miércoles, 8 de junio de 2011

Para el pueblo lo que es del pueblo

“La idea es que se hable de esa materia y analizarla minuciosamente para sacar estadísticas específicas. Obtener un número aproximado entre los alumnos de sus gustos y disgustos. La revista está dirigida a ellos y debemos tener en cuenta al lector/espectador”. Con esas palabras decoró el editor de la revista lo que pretendía en estas líneas. Pero como no me dejo llevar por las presiones de los tiempos editoriales y la soberbia con la que se manejan habitualmente esos tipos, que dedican su vida a desarmar las notas de forma proporcional al grado de desmoralización que impulsan en los escritores, prefiero cambiar el panorama.

Entonces, avispado lector, como buen estudiante, tome el texto como si fuese un trabajo práctico para la facultad y no como una lectura rápida que se digiere mientras espera el colectivo. Mirar con esos ojos es el objetivo. Que lo apruebe o no, no importa, pues usted es estudiante; no me paga, pero le propongo algo que no puede rechazar: dedíquese a ser profesor por un rato.

“Esa materia”, delicadamente expresada con nombre completo es Periodismo y literatura. Y su composición ya desde un principio inspira temor, como todos aquellos abogados y empresarios que acentúan con verborragia impresa su doble apellido. Podrá no tener los conocimientos necesarios; quizá hasta tenga el título en trámite, o incluso cuentas pendientes con la Justicia, pero ser defendido en un litigio por un tal Pérez Moreno o González Olizaga, da la sensación de ir ganando desde el vestuario.

Todo lo contrario cuando se está del otro lado. Así que enfrentarse con Periodismo y literatura es correr con desventaja. Oculta en el último año de la carrera, ella espera a los futuros periodistas en el salto final al título. Nada peor ¿Por qué?
El estudiante es ciclotímico, convulsionado, estoico y dubitativo a la vez. Es arrogante e insensible pero con una angustia constante. Es aventurero y osado pero con un semblante débil sobre su espalda. Llega a la Universidad con ese panorama a cuestas, que podría ser objeto de cualquier psicólogo atrevido en busca de una tesis para armar (ver “Yo, Freud, putéenme” –mi aguafuerte de la semana pasada).

El alumno revisa la grilla el primer día y encuentra la fatalidad en números. Saca cuentas: 30 materias en 5 años. A razón de 6 por año. A razón de 3 por cuatrimestre. A razón de 48 horas por mes. A razón de 12 horas por semana. A razón de 4 horas por día en cada cursada. “¡Para qué carajo sigo Periodismo si vine acá para evitar los números!”, exclama mientras realiza la deducción. Así de extraña actúa su mente.
Para colmo llegan los mitos de turno ni bien se cruza la puerta, y a las materias que generan terror, las palabras de los ex alumnos le avivan ese miedo. Entonces entra a correr la duda existencial (quizá por eso el primer claustro es el de Filosofía) entre quedarse o evitar el sufrimiento. Que este profesor es un “hijo de puta” (entrecomillo porque me van a considerar mal hablado); que aquel “no aprueba a nadie en los finales”; que “esa materia” tiene una ideología definida y van hacer lo posible porque piense de esa forma.

Y así comienzan el camino suponiendo personalidades espantosas y horas infinitas en el purgatorio dantesco. Sin verlo, el estudiante imagina al “hijo de puta” como Lord Voldemort, al cual hay que enfrentar con magia negra para derrotarlo, pues sólo como Harry Potter es posible pasar esa materia. Al señor “no aprueba a nadie en el final” lo intuye ensombrecido, con pocas palabras en su haber y la capacidad innata para poner 2 en la libreta. Y a “esa materia” como un vademécum ilustrado de cómo pensar, cual Gran Hermano Orwelliano en el que los libros fluyen de todos los costados repitiendo: Justicia social-Independencia económica-Soberanía política…

Hasta que se cruzan con los mitos vivientes. Quien aviso del “hijo de puta”, advirtió la maldad, pero al verlo de lejos, se ve un profesor que es idéntico a “Chespirito”. Ojo, no se confíe con sus preguntas porque no contará con su astucia y no le tendrá paciencia, pues tiene todos sus movimientos fríamente calculados para desaprobarlo.

Luego va al siguiente escollo de la comedia divina y se encuentra con la presentación esquematizada: “Soy abogado, periodista y psicólogo”. ¡A la mierda! Le faltó ser político y estamos completos. Lo ve y no hay forma de entrarle. Afable, carismático y sociable, tiene buena predisposición, pero el miedo apenas se ingresa a dar final es tal que el 2 con su firma es una estampa necesaria; un trofeo más en este camino. Otra vez será.

