentí sin saberlo cuando oí aquel grito desgarrador detrás de la persiana” , afirmó el autor dando detalles de su excursión en la sentencia que dio vida a Operación Masacre.

Rompiendo los moldes de lo que alguna vez fue la objetividad subjetivizada, el personaje es partícipe de lo que le ocurre al lector cuando ojea lo que le tiene para decir. Rumiante sensación entre pasmados por los hechos, catapultados a la desvergüenza por parte de la dirigencia y anonadados por la ficción llamativa de esa realidad que lo circunda, el lector pone en voz de Walsh lo que siente que ocurre. Y lo que ocurre, queda cerca del que lee a Walsh.

Presente en el lugar le da realismo a lo que se cuenta y su escritor. Ausente en el lugar, le da la sensación de verosimilitud al que lo lee. Entre un punto y el otro, la distancia de la verdad y la mentira es arbitraria, simple y finalmente consciente de sus posibles fallos a favor o en contra de la realidad. Con ese juego se deleita Walsh para decir lo que todos suponemos que existe.

“Rodolfo Walsh no existe, es sólo un personaje de ficción. El mejor personaje de la literatura argentina. Apenas un detective de una novela policial para pobres. Que no va a morir nunca” , remarcó Bayer. Simple y eterno, se metió con la política y jamás salió. Entró por la ventana y salió por la puerta grande a golpeteo de botas zumbando sus oídos. Y en el medio de un vida de ficción, su verdad; aquella que puede ser verdad, pero que quizás sea mentira.

Y después de todo aquello, su falsa moral, aquella que puede ser verdadera, pero que puede que no. Una operación difícil de analizar.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Periodismo

La realidad cae en la cuenta de su desdicha. Simula presumida su función persuasiva. Fisgonea a su alrededor. Pispea de un lado a otra. Sentencia y sucumbe.

La ficción sacraliza. Fomenta un don irreprochable, carente de sentido de la mano de su irresponsable sinsentido. Arremete y cuestiona. Promueve y calla. Dice con poco lo que la realidad argumenta impiadosa.

Lucha inmensa y consciente de su inconsciencia. Vade retro, evade con sigilosa marcha las precauciones de lo real. Verdadero y primero, sacude la pantalla. Independencia de su accionar, todo va como se planea.

La mentira poca cosa tiene que aportar pero dice y desdice con su parsimonioso movimiento dubitativo. Realiza el crimen.

El remordimiento cae en su ayuda con el don de su significado dentro suyo. Muerde la mentira. La descree. Le quita el crédito permitido. Se permite ir más allá. Y allá va.

La ficción se desentiende. Tiene su espacio. Planea seguir en su camino. No se inmiscuye hasta que la tientan. Se posiciona donde supone conveniente. Sabe largo rato de estos pormenores. Intuye lo que hace falta. Va y se cruza con la realidad.

Ojos ciegos delante, latente es su entusiasmo. Figura y dicta. Repite y sermonea. Sofisticado mecanismo que eficazmente hace uso de la eficacia.

Económicamente viable, pone bajo el muro aprisionada a una ética desinteresada. Fabrica barrotes de acero inoxidable para una moral que se deshace y oxida por dentro. Rompe reglas. Saca a relucir con la estirpe de su sapiencia, lo que oculta.

Hay que ir a cubrir. Esa es la regla de oro. Cobertura sobre los hechos. Hechos a imagen y semejanza del mal menor.

Se cae en la cuenta de lo que lo que cuenta no va de la mano de la realidad. Ficción mentirosa y arrogante que desenmascara lo que enmascara por detrás. Hace fácil lo difícil con un simple crujir del teclado.

Remordimiento no hay. No hay tiempo para eso. Esa palabra no está en este diccionario. Ya es sabido, no es noticia.

miércoles, 4 de agosto de 2010

El mal olor de la palabra -algo así como a la mierda con el lenguaje-

En la época victoriana, no se podían mencionar los pantalones en presencia de una señorita.
Hoy por hoy, no queda bien decir ciertas cosas en presencia de la opinión pública:

El capitalismo luce el nombre artístico de economía de mercado. El imperialismo se llama globalización.

Las víctimas del imperialismo se llaman países en vías de desarrollo, que es como llamar niños a los enanos.

El oportunismo se llama pragmatismo, y la traición se llama realismo.

Los pobres se llaman carentes, o carenciados, o personas de escasos recursos.

La expulsión de los niños pobres del sistema educativo se conoce bajo el nombre de deserción escolar.

El derecho del patrón a despedir al obrero sin indemnización ni explicación se llama flexibilización del mercado laboral.

El lenguaje oficial reconoce a los derechos de las mujeres, entre los derechos de las minorías, como si la mitad masculina de la humanidad fuera la mayoría.

En lugar de dictadura militar, se dice proceso.

Las torturas se llaman apremios ilegales, o también presiones físicas y psicológicas.

Cuando los ladrones son de buena familia, no son ladrones, sino cleptómanos.

El saqueo de los fondos públicos por los políticos corruptos responde al nombre de enriquecimiento ilícito.

Se llaman accidentes los crímenes que cometen los automovilistas.

Para decir ciegos, se dice no videntes, y un negro es un hombre de color.

Donde dice larga y penosa enfermedad, debe leerse cáncer o SIDA.

Repentina dolencia significa infarto. Nunca se dice muerte, sino desaparición física.

Tampoco son muertos los seres humanos aniquilados en las operaciones militares. Mientras que los muertos en batalla son bajas, y los civiles que la ligan sin comerla ni beberla, son daños colaterales.

En 1995, cuando las explosiones nucleares de Francia en el Pacífico sur, el embajador francés en Nueva Zelanda declaró: “No me gusta esa palabra bomba. No son bombas, Son artefactos que explotan”.

Se llaman "Convivir" algunas de las bandas que asesinan gente en Colombia, a la sombra de la protección militar.

"Dignidad" era el nombre de uno de los campos de concentración de la dictadura chilena y "Libertad" la mayor cárcel de la dictadura uruguaya.

Se llama "Paz y Justicia" el grupo paramilitar que, en 1997, acribilló por la espalda a cuarenta y cinco campesinos, casi todos mujeres y niños, mientras rezaban en una iglesia del pueblo de Acteal, en Chiapas...

*Eduardo Galeano. Patas arriba.

jueves, 17 de junio de 2010

Con sumo respeto

Con sumo respeto, el sistema se adueñó de la manivela que estimula al Sujeto. Irreprochable añoranza de un destino privilegiado, el mercado hizo eco de su poderío discursivo, y argumentó con sus artilugios para convencer a todos.

Señal de un estado aparente donde la apariencia es requerida con nombre y apellido, los medios de comunicación aportan su grano de arena para que este reloj en constante evolución se monte sobre un esquema que el hombre conoce como único e irrepetible.

En ese mundo signado por la publicidad, por la consumación del goce devenido del deseo y que sólo es capaz de corporizarse en objetos traídos de la mano del valor comercial, está sumergido el Sujeto.

La manifestación cultural se sometió al cambio y como un partido político que impulsa de buenas a primeras la exigencia de una transformación en el seno social, el zenit consumista enfocó sus fuerzas en pos de concientizar al hombre de su inconsciencia.

Darle las herramientas capaces de abstraerlo de los problemas que acarrea, a partir del vil juego del consumo desenfrenado, como si fuese una terapia psicológica, en la que la medicación eficiente está en la compra de aquel objeto de deseo. Solapada la necesidad, quitada la ansiedad, el mejoramiento del paciente es un hecho.

Por eso hay un objeto para cada necesidad. Por eso hay un material para todo deseo, que no se acaba nunca pero siempre encuentra los obstáculos pertinentes para hacerlo mermar.

Se repite una vez más que los medios de comunicación masiva son los artífices fundamentales para la conformación del sujeto posmoderno a partir de su estructura arquetípica, en donde embotan a la realidad que circunda al hombre.

Pues así se podría argumentar con un paralelismo básico, que ese sistema que tiene como objeto a la sociedad masificada, con la llegada en masa de las publicidades, de las arrogancias culturales consumistas y la cada vez más fuerte influencia de un “yo” individualista y consciente de su lugar en ese esquema, se asemejan a la estructura narrativa de cualquier novela televisiva.

El camino es sencillo. Desde Aristóteles para acá, el clásico desarrollo guionado de una historia contada para ser vista, consta de algunos pasos simples que no pueden dejar de poseer si quieren tener éxito.

La acción dramática empieza con la exposición de un problema, se genera una situación desestabilizadora que posiciona al espectador en un lugar repleto de expectativa con la aparición de un conflicto.

Ese problema se agrava, empeoran los personajes, las idas y vueltas son constantes y el espectador se involucra en la historia. En el punto de crisis que lleva de la mano la máxima tensión, se constituye el clímax, donde las expectativas se modifican. Luego la tensión se disuelve; todo vuelve a la calma y el equilibrio de la historia dramática encuentra su expresión final, dejando al espectador con la imagen en la cabeza.

Tres pasos: Desarrollo, problema con punto de máximo esplendor emocional en el clímax y luego el desenlace.

Estructura narrativa en andanza.

Lo mismo ocurre con las noticias de la realidad armada por los medios de comunicación. Lo mismo ocurre con todo desarrollo mediatizado donde la publicidad hace mella. Lo mismo ocurre con cada acción social, pues está en la conciencia intima de cada Sujeto. Le despierta sensaciones específicas que sólo se consiguen con aquel esquema y, como funciona en cualquier novela televisiva, también sucede con cada acción que se realice dentro y fuera de los medios.

Lo cierto es que la extrema articulación mediática hace que la cultura se mediatice, los Sujetos se mediaticen y nadie esté exento de lo que sucede allí.

¿Por qué incluso los informativos tienen esta forma tripartita de contar lo que pasa?

Porque no hay otra forma de expresar los acontecimientos que no sea en busca de atraer al espectador. Se cuenta con ese objetivo.

Y la expectativa generada ya supera a las novelas y los finales felices a los que nos tiene acostumbrado la factoría Disney. Hoy el espectáculo está en las noticias también. La acción dramática absorbió la profesión periodística y no se cuenta nada si no es espectacular. La forma de conseguirlo apunta: desarrollo, problema con clímax y desenlace. Dispara.

Don Hewitt, periodista norteamericano, que fundó las bases de este sistema, así lo expresa: “en vez de manejarnos con temas, nosotros contamos historias y organizamos las noticias como Hollywood organiza la ficción” .

Más importante que el posible escándalo que pueda producir la frase, es que el periodista de televisión, especialmente, al aceptar esta propuesta, no pierde de vista su compromiso con la supuesta verdad que abroquela en su discurso mediático. El talento no está en imaginar historias, sino en las decisiones que tome al momento de hacerse cargo de las informaciones y luego, de organizarlas. En ese instante estará desarrollando un proceso creativo semejante al del dramaturgo, sólo que los argumentos se los dará la realidad y él, nuevamente con el supuesto de que no los modificará.

Como la cultura se consumió a los segundos publicitarios y el espectáculo se globalizó con la acción dramática y argumentativa del comercio, desde las novelas de la realidad hasta las ficciones de los noticieros, todo se posicionó para que el Sujeto se sustrajera de sus responsabilidades de antaño y las modifique. Hoy son otras. Y los medios, siempre latentes.

En palabras de Gilles Lipovesky:

“La propensión a presentarse como comprador de novedades comerciales no tiene nada de espontaneo. Para el advenimiento del consumidor postmoderno, hizo falta arrancar a los individuos de las normas particularistas y locales, desculpabilizar el ansia de gastar, devaluar la moral del ahorro, depreciar las producciones domésticos. Hizo falta inculcar nuevos modos de vida, liquidando los hábitos sociales que se resistían al consumo comercial. El planeta del consumo de masas se construye eliminando comportamientos tradicionales, destruyendo las normas puritanas” .

El cambio es razonable. La garantía, irracional. La modificación es profunda. El trasfondo comercial hizo las paces con un Sujeto que lo vio sigiloso y hoy es el artífice de su personalidad. Para que eso ocurra, las manivelas mediáticas del espectáculo, están a la orden del día.

Vuelve Lipovesky:

“Ya no hay normas que se opongan frontalmente al despliegue de las necesidades monetizadas. Todas las inhibiciones retrógradas se han eliminado. Sólo quedan en la palestra la legitimidad consumista, las incitaciones al goce del instante, los himnos a la felicidad y a la conservación de uno mismo. El primer gran ciclo de racionalización y modernización del consumo ha terminado: ya no queda nada por abolir, todo el mundo ya está formado, educado, adaptado al consumo ilimitado” .

El armazón está intacto. La idealización es un hecho. La jerarquización se constituye como estandarte. Y mientras tanto, todo va, todo pasa y la cultura muta, se disuelve y vuelve a empezar.

La irrefrenable bola de nieve que rueda sin parar con los billetes tocando el suelo una y otra vez se direcciona en un solo punto fijo que el neoliberalismo reglamentó y los medios de comunicación solventaron de buenas a primeras, pues la consumación del Sujeto crujía en su interior la modificación de una manera de ver la realidad, muy distinta a lo que es hoy en día.

La globalización se expande a cada extremo del planeta. Las marcas publicitarias se erigen como las gurús de la cuestión, y mientras los platos rotos de las fallas del sistema las pagan abajo, arriba queda ese cúmulo de personalidades que manifiestan el poder a partir del discurso conformado.

Absorben en un abrir y cerrar de ojos las ansias de quienes no tienen otra cosa que darse el gusto con los gustos materiales; aplacar los deseos, deseosos de reprimirlos hasta que se anulen, pero evidenciando una imposibilidad evidente, pues el estilo de vida ya está implantado en esta sociedad de consumo desenfrenado.

Y los sujetos viven de eso. Y la construcción de su vida rige esos parámetros. Saben que los medios son los estímulos sectoriales de mayor concentración en esta sociedad y en ese flujo de hipercomunicación, los sujetos pretenden aparecer.

Paula Sibilia lo pone en palabras:

“La popularización de las tecnologías y medios digitales más diversos ayuda a concretar estos sueños de autoestilización. Subjetividades que se construyen frente a la pantalla. Las nuevas herramientas permiten registrar todo tipo de escenas de la vida privada con facilidad, rapidez y bajo costo, además de inaugurar nuevos géneros de expresión y canales de divulgación. Los blogs y las webcams son sólo algunas de estas nuevas estrategias para la autoestilización, así como los sitios de relaciones y los que permiten compartir videos. En todos resuena una noticia: ahora usted puede elegir el personaje que quiere ser, y puede encarnarlo libremente” .

Libertad de acción de un prisionero que da cuenta de su sentencia, pero se sostiene en una balanza donde la justicia divina la brindan los medios de comunicación.

“Si no me protege el empleado mayor, que proyecta todo el tiempo mi televisor… donde quiera que vaya, eveready estará” .

Puño y letra y la televisión sostiene. Imagen y semejanza y los medios invocan. Su mano invisible está en todos lados, discurso y comercio, allí estarán. La cultura, inevitablemente requerida de un nuevo formato digital, donde las nuevas tecnologías todo lo pueden.

Incluso cambiar el lenguaje, sustraerlo de sus bases y darle a los sujetos un nuevo prisma por donde mirarse, más expectantes de vivenciar aquello que quisieran ser.

El consumo es tan ligero que no sólo Mc Donald brinda la rapidez de su chatarra, sino que los medios con su basura, permiten la fugacidad de un estrellato que hace ver las luces de la fama pero las apaga en un abrir y cerrar de ojos. En esta sociedad donde el espectáculo es Dios; Dios salve a quien no pretenda aparecer, pues si eso no ocurre, no existe.

Sibilia expresa nuevamente:

“En esta cultura de las apariencias, del espectáculo y de la visibilidad, ya no parece haber motivos para zambullirse en busca de los sentidos abismales perdidos dentro de sí mismo. Por el contrario, tendencias exhibicionistas y performáticas alimentan la persecución de un efecto: el reconocimiento ante los ojos ajenos y sobre todo, el codiciado trofeo de ser visto. Cada vez más, hay que aparecer para ser. Porque todo lo que permanezca oculto, fuera del campo de la visibilidad -ya sea dentro de sí, encerrado en el hogar o en el interior del cuarto propio- corre el triste riesgo de no ser interceptado por ninguna mirada. Y, según las premisas básicas de la sociedad del espectáculo y la moral de la visibilidad, si nadie ve algo, es probable que ese algo no exista. El espectáculo se presenta como una enorme afirmación indiscutible, ya que sus medios son al mismo tiempo sus fines. Lo que aparece es bueno, y lo que es bueno, aparece. En ese monopolio de la apariencia, todo lo que quede del lado de afuera, simplemente no existe” .

El impulso del ensimismamiento es evidente y letal. El Yo de cada uno supera las expectativas de cualquier lugar donde pueda caber, y las dimensiones se sobreponen a los límites que la propia realidad le quisiera diseñar.

Aparecer en los medios es ley. Es prioridad. Es clave. Y para eso es necesario situarse en el espectáculo, es saber que el entretenimiento es el fino arte que permite el paso a esa divinidad. La sin razón comercial lo estipula, la publicidad lo avala y las grandes cadenas de comunicación lo remarcan. Empresa pura que purifica sus intereses en los intereses dañados de los sujetos, sólo exentos si son capaces de descifrar en el discurso mediático, la vil encerrona en la cual se encuentran.

“En las sociedades occidentales, por lo menos, el individuo se cree un mundo. Cree interpretar para sí mismo las informaciones que se le entregan. Esta individualización de los procedimientos es base en cada acción. Nunca las historias individuales han tenido que ver tan explícitamente con la historia colectiva, pero nunca tampoco los puntos de referencia de la identidad colectiva han sido tan fluctuantes. La producción individual de sentido es más necesaria que nunca” , dice Marc Augé.