Y al fin llega “esa materia”. Con el estudiante insultando a Marx en alemán; a Rousseau en francés; a Adam Smith en inglés y a Aristóteles en griego, Periodismo y Literatura le da la oportunidad de volver a las raíces y deleitarse con un preciso “andate a la mierda” bien predispuesto a los autores de turno.
Porque “esa materia” no es un fino restaurante galo con biblioteca sutil a la carta; ni exótico manjar griego con mitología dionisiaca entre los postres; ni siquiera el fastfood de las revistas del espectáculo yanqui. “Esa materia” es una autentica parrilla argenta en la que el asador dispone a gusto de la deliciosa bibliografía local.

Para aquellos estudiantes hambrientos de lectura autóctona; sedientos de párrafos criollos y ávidos de autores made in Argentine, “esa materia” es un verdadero tenedor libre donde saciar la desesperante necesidad.

El problema radica en ser el último tramo. En estar al borde del título. En tener la mente cansada de editoriales y más editoriales.

La bendición de volver a insultar en castellano luego del martirio estudiantil de
horas de quemarse las pestañas es el mayor de los beneficios.

Repetir lecturas y avocarse a encontrar la propia ruta dentro de la contradicción que ya desde su nombre impone Periodismo y literatura es el mayor de los suplicios. Escribir esta aguafuerte suponiendo que es un trabajo práctico para la facultad en vez de una nota para que lea el editor de la revista es el mayor de los desafíos.

Me quedo tranquilo. Pensé en el espectador y que me apruebe está en sus manos. Para el pueblo lo que es del pueblo…

sábado, 25 de diciembre de 2010

Papá Noel mediático

Mauricio estaba sereno pero al instante se alborotó. Ya tenía pensado qué le iba a pedir, pero por si acaso, escribió la carta con anticipación, la firmó con su doble M en una conferencia de prensa y la envió a cada una de las redacciones de los diarios. Era necesario que escuchara su deseo.

“Querido Papá Noel, yo que he sido un niño bueno a lo largo de todos estos años, sólo una cosa te pido: va a estar bueno, desalojá”. Simple, elemental, quizá más reducida que otras épocas, pero la sentencia era clara y evidente. Mauricio sabía lo que pretendía y lo expresó lentamente ante las cámaras varias semanas antes de que arribase el hombre rojo, con una parsimonia tal, que casi no se le perdía ni dividía ninguna letra en el pro-nunciamiento.

La tecnología es capaz de llegar cada vez más lejos. TN, también. Y su transmisión en vivo y en directo sobre el repertorio de Mauricio estuvo en el portal de Internet con la velocidad que sólo Fibertel puede brindar. Obvio, así va más rápido. Y el mensaje lo recibió San Nicolás, otra cosa no se podía esperar.

Allí, en su lejana cueva finlandesa, preparó todo lo indicado como para sobrellevar tamaña bolsa de valores. El frio en aquel páramo que rodeaba el taller junto a sus duendes, era sustancialmente insoportable. Los cortes permanentes de luz hacían de ese sitio, un rectángulo no tan agradable para pasar el invierno. Cada tanto, iba y venía sin previo aviso, y los regalos, todos a medio armar. Pero la sorpresa para Mauricio ya tenía su fecha indicada.

Santa Claus enfiló con sus renos sin olvidar el DNI. Sabida cuenta de los prejuicios fronterizos, alivió su sensación el aire nórdico que lo vio nacer. “Soy del norte europeo. Tengo el paso permitido en cada uno de los rincones de este planeta”, sentencia una calcomanía en la parte trasera de su carromato.

Dicen los rumores que ya tiene establecida la idea para ayudar. Y los medios lo reproducen:

“Papá Noel brindaría lotes de su propiedad en distintos puntos aislados de la Capital”, fue uno de los títulos de ayer.

Algunos lo toman con sorna. Creen que la televisión y los diarios engrupen a la bendita gente. Es mejor estar prevenido, ya lo dijo Mauricio: “en cualquier momento pueden usurpar el terreno de la casa de cualquiera”. Entonces, a evitar males mayores.

Según datos estadísticos de entidades privadas, las luces navideñas que se cuelgan en las rejas están electrificadas. Los datos del ente oficial, brindan tranquilidad: la mayor parte del tiempo no hay electricidad para permitirles el funcionamiento.

Las privadas sostienen que los árboles dentro de las casas están diseñados con un material absorbente, peligroso para todo intruso, letal al primer contacto. El Indec, da paz: estamos inmersos en un país con una economía pujante, la textura de cada uno de los materiales está evaluado minuciosamente por los científicos industria argentina, que señalan que el peligro en la absorción queda descartada, ya que está todo hecho a base natural producto de la soja.