Y la individualidad está extendida al máximo. Y el espectáculo de sí mismo nunca fue tan certero como el accionar del Sujeto posmoderno, establecido por el comercio, indagado por los medios, y librado al azar de sus deseos que lejos de una moral auténtica, aniquilaron una época para estampar una nueva, capaz de comprar todo con billetes, y donde la palabra adquiere un poder irreconocible, gracias a los fundamentos que propician los fundamentalistas que manejan los medios. Allí está el poder.

La razón del Sujeto está en entenderse a sí mismo para no ser sometido por ese discurso que lo consumió. Razón a la que la divinidad de la televisión poco lugar le brinda.

Razones de sobra para comprender la pureza de este convulsionado mundo actual, como que me llamo Immanuel Kant.

martes, 18 de mayo de 2010

Con razón

Está sujeto el Sujeto. Es objeto el Sujeto. Es tácita la maniobra. Es directa la secuencia. Es indirecta la manipulación. Es taxativa la conclusión.

Se repite una vez más para que no queden dudas del circulo vicioso en el cual se desarrolla el sistema: los medios de comunicación masiva, aquellos que en la actualidad se entronan como un poder concentrado, en los que se manipulan desde su interior la friolera arquetípica de la realidad, tienen una preponderancia vital en la conformación del Sujeto posmoderno con el cual convivimos hoy en día.

El que tenga alguna duda, que hable ahora o calle para siempre. La sentencia es firme y el juez que es parte de este asunto, paradójicamente, está involucrado dentro de la maraña de intereses particulares a solventar.

El auge del neoliberalismo que explotó hace algunos años en la mayor parte del mundo va encontrando, a medida que pasa el tiempo, nuevos horizontes en donde desarrollar su hambre de gloria. Y los medios emprenden con este esquema, una vil encerrona donde el Sujeto se encuentra consigo mismo.

Repito para no caer en facilismos. El Sujeto no es pasivo ante la comunicación que le brindan. Muestra una coraza corpórea que le permite tamizar en sentidos diversos lo que le llega desde los medios de comunicación. Ya quedó lejos en el tiempo la tan mentada aguja hipodérmica.

Breve discurso apocalíptico al respecto:

Sus ideólogos expresaban que los procesos irracionales en una eminente sociedad de masas, marcadas por el aislamiento y la enajenación; sumada al desarrollo espectacular de los medios de comunicación, hacen que la teoría dé sus frutos en este contexto. Se supone que la manipulación es posible, pues un mensaje se vehiculizará por los medios y mediante un estimulo concreto, se inyectará ese placebo mensajero, dando en el blanco justo.

Regla matemática: entre el emisor y el receptor; entre el estímulo y la respuesta, no hay ninguna intermediación que impida conseguir los objetivos. “Hay una relación directa de causa-efecto de forma mecánica. Es posible, porque frente a un poder enorme de medios de comunicación de masas, no hay ningún elemento de resistencia” .

Error. El Sujeto es activo. Pero la manipulación sobre la realidad en la cual circunda, se hace carne mientras él debe mostrarse fortalecido para no dejarse manipular por esos discursos con los cuales se cruza todo el tiempo. No hacerse carne de cañón para los medios.

El problema es que el capitalismo feroz mostró las fauces y en él, la palabra es santificada cuando surge del pedestal mediático. En la sociedad red informacional de Manuel Castells, los centros de comunicación son la base elemental y el papel de las corporaciones informativas es cada vez más evidente.

“Ante semejantes discursos, las distinciones entre imagen y realidad, entre experiencia de primera y de segunda mano complican la situación de la comunicación. El desvanecimiento de las verdades y la autenticidad de la experiencia, corre el riesgo de desconocer la parte de construcción simbólica que hay tanto en la verdad como en la experiencia” , sostienen John Durhanm y Eric Rothenbulher.

Por eso la necesidad de una desconfianza permanente en pos de dilucidar de la mejor manera posible el semblante de los discursos que se abarrotan en la sociedad.

Pero el neoliberalismo hace de las suyas. No es el liberalismo que la ilustración promovió. La neoverdad; mejor dicho, la novedad, está en su interior.

A grandes rasgos, es una manera de organizar la vida en el mundo a partir de la concepción de un capitalismo radical que absolutiza el mercado y lo convierte en el medio, el método y el fin de todo comportamiento humano inteligente y racional. Sí, se meten con la razón. Son los hijos de puta neoliberales.

El mercado absoluto exige una libertad total. Es decir, que no haya restricciones financieras, laborales, tecnológicas o administrativas. Vive a puro ajuste y apertura de las fronteras.

Voy aclarando. Con esta idea empiezo a desistir sobre los argumentos de mi teoría que llevaron a la exacerbación actual. Porque hoy el crecimiento cuantitativo es el magma sideral y no la plenitud de los hombres y mujeres que viven en él. La razón de ser es la economía. Y su razón de vivir es el crecimiento por el crecimiento mismo. ¿Para qué la plenitud del Sujeto?

Es que restringen la intervención del Estado hasta despojarlo de la responsabilidad de garantizar los bienes mínimos que se merece todo ciudadano como persona. Se eliminan todos los programas generales de creación de oportunidades y los sustituyen por apoyos ocasionales a grupos focalizados.

Actualmente, el neoliberalismo al oponerse a la intervención redistributiva del Estado, perpetúa la desigualdad socioeconómica tradicional y la acrecienta. Este sistema introduce el criterio de que solamente el mercado posee la virtud de asignar eficientemente los recursos y fijar a los diversos actores sociales los niveles de ingresos. Se abandonan así los esfuerzos por alcanzar la justicia social mediante una estructura progresiva de impuestos y una asignación del gasto público que privilegie a los más desfavorecidos; y se dejan de lado intentos por la democratización de la propiedad accionaria o la reforma agraria integral.

Parece que me hubieran dado una dosis doble de populismo. Ya volveré sobre este asunto para analizar que no es tan así.

Sí, puede sonar paradójico, pero realmente me aborrece la idea: el neo, no me convence en lo más mínimo. El liberalismo perdió su magia que tenía al nacer.

Items y más ítems para agarrarse la cabeza.

1) Concepción del ser humano como valioso únicamente por su capacidad de generar ingresos y tener éxito en los mercados.

2) Incentivar la carrera por poseer y consumir.

3) Exacerbar el individualismo y la competencia llevando al olvido el sentido de comunidad, y produciendo la destrucción de la integridad humana y ecológica.

4) Expresar política de ajuste y apertura.

5) Restringir la intervención del Estado hasta despojarlo de la posibilidad de garantizar los bienes comunes mínimos que se merece todo ciudadano por ser persona.

6) Eliminar los programas generales de creación de oportunidades para todos y sustituirlos por apoyos ocasionales a grupos focalizados.

7) Privatizar empresas bajo la premisa de que la administración privada es mejor que la pública.

8) Abrir las fronteras para mercancías, capitales y flujos financieros y dejar sin suficiente protección a los pequeños productores.

9) Eliminar obstáculos que podrían imponer las legislaciones que protegen a los obreros.

10) Liberar de impuestos y de obligaciones a grupos poderosos.

10 mandamientos de un sistema que el Sujeto posmoderno está dispuesto a solventar pero indispuesto a reclamar.

Los medios de comunicación facilitan que se lleven a cabo aún en contra de lo que puede ocasionar en cada uno. Son las manivelas de un shock tendiente a menoscabar al Sujeto.

En palabras de Naomi Klein:

“Está equivocada la historia oficial al afirmar que el triunfo del capitalismo nace de la libertad y que el libre mercado desregulado va de la mano de la democracia. En lugar de eso, el neoliberalismo ha surgido en un brutal parto cuyas comadronas han sido la violencia y la coerción, infligidas en el cuerpo político colectivo así como en innumerables cuerpos individuales. La historia del libre mercado contemporáneo y el auge del corporativismo ha sido escrito con letras de shock” .

Es simple lo que propone. El nuevo modelo económico tan extendido entre libertades y privatizaciones, tiene una raigambre en las sacudidas espasmódicas y certeras a la psicología del Sujeto. Tiene en su raíz una fortaleza de puros choques eléctricos que intentan debilitar la armonía de la sociedad. Y si mientras en un momento pretende dejar todo librado al sometimiento del status quo, del que los medios son parte esencial, es porque primero debió implantarse de aquella manera, en las venas de la cultura.

Las dictaduras son la piedra basal de una estructura que, entiende, debe imponer la fuerza, a fuerza de una razón aparente. Pues el neoliberalismo debió realizar un cambio tan drástico en las ideas que se venían implementando (Estado de bienestar de por medio), que la única manera que encontró para sobreponerse es con la violencia reglamentada. Había una razón de ser. Hay una razón que sostener y el nido se construyó para ese pichón a golpes estruendosos, en los que la tortura era palabra corriente en las bocas de quienes utilizaban picanas en sus manos, y no desapareció de las mentes que lo padecieron, nunca más.

Vuelvo a Klein para ejemplificar, en este caso con la evidencia de Latinoamérica de esta terapia sofisticada y rudimentaria al mismo tiempo.

“Tres formas de shock convergen en los cuerpos de los ciudadanos latinoamericanos y en el cuerpo político de la zona, desatando un huracán sin fin de destrucción y reconstrucción mutuamente reforzadas. Eliminación y creación en un ciclo monstruoso. El choque del golpe militar preparó el terreno de la terapia de shock económica. El shock de las cámaras de tortura y el terror que causaban en el pueblo impedían cualquier oposición frente a la introducción de medidas económicas. Una victoria global” .

Me podrán criticar que la modernidad y el auge de la Razón como conformadora de un estilo de vida se llevaron a cabo de forma similar. Podrán decir, a la larga, que el choque se produjo en la relación con culturas que no anteponían a la razón como curso elemental para el desarrollo humano. Podrán incluso explicitar que en esa relación, nuestra cultura era la única existente y el quí de la cuestión era aculturizar con estos paradigmas a la extensión del mundo.

Pero hay una sutil diferencia: la diferencia.

La violencia dictatorial, enfática para solventar herramientas al sistema neoliberal, sólo en el germen se parece a la violencia patriarcal, enfática para solventar herramientas al sistema liberal.

Razones parecidas, métodos similares, instancias contrarias.

La perspectiva varía y en esto hay algo personal, pues voy dando cuenta de las transformaciones no deseadas.

La razón se erigió en la superioridad y lejos de arrogarse un lugar privilegiado, tomó las riendas del asunto y se dispuso a distribuir sus argumentos de buena conducta que debían llevar a las sociedades al desarrollo permanente. Esta era mi idea. Por eso, quienes lejos estaban de este climax razonado, lejos iban a quedar de progresar. La aculturación se hacía necesaria.

Una relación “nosotros-otros” en permanente ida y vuelta. Nosotros, bien. Otros, mal. Regla de tres simples.

A pesar de las críticas de Chantal Mouffe.

“Un rasgo central del pensamiento liberal es la creencia racionalista en la posibilidad de un consenso universal basado en la razón. No hay duda entonces de que lo político constituye su punto ciego. Lo político no puede ser comprendido por el racionalismo liberal, por la sencilla razón de que todo racionalismo consistente necesita negar la irreductibilidad del antagonismo. El liberalismo debe negar el antagonismo, ya que al destacar el momento ineludible de la decisión (en el sentido profundo de tener que decidir en un terreno indecidible) lo que el antagonismo revela es el límite mismo de todo consenso racional” .

Cierto y no tanto. Lejos estoy de creer que el liberalismo no entiende el don político. El envión de la razón tenía en su haber un magma capaz de encender a los Sujetos en pos de la civilización. No se encontraban fronteras, es verdad. La idea era expandir esa civilización gobernada por la razón.

Ya lo habían intentado desde otra perspectiva, a modo de evangelización, cuando Colón y compañía llegaron a América y la religión se tornó en fundamento, causa y efecto de una conquista, donde el Nosotros sobrepasaba al Otro.

Tzvetan Todorov lo sintetiza aludiendo a la conquista de Hernán Cortés sobre los Aztecas:

“En los hechos, la conquista religiosa consiste a menudo en quitar ciertas imágenes de un sitio sagrado y poner otras en su lugar, al tiempo que se preservan. Esto es esencial para los lugares de culto, donde se queman frente a ellos las mismas hierbas aromáticas. Cuenta Cortés: “Los más principales de estos ídolos, y en quien ellos más fe y creencia tenían, derroqué de sus sillas y los hice echar por las escaleras abajo, e hice limpiar aquellas capillas donde los tenían, porque todas estaban llenas de sangre que sacrificaban y puse en ellas imágenes de Nuestra Señora y de otros Santos” .

Tengo una idea que circula por mi cabeza pero entiendo que es el principio de la extinción de todo este pensamiento.

Sin un “otro”, no hay un “nosotros”. Prisma Saussereano, donde la diferencia está en la negatividad y ser lo que no es el de al lado, la civilización occidental de la razón no existiría sin una barbarie a cuestas, a donde apuntar. Paradojas, considero que desaparecida esa otredad, desaparecería el nosotros mismo.

Germen cancerígeno que busca la muerte, sabiendo que si mata al cuerpo donde vive, muere él mismo, la civilización sabe que en la eliminación del otro está su propia muerte y por eso la permanente construcción de “otros” para mantener el status quo estabilizado. Hoy esa función la cumplen al pie de la letra los medios de comunicación. Por eso su discurso explícito en torno a un esquema establecido y las manipulaciones de sus relatos interiores para conformar lo que rodea al Sujeto.

Recurro nuevamente a Mouffe.

“El propósito liberal de aniquilar lo político está destinado al fracaso. Lo político nunca puede ser erradicado porque puede obtener su energía de las más diversas empresas humanas: toda antítesis religiosa, moral, económica, ética o de cualquier otra índole, adquiere un carácter político si es lo suficientemente fuerte como para agrupar eficazmente a los seres humanos en términos de amigo-enemigo” .

Amigo-enemigo. Aliado o adversario. Toda esta particular dicotomía siempre se evidencia en relación a una relación antagónica, como explicaría la misma autora. Esto es claro y acá sí estamos de acuerdo, por eso vuelvo a su palabra.

“El conflicto para ser aceptado como legítimo, debe adoptar una forma que no destruya la asociación política. Esto significa que debe existir algún tipo de vínculo común entre las partes en conflicto, de manera que no traten a sus oponentes como enemigos a ser erradicados, percibiendo sus demandas como ilegítimas” .

Me persigno y sigo. La razón fue perdiendo su lugar pero su envión continuó y hoy provocó este desbarajuste. Vio al otro y lo quiso absorber. Me declaro culpable. Pero el liberalismo que impuso y hoy se exacerba con la mano santificada de las multinacionales, aplican la violencia sobre un “otro” que lejos de querer ser erradicado, hace oídos sordos a sus demandas. Las toma como ilegítimas. Los medios las procesan, las tamizan y las hace propias. Y entonces la relación de nosotros-otros que antaño era trascendente, se vuelve intrascendente.

El poder hegemónico lo detentan unos pocos. Lo amasan unos cuantos y lo padecen millones más. Esta relación siempre fue así, pero fue variando su metodología. Hoy los medios, tiene un papel central y por eso son tan sustanciales para la conformación del sujeto posmoderno.

Ya que hablamos de “hegemonía”, vale el aporte de Antonio Gramsci.

Según su concepto, el poder de las clases dominantes sobre las demás, sobretodo en el capistalismo, no está dado simplemente por el control de los aparatos represivos del Estado (aquí hablamos más arriba sobre las dictaduras), pues si así lo fuera dicho poder sería relativamente fácil de derrocar. Dicho poder está dado fundamentalmente por la “hegemonía cultural que las clases dominantes logran ejercer sobre las sometidas, a través del sistema educativo, de las instituciones religiosas y de los medios de comunicación” . A través de ellos, “las clases dominantes educan a los dominados para que parezca algo natural y convincente, inhibiendo a su potencial revolucionario” .

Así, por ejemplo, en nombre de la "nación" o de la "patria", las clases dominantes generan en el pueblo el sentimiento de identidad con aquellas, de unión sagrada con los explotadores, en contra de un enemigo exterior y en favor de un supuesto "destino nacional". Se conforma así un "bloque hegemónico" que amalgama a todas las clases sociales en torno a un proyecto.

Así fue con la razón ilustrada de los siglos pasados. Esa es la estructura, la armazón y el sentido arquitectónico que impulso el cambio de una era a la otra y permitió que la razón se erigiera como un nuevo Dios.

Fui variando mi idea, pues soy humano. Ni soy el completo racionalista que es Rene Descartes. Ni soy el absoluto empirista que es David Hume. El término medio me cabe a la perfección. Sé que debo pensar, pero existo en este mundo y debo analizar lo que ocurre para saber lo que ocurre.

Y hoy ocurre que la hegemonía del tiempo razonado se desfasó y la irracionalidad empolló sus huevos en la estructura que vi nacer y teoricé. Por eso que el germen de su destrucción está en su nacimiento. Y la aniquilación la encamina en su desarrollo. La autodestrucción es evidente.

Veo con otros ojos lo que ocurre. La relación “nosotros-otros” debe mermar en su búsqueda de desaparición, sino dejará de existir. Hay una razón para que la razón siga viviendo.

Y vuelven a aparecer los medios en el camino. Con la violencia completa no se resuelve nada. Hoy la hegemonía si funciona para que el neoliberalismo se aliste como estandarte, debe recurrir a los medios. El discurso se envalentona para dar paso al status quo sintético.