Los organismos en manos particulares argumentan que el 52% de los chicos pidió para estas fiestas armamento diseñado en la CIA Enterteiment, como el que se suele observar en las guerras virtuales que muestran constantemente los juegos de la industria CNN para play-station. El 40% quiso una cámara digital último modelo con retrovisor. Sus intenciones, según testimonios recabados a lo largo de la semana, es registrar cada paso que realiza el paraguayo de enfrente desde que llega a la mañana temprano hasta que se va en la madrugada tarde en la construcción de aquel edificio de filial multinacional que le traerá prosperidad y gratificaciones al barrio.

También, los chicos pretenden saber qué busca siempre ese boliviano que cruza la calle desde el taller de costura. Por qué es que tiene tanta libertad para salir de ese cuadrado de tejidos durante dos horas por día.

Finalmente, el 8% remarcó en su carta que quiere viajar al exterior, conocer nuevos horizontes, disfrutar de los paradisíacos paisajes y deleitar la vista con los festivales. Dos son los más repetidos: El Tinku y sus danzas, por un lado; y el festival del Lago de Ypacaraí, por otro. Paradojas.

El registro oficial se defiende: el 100% de los pibes quiere una pelota número 5. Por eso, fútbol para todos.

Más allá de las divisiones, pormenores, contradicciones y diatribas, que hacen que los vecinos y violentos estén desorientados, Papá Noel ya está en camino, con el regalo de Mauricio y su compañía.

El previsto arribo está pautado para las 00:00 en la estación Constitución. Desde ese punto central, partirá y repartirá. Cargamento en los vagones del tren suplantarán a los renos y su tracción a sangre. Eso al menos, es lo que se aclaró en el boletín oficioso de las 17:40 con origen en Finlandia. Un cable de Télam lo reprodujo, agregando que cerca de las 21:35 hora argentina anclaría su trineo en la vieja estación en desuso de Alejandro Korn, al Sur del Conurbano bonaerense.

Aparentemente, Constitución hoy está calma, sin inconvenientes, sin disturbios. Los ánimos que se fueron caldeando, perdieron fuerza a lo largo de la noche anterior. Pero en el territorio de lo impredecible, no todo es color de rosas.

Hay cortes. Sí. Y varios. En Longchamps piquete de repartidores de lácteos de la Serenísima en la calle Berlín. Piden una recomposición salarial por doble pasteurización. En Burzaco impiden el paso del tránsito en la intersección de Avenida Alsina y Espora una docena de kiosqueros que exigen un aguinaldo superior a pesar de los conflictos con las tabacaleras que ya supera varios meses de protesta y provocó la reducción de la productividad. En Lomas de Zamora, puesteros de la peatonal Laprida intentan subirle el precio a los obsequios navideños cuando los clientes se empujan por conseguir la oferta más barata del mercado callejero. En Remedios de Escalada todos los repositores del supermercado Coto que está sobre la Avenida Hipólito Yrigoyen impiden el cruce de los automóviles y un gran desfiladero se asentó sobre la plaza sin posibilidades de continuar viaje. En Lanús cortan directamente las vías del Ferrocarril Roca una veitena de ciclistas que intentan expandir el terreno del velódromo que está a los costados de la estación. Dicen que la tienen que remar mucho para conseguir cumplimentar sus necesidades. Aclaran que eso es complicado, su fuerte está en las piernas. En Gerli el corte no preocupa a nadie. En Avellaneda el problema es más serio. Albañiles que se dedican a sol y a sombra en la remodelación final del estadio de Independiente protestan que por más que trabajen y trabajen, esa cancha no termina más su construcción. ¿Dónde es el epicentro de la escena? El estadio Juan Domingo Perón.

Ergo, no hay trenes. Ergo, las calles están convulcionadas. Ergo, Papá Noel deberá buscar caminos alternativos para llegar a Constitución.

¿Qué le deparará a los ocupantes de predios que desea erradicar Mauricio? Sólo Santa Claus lo conoce. Muchos medios lo intuyen. El boca en boca de vecinos lo repite y consume. Cree y a su vez lo desestima. Mauricio lo pidió: Desalojar.

Hace minutos llegó una información aún poco fidedigna de último momento desde el canal estatal que indica que el propio San Nicolás está en el Parque Indoamericano, desolado, solitario, parcelando terrenos, dividiendo hectáreas para diagramar la próxima venida de futuros habitantes, a los que beneficiará con su mano protectora.

Quizá hasta el propio Papá Noel se avivó de la operación. Tal vez entendió cómo venía la mano. Quién sabe, comprendió cómo hay que jugar este juego.