En palabras de Ernesto Laclau:

“El único horizonte totalizador posible está dado por una parcialidad (la fuerza hegemónica) que asume la representación de una totalidad mítica. En términos lacanianos: un objeto es elevado a la dignidad de la cosa. En ese sentido, el objeto de la investidura hegemónica no constituye un segundón respecto de la cosa real, que sería una sociedad totalmente reconciliada (la cual como totalidad sistémica, no requeriría ni investidura ni hegemonía). Es simplemente el nombre que recibe la plenitud dentro de un determinado horizonte histórico, que como objeto parcial de una investidura hegemónica es el punto de partida de adhesiones profundas” .

Quien se posiciona en el poder, lo detenta. Quien tiene el poder lo maneja. Quien utiliza el poder lo manifiesta, y los medios son un medio, pues la hegemonía de su discurso asoman como la armadura que encorseta a la realidad en la cual viven los sujetos.

Los intereses particulares se hacen sociales. Las ganancias sociales se hacen particulares y la hegemonía que detenta sus lazos con el poder, pueden hacer y deshacer mientras logren detentarlo. El discurso que roza la sociedad está sondeando todo y el Sujeto debe estar atento para no ser manipulado.

Tan fortalecida de herramientas y argumentos es la palabra, que los discursos, por su construcción, generan temor en la falta de entendimiento.

Viajo a Bulgaria para tomar ideas de Todorov nuevamente, pero esta vez no para hablar sobre Cortés, sino de Moctezuma.

“Durante la primera fase de la conquista, cuando los españoles todavía están cerca de la costa, el principal mensaje que envía Moctezuma es que no quiere que haya intercambio de mensajes. No está simplemente asustado por el contenido de los relatos, sino que se muestra incapaz de comunicar. Esta parálisis simboliza ya la derrota, puesto que el soberano azteca es ante todo un amo de la palabra –acto social por excelencia- y que la renuncia al lenguaje es la confesión de un fracaso. En Moctezuma se asocian en forma totalmente coherente este miedo a la información recibida y el miedo a la información solicitada” .

En la América conquistada o en la Europa racionalista. En el África postcolonial o el Asia del imperio victoriano. O en este mundo globalizado, la información es necesaria y la comunicación vital. Las ideas son prioritarias y las maneras de hacerlas saber son clave. La relación nosotros-otros, siempre está presente y vuelvo a repetir que en la desaparición de la dicotomía está el germen de la destrucción de cada uno de sus componentes. Por eso los firmes lazos que se asocian para que eso no ocurra y el status quo se mantenga.

Para esto, la simbolización y abstracción conceptual de la realidad es básica, como hizo Cortés en la conquista. La identidad es fundamental y su representación está argumentada por los discursos.

Así como se expresó lo de Nación y Patria para solventar un sentimiento de identidad, esto interactúa desde el poder hegemónico con la construcción paso a paso de “significantes vacios”, según explicaría el mismo Laclau.

Las demandas heterogéneas se abroquelan en una unidad que debería tener una coherencia. Y eso se anida a partir de la preponderancia de un sector que se erige en hegemónico e instaura su necesidad como total componente de la totalidad social. Distribuye significantes que va variando y las hace universales para arremeter con el status quo. Aquí, los medios otra vez en escena.

El autor lo explicaría así:

“La identidad popular se vuelve cada vez más plena desde el punto de vista extensivo, ya que representa una cadena siempre mayor de demandas; pero se vuelve intensivamente más pobre, porque debe despojarse de contenidos particulares a fin de abarcar demandas sociales que son totalmente heterogéneas entre sí. Esto es: una identidad popular funciona como un significante tendientemente vacío” .

Y ese vacío se llena de valor con la entronización de valores por parte de una hegemonía que toma su lugar particular como universal. Así ocurre en cada tiempo y espacio. Cada visión política y cultural se entrelaza en la sociedad por momentos anteriores que sucumben desde el interior de la historia. Procesos que permiten modificar el curso de lo que ocurrirá después.

Así como la América conquistada fue fundamental para la Europa racionalista. Y Este viejo continente para el África postcolonial. Y todo esto para el mundo globalizado actual. Paso a paso se van construyendo secuencias que por su vacío se van complementando en significaciones que se arrogan el poder, se entablan como mandamases y se instauran como poder hegemónico.

Todos con métodos distintos. Método que hoy lejos de la violencia física a modo de shock, se evidencia como violencia simbólica desde el discurso, donde los medios son la ley y la relación nosotros-otros permanece en vilo.

Relación que cada Sujeto debe tener en cuenta como activo para no ser manipulado como tal.

Sentencia de que todo va cambiando de un lugar a otro. De una palabra a la otra. De una idea a la otra. Y de una teoría a la otra.

Tengo razones para cambiar mi postura original.

viernes, 7 de mayo de 2010

De sensación hablamos

Sensación, es palabra repetida. Pero siempre encuentra nuevos argumentos para hacerse presente.

Ya sea en un viento tenue sobre terreno adormecido. Ya sea un sabor primordial en los gustos predestinados. Ya sea un simple correr que el tacto alecciona y compromete con todos sus sentidos. Ya sea en tu imaginación esta noche.

En fin, siempre está presente. Pues de sensación hablamos...

jueves, 6 de mayo de 2010

A imagen y semejanza

El perfil derecho es el que más me favorece. Lo noté con el tiempo. Entre las miles de fotografías que tengo en el placard y millones en la computadora, siempre destaco aquellas en las que mi rostro se inclina hacia la izquierda y luzco la belleza de mi cara. Eso es para entendidos, obvio; las estrellas en el firmamento somos así.

El tema es que la imagen no es todo en esta vida, aunque este tiempo ha notificado algo concreto: vivimos y nos desarrollamos en una vida desarrollada a partir de la imagen. Santo ícono que desempeña el trabajo minucioso de representar todo. La vista es el sentido por excelencia y le da sentido al mundo, alejando la importancia del resto de los aspectos sensoriales que el humano contiene.

Imagen y tecnología son una combinación letal para la reproducción simétrica. En la modernidad, esto se notó a diestra y siniestra. Walter Benjamin se refirió a este problema central de la cultura, con pleno auge en el siglo XX. Analizó los cambios producidos en la recepción de las imágenes a partir de la técnica y destacó que todo este entramado trajo aparejado “una nueva sensibilidad que es la del acercamiento” . Esa posibilidad se materializó en la fotografía y en el cine, pero hoy también podemos determinar que se extendió al resto de los medios de comunicación masiva. Así, se promueve un nuevo tipo de existencia de los objetos y de la relación con ellos.

El colega postuló un término que quedará en el recuerdo con un aura especial en la cultura actual. El “valor aurático es la manifestación irrepetible de una lejanía, por más cerca que pueda estar” y representa la formulación del valor cultural de una obra determinada en categoría de espacio y tiempo. Hoy, con la desaparición del aura, se produce un desplazamiento de la distancia cultural en los procesos de recepción.

Y es que Benajamin lo diría así:

“La reproductividad técnica emancipa a la obra artística de existencia parasitaria en un ritual. La obra reproducida se convierte, en medida siempre creciente, en reproducción de una obra artística dispuesta para ser reproducida” .

Traducido al idioma nuestro de cada día, lejos de los complicados filósofos: la capacidad de la tecnología para reproducir de forma masiva una representación de la imagen, hace que la serie reproducida sólo mantenga su valor en cuanto reproducción. Por lo cual, el elemento original pierde su mística y el sistema populariza aquello que sólo estaba establecido para el mantenimiento del original.

Obra y gracia de la técnica desarrollada en la modernidad y los ideales precursores de la ciencia en pos de un progreso ilimitado, la imagen se reproduce y la democratización cultural icónica abre sus puertas al mundo. Los medios de comunicación, ni lerdos ni perezosos, van a sacar una tajada favorable de todo esto. La influencia de la imagen es sustancial; sus consecuencia, visibles.

Por la misma época en que Benjamin analizaba el poder de la reproducción técnica; el cine estaba extendiéndose. Y un creador innato como Sergéi Eisenstein, sostuvo la siguiente idea a partir de la fortaleza de las imágenes.

“Fundándose en la reflexología pavloviana, (el cineasta ruso) suponía que cada estimulo entrañaba una respuesta calculable y por consiguiente, luego de un largo y complejo proceso, podría preverse y dominarse la reacción emocional e intelectual de un espectador ante una película dada. Una concepción mecánica que cayó en desgracia al entender que el espectador es influenciado por las imágenes, pero no tiene un carácter pasivo ante ellas, sino que demuestra una acción concreta que le permite discernirlas y apropiárselas” , aclara Jacques Aumount al hablar sobre la teoría del soviético y la importancia que fue adquiriendo la imagen en la sociedad.

No es tan lineal la secuencia. No es tan sencillo el entramado comunicativo de las imágenes y su percepción para determinar que serán absorbidas contundentemente por los sujetos. Ahí vuelve aparecer el tema de la publicidad que explicaba Matelart y la fortaleza de esos mecanismos para tocar el punto justo en el Sujeto.

“Es un núcleo central en la esfera pública. Sector privilegiado de la producción del acontecimiento técnico, es decir del que se crea a partir de artificios visuales o sonoros, provocando una brusca alteración que rompe la continuidad de la información y aviva la atención de las audiencias. La publicidad es también el laboratorio de vanguardia de la cultura de masas” , sentenciaba.

Vamos por partes.

Considero que si la imagen se reproduce infinitas veces, como se es capaz hoy mediante la tecnología, sus referentes pierden el estimulo consagratorio que los hacen únicos. A tal punto llega esta sistematización en serie, que el valor del origen se desvanece. Y entonces, ¿existe la realidad referencial?

Vuelvo hacerle caso a Galeano y deliro un poco en este mundo, como aclaré al principio, y me pregunto:

¿Cómo explicarle al Sujeto que la realidad ya no es referente y como diría Jean Baudrillard, todo se conforma a partir de la hiperrealidad?

¿Cómo encausar el pensamiento de un hombre al cual se le demuestra en todo momento que aquello a lo que siempre se hace referencia, no existe más que en la viva imagen de lo que supuestamente existe?

¿Cómo describir esto en simples palabras sin que se anulen en el tiempo y sirva para concientizar a todos, de los problemas que acarrea para el Sujeto tenerse a él como referente, si lo que lo rodea no es tal?

Es tarea de los filósofos eso. A mi juego me llamaron.

“Se ha producido un giro del dispositivo panóptico de vigilancia hacia un sistema de disuasión, donde está abolida la distinción entre lo pasivo y lo activo. Se acabó el imperativo de sumisión al modelo o la mirada. Usted es el modelo, usted es la mayoría. Tal es la vertiente de una socialización hiperrealista donde lo real se confunde con el modelo, como en la operación estadística, donde lo real se confunde con el médium. Usted es la información, usted es lo social, usted es la noticia y le concierte a usted tener la palabra” , aclama el francés.

La realidad se arma a imagen y semejanza de un status quo que pretende implementar el sistema, de la mano de los medios de comunicación masiva. Allí se introduce el Sujeto y encuentra el discurso consciente que llama al inconsciente. Por eso el sujeto posmoderno se ve a sí mismo como un todo y la nada a la vez. Es su referente y se anula en un mismo paso. Disfruta de la realidad que le abroquelan entre tanda y tanda mientras se posa en el centro de la escena. La sentencia podría ser letal y la comparto: la realidad no existe, es sólo simulación y vive en la imagen referente de algo que no existe, pues es simple signo abstracto.

Vuelvo a repetir lo que dije al principio. Reformulo y compruebo: el objeto de estudio constante de la cultura en esta posmodernidad es la centralidad del Sujeto. Los medios de comunicación, fieles exponentes de una agenda discursiva y la temática que circula en la sociedad, le da letra. Con la publicidad le da consumo. Con el zapping le da el poder. Con la realidad, lo somete.

La imagen se reproduce una y otra vez. Y una vez más, por las dudas. La realidad se hace de ellas y mientras veo desde el sillón aquello que me vienen diciendo desde que me levanté, yo conformo el engranaje social elemental de ese dispositivo que vive de las imágenes, pero que no sabemos si existen realmente. Pues la imagen es la imagen y su referente ya no sabemos si existe.

Permítanme dudar, pues la duda es la jactancia de los intelectuales.

Es fácil para los medios conformar la realidad para conformar al Sujeto. Y entonces desde que toma aquel café hasta que pone el despertador a la noche, la repetición instantánea del discurso televisivo da golpes de cincel a la psiquis del hombre. Pequeños martillazos, como diría algún colega más cercano en el tiempo. Mientras eso sucede, dormimos creyendo en nuestra centralidad.

Hace poco leí un artículo que expresaba en pocas palabras, algunos ítems que describo:

“Las nuevas formas de discriminación y segregación; el auge de los regionalismos; los lugares de hundimiento; la globalización y los efectos promovidos por los medios de comunicación calan hondo en la subjetividad del hombre actual. Son vicisitudes de un síntoma en el discurso capitalista” .

Voy a volver un poco a los cimientos de mi teoría para poner a consideración el párrafo anterior.

Rememoración racionalista, el sentimiento de un placer o de un disgusto, impide al Sujeto llegar a la reflexión. Por eso el imperativo conceptual sería: “actúa de tal manera que la máxima de tu voluntad pueda valerse siempre como principio de una regla que sea para todos” . Repito: el universalismo es la ley; la ley se hace universal. Hay que dejar fuera a lo que no permita la reflexión. Y eso va para todos.

Eso se consigue de una manera específica, porque así como los sentidos siempre nos juegan una mala pasada, el Sujeto es más virtuoso cuando renuncia a sus inclinaciones sensibles particulares reflejadas en esos sentidos. Son patologías que es preferible evitar.

Anoten bien: la ley moral como principio de determinación de la voluntad y así evitar nuestras inclinaciones sensibles. Eso provoca dolor, que es la virtud mayor cuando se reniega del placer. Este está en la razón, si se quiere sintetizar.

Cuanto más se renuncia a las sensaciones, mayor es el virtuosismo del Sujeto. Pero el Sujeto posmoderno se vale de ellas, de la búsqueda del placer inmediato y la necesidad de sustanciar esos impulsos, pues la razón ya no cumple la función de gran relato que se vivía en una época anterior.

Sigmund Freud creyó corromper todo este esquema de un hondazo. Supone que de buenas a primeras puede lograr simplificar que esta estructura se caiga. ¡Qué inconsciente por Dios!

Según este tipo, la concreción de esos placeres en torno a la canalización del inconsciente mediante la objetivización de las pulsiones llevan a encausar al Sujeto. El hombre busca el goce instantáneo y su represión más que ayudarlo a ser virtuoso, lo perjudica. Gran cambio de un discurso al otro.

Y la cultura actual le está dando la razón. Paradojas le dicen.

¡Qué inconsciente fui!

En el discurso actual opera fundamentalmente el mercado, un tanto mundial, que busca uniformar los modos de gozar. Los productos de la tecnología que, para taponar la división del Sujeto, bombardean constantemente con una oferta saturada de bienes descartables. Y sí, los medios de comunicación vuelven a estar en el centro de la pantalla y la publicidad en la cima con su trono al mando. Consumismo y taponamiento de la causa del deseo por la invasión de productos del mercado, son el quí de la cuestión.

Jacques Lacan se anticipó y profetizó el presente: “procedimientos de homogeneización; desintegración del concepto de experiencia; desaparición de la memoria; declinación de la imagen paterna; planetarización de la mirada” .

No hay referentes. Hay imágenes distorsionadas. No hay noción de tiempo y espacio. Hay visión absoluta. No hay memoria, ni razón. Hay Sujeto y canalización del placer.

Entonces puedo compartir esta idea. La hiperrealidad de Buadrillard suplanta al realismo, y mágicamente las imágenes del televisor anulan la verdadera realidad. Pues quizás no exista. Ese es el problema de confiar en emociones que ahuyentan lo verdaderamente importante y la moral desaparece con los rayos catódicos.

En palabras del autor francés:

“Aquello que toda una sociedad busca al continuar produciendo y reproduciendo, es resucitar lo real que se le escapa. Por eso, tal producción material se convierte hoy en hiperreal. Retiene todos los rasgos y discursos de la producción tradicional, pero no es más que una metáfora. De este modo, los hiperrealistas fijan con un parecido alucinante una realidad de la que se ha esfumado todo el sentido y toda la profundidad y la energía de la representación. Así, el hiperrealismo de la simulación se traduce por doquier en el alucinante parecido de lo real consigo mismo” .

La imagen lo condiciona todo y la realidad que según Baudrillard es un desierto, se representa mediante esta simulación que lo hace lucir distinto. Se vive de puros síntomas y las condiciones de escape de esa realidad. Justamente, fiel reflejo del Sujeto actual al que los medios de comunicación vuelven a condicionar con la construcción del armazón de la realidad.

De allí la necesaria desconfianza. Lo esencial del descrédito. La fascinación por la duda. Y el pedido por la indagación de cada punto que posibilite su verificación. La razón, sin más palabras.

“Las comunicaciones masivas colocan imágenes en el lugar de los hechos y los relatos en el lugar de la verdad. Además, y precisamente porque son los mediadores de la experiencia, los medios son agentes de alienación. Excluyen toda experiencia real: la que consiste en estar presente cuando el evento ocurre. Se dice que nuestra civilización ha llegado en este sentido a tal punto que ya no se pude asistir a un espectáculo deportivo sin llevar una televisión portátil” , argumentan John Durham Peters y Eric Rothenbuhler.

Cierto y simple. Seré filósofo pero soy humano. Seré racional pero soy hincha de fútbol. Seré un fundamentalista de la moral, pero el “Granate” me puede. Y el gol del otro día en la cancha, pretendí volver a vivirlo, pero ahí cuando lo necesité, la repetición instantánea no estaba.

Fíjense hasta qué punto el Sujeto se posesionó con los medios. Fíjense hasta qué punto los medios se posesionaron del Sujeto.

Es evidente. La construcción de la realidad es un hecho y la realidad se esa construcción está hecha a imagen y semejanza de lo que pretenden los medios. Fiel reflejo de lo que pretende la sociedad. Auténtico patrón de lo que tienen en mente los sujetos de la actualidad. “Fantasía o realidad, a esta historia le da igual”.

lunes, 26 de abril de 2010

Crítica a mi razón pura

Oídos sordos a los exegetas de la razón pura, voy a proclamar el tan mentado derecho a delirar que cada uno tiene como potestad para utilizar. Así que, siguiendo a Eduardo Galeano, “propongo clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible” .

Me senté en el sillón más cómodo de mi casa; ese que compré hace unas semanas en el Shopping, y las imágenes comenzaron a llegar a raudales, sin un control conciso que me permita discernir eficientemente sobre la conveniencia de cada uno de esos factores que se atolondraban ante la mirada. Cerré los ojos por un segundo y la calma volvió a mi mente para determinar la idea que anidaron mis neuronas después de tanto espasmo informativo.

Tengo razones para afirmar que los medios de comunicación masiva, aquellos que hoy se consideran un poder concentrado, en los que se manipulan desde su interior la friolera esquematizada de la realidad, tienen una preponderancia vital en la conformación del Sujeto posmoderno con el cual convivimos hoy en día.

Me jacté en algún momento del Tiempo de ser el diseñador de un andamiaje único e irrepetible que duró cientos de años. Una filosofía capaz de perdurar en la historia. Pero hoy, un par de tecnologías, una caja boba y una red gigante, pretenden corromper esa esquematización.

Vayamos por partes. Los libros de historia hicieron un corte tangencial en la cronología y con eso pretendieron sintetizar algo mucho más complejo. Pero bueno, hagamos el juego a los viles historicistas. Apareció la Modernidad ante sus ojos y lo propusieron de la mano de aquellas ideas de mi tiempo.

Pasemos revista un segundo:

La razón fundamental de este momento es la Razón. Y como tal, intenta buscar un progreso humanitario hacia adelante. Avanzar hacia un punto fijo a alcanzar. Así, el Sujeto en el preconcepto de utilizar el razonamiento a como dé lugar, hizo un llamamiento a lo que denominó el Positivismo calculador.

La Modernidad entonces tuvo el propósito de poner a la Razón en el estricto sentido de fría calculadora, siendo el epicentro de su mundo interno. La Ciencia era la mandamás y su proyecto era el dominio técnico del mundo para conocerlo objetivamente y hacer uso de él. Simple: así su método permitiría una visibilidad que le diera acceso empírico al mundo real.

El Sujeto tenía una idea fijada; un progreso estimulado y las intenciones de crecer de la mano del conocimiento.

Pero hoy prendo el televisor y me demuestran todo lo contrario. Aprieto un botón y está Marley hablando con un mono, mientras miles de personas se involucran con el circo. La armadura del razonamiento se está haciendo cada vez más endeble ante el pan que brindan hoy, y el Sujeto cada día avanza más en busca de encausar aquellos deseos primarios, que sobrepasan la moral. Se rompe un dique y el goce brindado por el medio está a la orden del día.

¿Qué pasó en el medio?

Un gran relato se corrompió.

¿Qué pasó con los medios?

Ganaron terreno paso a paso y su eficiencia técnica (paradoja moderna) crispó los ánimos de un sujeto que tendió su mano hacia ellos para que estos le tomen el hombro.

Fue Jean-Francois Lyotard quien hacia 1980 decidió hablar de condición postmoderna para referirse a la sociedad del Capitalismo avanzado de la época, logando una enorme repercusión. Explicaba cómo se “abandonaban los criterios racionalistas del progreso y la evolución histórica, para buscar la nueva razón de ser en el acontecimiento y la diferencia” .

La nueva instancia cambió al Sujeto, que se comenzó a ver a sí mismo con una novedosa aura lejos de los manejos discursivos que lo regían. Y los medios de comunicación masiva son un factor trascendental para que eso ocurriera.

A partir del quiebre con esa Modernidad, el Sujeto se vería a sí mismo, valga la redundancia, mucho más ensimismado. Por su parte, los valores que emanaba la sociedad como un bloque dispuesto a ser seguido a rajatabla, caerían frente al peso opositor de un yunque arrogante al que las pasiones y los deseos libres permitirían catapultar al sistema valorativo hacia el ostracismo.

El letargo conceptual va de la mano con las complicaciones a la hora de interpretar esta nueva corriente teórica. El Postmodernismo es un proceso al que le falta un sistema, carece de un orden, escasea de unidad y sobretodo es limitado para encontrar una coherencia interna. Creo entender por qué ocurre eso. Y es que el Sujeto se posicionó en un lugar privilegiado en donde la anomia social lo arrastra a alejarse cada vez más de aquellos valores que el sistema moderno le brindaba de forma concisa.

Pero todo tiene un anclaje histórico, ¿verdad? Y para la postmodernidad la idea es renovarse a las huestes de la cultura tradicional previa al envión modernoso. Se reniega hoy de ese proyecto de corriente hacia el progreso y supone el fracaso por emancipar mediante el uso de la razón a la Humanidad. Actualmente eso se considera imposible y el vendaval positivista del compromiso riguroso por la innovación técnica y científica fue coartado de buenas a primeras.

¿La razón? Considerar a la Razón, una especie de teología autoritaria. Entonces surge el postmoderno: un hibrido capaz de reunir los sinsabores de la cultura popular, los añejos tiempos lejos de este continuo inerte impulsado por el vigor de la utopía tecnológica.

Paso 1: Descentralización de la autoridad intelectual.

Paso 2: Profunda desconfianza ante los grandes relatos.

¡La puta madre! ¡Destrozaron mi Gran relato!

“La razón de ser es el progreso. Se supone que los diferentes progresos en las diversas áreas de la técnica y la cultura garantizaban un desarrollo lineal marcado siempre por la esperanza de que el futuro sería mejor”, repito.

Hoy la homogeneidad de esa búsqueda desapareció y los medios de comunicación son los precursores, paradójicamente, de la mano de su homogeneidad a la hora de fomentar sus contenidos.

Jonathan Friedman explica el paso de la siguiente manera:

“Durante mucho tiempo se debatió en torno al paso de la modernidad a la posmodernidad y la transformación o acaso desintegración de la identidad moderna. La crisis de la modernidad es un fenómeno específico de los centros declinantes del sistema mundial que se desató en la descentración de la acumulación de capitales. Somos testigos de una pluralización cultural del mundo y también de la globalización de la cultura: la formación de una única cultura mundial” .

Homogeneidad cultural que proyectó la modernidad, alineó en los medios de comunicación y fomentó en el mismo sujeto, sustanciado por la lluvia de la aculturación y que promovió su deceso como ser subjetivo. Aquí acarreo mi culpabilidad como ilustrado y ya explicaré por qué. No apresuremos las conclusiones, para eso está el tiempo actual. ¿O no es así?

No. El tiempo se escurre entre las manos y con dobles click. El pulso de la atemporalidad que supo describir Manuel Castells con la conformación de multimedios extensivos que interconectan cada uno de los puntos nodales del mundo real a la sazón de lo virtual, hace que todo se transforme en una gran red instantánea donde las informaciones circulan a una velocidad inusitada y el tiempo se disuelva. No se vive de la misma manera que antes y desaparece en el espacio inmaterial.

El autor lo dice así:

“¿Por qué surge el tiempo atemporal en la sociedad de la información? En la sociedad red de finales del siglo XX aparece un paradigma tecnológico que se vincula con el desarrollo de las comunicaciones, transformándolas en poderosos instrumentos para la obtención y el control del poder. Los medios de comunicación, al sujetar a los procesos sociales y manejar la información que ofrecen de ellos, eliminan el tiempo real (no atemporal) que transcurre entre los acontecimientos y su difusión. Con ello, el tiempo que pasa entre el hecho y la búsqueda de conocimiento sobre éste es mínimo y permite pocas posibilidades de entendimiento de la realidad” .

Será cierto, entonces, eso de que las tecnologías se multiplican cuantitativamente y se agigantan exponencialmente en referencia a su calidad. La sociedad homogeneizada habla en red.

Pero aquí mi idea sobre lo que le sucede al Sujeto ante estos avatares: Mientras más chico el soporte tecnológico; más grande es la brecha de separación de los Sujetos que los utilizan. Y mientras más rápido se accede a las informaciones, menor el tiempo disponible para analizar y, justamente razonar sobre esto. Chau Razón, no hay tiempo para eso.

Ejemplo simultaneo: Estoy viendo la televisión 14 pulgadas en mi habitación, en este sillón de maravilla. Afuera, ni idea lo que ocurre. Me posiciono en el adentro y desde acá miro el exterior. Simbiosis pura de lo que entiende el Sujeto por sí mismo. Se adentra en él y desde ese interior ve todo lo que la realidad televisiva le encomienda. La “artefactualidad de ese cúmulo de acontecimientos que le arman los medios” , en palabras del filósofo francés, Jacques Derrida.

Es evidente: más inmenso es el fomento de una nueva cultura signada por la arrogante técnica moderna, mayor es el cisma ocasionado en la subjetividad del postmoderno.

Estoy con todos pero no estoy con nadie. Veo absolutamente todo lo que deseo, que tengo a disposición en la carta audiovisual, pero no veo nada que no me permitan observar los rayos catódicos. La gran red se renueva constantemente mientras el Gran Relato previo se disuelve en su propio jugo, que él ayudó a conformar.

¡Cómo me equivoqué! El proyecto de Ilustración que vi nacer alimentó a todas las corrientes políticas modernas, desde el liberalismo hasta incluso el marxismo, o si vengo más en el tiempo, a las democracias actuales. Pero el nuevo sujeto posmoderno plantea posiciones donde el núcleo ilustrado ya no es funcional en un contexto multicultural de la actualidad homogénea.

Lo sé, mi idea era un tanto etnocéntrica si lo veo desde lejos. Un poco autoritaria, tal vez. Y tenía un sentido de primacía por la cultura que yo mismo vi irradiarse. Ahora la diferencia y el acontecimiento son el magma de la nueva cultura y los medios de para bienes.

Soy ilustrado. Me reniego a dar el brazo a torcer y aceptar lo que impone Clifford Geertz:

“Una vez que es vista como acción simbólica, la cultura es un documento activo y pierde sentido saber si es conducta estructurada o una estructura de la mente o hasta las dos cosas juntas mezcladas. Es un error pensar que la cultura es supraorgánica, conclusa en sí misma, con fuerzas y fines propios. Esto es reificar la cultura. Y pretender que consiste en el craso esquema de la conducta que observamos en los individuos de alguna comunidad identificable, es reducirla” .

Si vuelvo sobre mis pasos, pongo en tela de juicio esta idea del antropólogo. Es que la Ilustración pretendía escenificar un mundo homogéneo donde la cultura implementaba estadios para las sociedades que debían alcanzar un grado de desarrollo civilizatorio coherente.

Y este muchacho viene con la creencia de que hay tantas culturas como sociedades posibles, y cada una con sus complejidades concretas a las cuales hay que interpretarlas debidamente para sacar conclusiones precisas sobre ellas, sin preconizar previamente.

Puede ser que sea así, pero es necesario que se me entienda: el desajuste provocado en el nuevo Sujeto es irrevocable. Tal vez sea culpa de esa modernidad que moldee con ideales firmes. El error por mi etnocentrismo lo acepto, pero no se puede negar que se llegó a un punto crucial donde el sujeto pasó de concretar sus diferencias a dejarse atropellar por la sinrazón. Una cosa es entender que hay distintos enfoques y culturas; otra cosa es que el Sujeto se precipite en el nulo entendimiento de lo que le sucede. Los medios homogenizan en la diferencia. Ya me explicaré por qué.

Insisto, hoy veo una precarización absoluta de aquel Estado Nación que cimentó los valores de igualdad y ciudadanía, que llevan al letargo el compromiso del Sujeto actual. Un desencanto por la sociedad que me desencanta.

Dany Dufour lo explica de esta manera:

“Estamos en una época que presencia la disolución, la desaparición incluso, de las fuerzas sobre las cuales se apoyaba la modernidad clásica. A ese primer rasgo del fin de las grandes ideologías dominantes y los grandes relatos, se ha agregado paralelamente y para completar el cuadro: la desaparición de las vanguardias y los progresos de la democracia. El desarrollo del individualismo; la disminución del rol del Estado; la preeminencia progresiva de la mercancía por sobre cualquier otra consideración; el reinado del dinero; la transformación de la cultura en modas sucesivas; la masificación de los modos de vida que se da en simultaneo con la exhibición de la apariencia; el aplanamiento de la historia en virtud de la inmediatez de los eventos y la instantaneidad de la información. El importante lugar que ocupan las tecnologías muy poderosas y con frecuencia incontroladas; la desinstitucionalización de la familia; la evitación del conflicto y el desinterés progresivo por lo político (…) son el advenimiento del Sujeto posmoderno” .

¡Presente!, gritó el nuevo actor poderoso. El mercado es un Dios que se expande y camina con la seguridad de quien sabe que tiene un destino claro. Este avizora a los medios como una bocanada de aire fresco y en ese lugar la publicidad encontró un sitio donde refugiarse de las críticas alusivas a su veneno compulsivo. La valoración de los valores mercantiles se entrecruza, y ahora hasta el propio conocimiento adquiere estatus de intercambio comercial.

La compulsión al consumismo se hace objeto directo en el Sujeto, haciendo alusión a la sintaxis.

La publicidad, el arma de doble filo.

“Considerada al comienzo sólo como una técnica de modernización de los métodos de venta, se convierte en el transcurso del tiempo en el vector de la comercialización en el ámbito del modo de comunicación, y en tanto tal, es un núcleo central en la esfera pública. Sector privilegiado de la producción del acontecimiento técnico, es decir del que se crea a partir de artificios visuales o sonoros, provocando una brusca alteración que rompe la continuidad de la información y aviva la atención de las audiencias. La publicidad es también el laboratorio de vanguardia de la cultura de masas” , explica Armand Matelart.

El deseo que taponaba la moral en algún momento de la historia y se impregnaba como un Gran relato en los hombres, hoy cae en desuso y el placer y goce que se encausan a partir de la satisfacción que brindan los objetos que se encuentran en el mercado, se hacen carne.

La razón se suprime y el placer de conocer queda reducido a su mínima expresión. Hoy el mercado supo aferrarse a lo que entiende, es un gran negocio.

Y en el espíritu del saber, la historia tiene una preponderancia funcional. Esto no lo van a renegar. El problema es que la historia incluso ha entrado en esta vorágine y su enseñanza pende del hilo del autodidacta.

Mario Carretero, especialista a la hora de hablar de esta temática, lo aclara:

“Considerando su papel en los procesos de formación de las identidades nacionales, las versiones de historia en las escuelas parecen articular una construcción de narraciones sobre la base de un relato único, que funciona como un implante de recuerdos más que como una memoria. Ese conjunto de recuerdos, ornamentado al modo de una bella estampa, pide dosis intermitentes de vivencias y de olvido, lo que en términos orwellianos se vincularía con la cuestión del Poder, ya que quien controla el pasado, controla el presente, y quien controla el presente, controla el futuro” .

Es claro que el saber y el conocimiento entraron en un espiral del que es imposible salir a partir de las reglas de juego que se impusieron. La enseñanza de la historia no está exenta de todo este embrollo y las complicaciones se hacen evidentes, pues los medios de comunicación son un elemento clave para llevar adelante este proceso.

La historia se arma con el presente. Y el presente está esquematizado, articulado y moldeado a la razón de los medios, quienes detentan el poder central sobre el ímpetu del Sujeto. Todo se abroquela a partir de ellos y quien recibe las informaciones está envuelto en esos velos que esconden lo que saben, deben esconder.

La libertad por conocer el mundo queda librada al azar de los que manipulan las comunicaciones y su enseñanza cotidiana debilita a la libertad en nombre de la libertad. Entonces “el hombre que vive libre pero en todos lados se encuentra encadenado” , es una realidad concreta de Rousseau.

Los medios hacen uso de él. La realidad la construyen a su parecer de esa forma, con un lenguaje común y entibiado en la búsqueda de compaginar todo un entramado capaz de absorber a los hombres.

Rápido y furioso, el trajín moderno supuso un progreso que técnicamente trajo el posible bienestar, donde las comunicaciones se posicionaron en un lugar privilegiado. Pero el Sujeto, indemne a ese sentido, cayó en la cuenta que ese progreso era espejismo y se estaba matando a sí mismo.

Ahora se ve en su interior con un anhelo a la devolución previa al moderno. Aquel emblema del “Saber Científico” que explicaba Lyotard; donde la investigación en búsqueda de la verdad del mundo tangible era lo primordial, se reduce. Entonces vuelve al cruce el “Saber Narrativo”. Proceso del cual es primordial la cultura oral, la cuestión cotidiana. Posmodernidad.

Es que cuando se destruyen las estructuras fortalecidas, se vuelve al pasado que con confianza existió en un momento previo. Y a eso se avoca el Sujeto posmoderno. Este busca darle una lógica al mundo a través del lenguaje propio. En el saber científico todo era consensuado y estipulado como ley. Pero la diferencia es el cenit posmoderno, y así remarca su valoración el saber narrativo.

La homogeneización cultural buscada se desvanece. La razón impuesta desaparece y ahora el Sujeto muestra sus garras ante un nuevo panorama donde el mercado impulsa un nuevo Gran relato teniendo a los medios de comunicación como aliados fundamentalistas.

El negocio abre sus brazos y el Sujeto se envuelve en él como si se abrazara a sí mismo. Un inconsciente donde la razón no sabe llegar.
Por la pureza del Sujeto, la Razón entró en estado crítico.