Esté donde esté, rematando territorio, ocupando campos, cortando avenidas, quemando estaciones, regalando obsequios por doquier, muestra la estirpe de identidad que no conoce su DNI. La viveza del criollo Papá Noel para los negocios, que cumple con los pedidos en beneficio propio. Sea así, o no. Sólo cuento lo que me dicen los medios sobre la actualidad de Santa Claus.

Ni una palabra más, ni una palabra menos sobre aquel, según dicen, señor vestido de verde, lampiño y flaco. Un regalo, para todos los demás…

jueves, 23 de diciembre de 2010

Bailando por un sueño

“¡Mando todo a la mierda, viejo! Ustedes hacen y deshacen a su antojo. Se dedican a menospreciar el talento y la sapiencia. La negligencia con la que manejan los hilos de este sistema me repugna. Son unos hijos de puta que se creen mandamases y se mandan las cagadas más grandes que puede haber. Así, yo prefiero irme. Y punto”.
Se irritó y no volvió en sí hasta un rato después, ante la mirada perdida de un José María que se maravillaba con el número. De reojo, Marcelo, detrás de cámara, aplaudía. Los números cerraban. El rating subía y Domingo lo sabía. La tarde era un show que apenas comenzaba.

Sarmiento es un tipo templado, carismático y parsimonioso, que responde con una mano en el corazón cada vez que le tocan el orgullo. Se evade de sus responsabilidades señoriales frente a la estructura fría que lo sostiene. Rompe los moldes de sus análisis para decretar con sus palabras lo que ve a lo lejos, hace tiempo. Y así sentencia: “este sistema no da para más. O cambiamos de rumbo, o este rumbo nos apabulla en segundos”. Pero los segundos corrían y la gente miraba. El tiempo volaba y el público se fascinaba.

El baile no fue el mejor anoche. Lerdo de movimientos y con una dificultad evidente para desplegar su figura a lo largo de la pista, Martín había preferido ir a lo fácil. Y para eso debía reproches al jurado. Y eso hizo.

La televisión en pleno “prime time” sacudió de buenas a primeras una andanada de frases fuertes para la realidad pero suaves para los televidentes. Es que Martín no se anda con vueltas. Sacrificado y sumo independiente, el gaucho sacó a relucir su verba y espetó ante un jurado atónito:

“Yo soy toro en mi rodeo y torazo en rodeo ajeno. Siempre me tuve por gueno y si me quieren probar, salgan otros a cantar y veremos quién es menos” .
Amenazante y sagaz, sus broncas pudieron más. El fue siempre perspicaz y en sus palabras pide revancha, pues su furia se devela en forma de avalancha.
Y puso en el tintero algo que ni Marcelo entendía. El dueño del circo proponía, pero sus monos bailaban al son de su propia melodía. Descarriado como pocas veces, Martín trajo a colación un pasado remoto que nadie podía cambiar, ni siquiera con el más universal de los controles remoto.

Con la fineza de su prosa, el gaucho, guitarra en mano, le dio con un fierro a un jurado asombrado.

Así volvió al ruedo en rodeo ajeno: “Y sepan cuantos escuchan de mis penas el relato, que nunca peleo ni mato sino por necesidá, y que a tanta alversidá sólo me arrojó el maltrato. Tuve en mi pago en un tiempo hijos, hacienda y mujer, pero empecé a padecer, me echaron a la frontera, ¡y qué iba a hallar al volver! Tan solo hallé la tapera” .

“Sosegao vivía en mi rancho, como el pájaro en su nido, allí mis hijos quridosa iban creciendo a mi lao… solo queda al desgracio lamentar el bien perdido”.

Esa noche no fue cualquier noche. Fierro salió a cazar al vuelo, lo que la hipocresía hacía con los jueces de turno. Lo que el sistema había hecho con él, que lo deglutió en 15 minutos y su fama se esfumó rápidamente. El gaucho mostró su inconformismo con los arreglos, las transas y las desventuras que le hacen padecer por un punto más de rating. Sí, el sistema lo devora de a poco. Y la figura de Sarmiento fue la que tomó relevancia. Contra él despotricó. Frente a él embistió sabiendo que no lo quería en el show. Entendiendo que para Domingo, Fierro era alguien que no merecía el lugar que se le estaba brindando. Así, golpearon fuerte sus palabras.

La tarde siguiente no fue cualquier tarde. Sarmiento salió a desmentir y justificar. Entendió que su reputación pendía de un hilo y ante las cámaras testificó sus ideales. La acérrima perversión es algo con lo cual no comulga y por eso remarcó su inocencia en un tiempo en el que el espectáculo es la ley primera.

Y tiene unión verdadera en cualquier tiempo que sea con el dinero y la arrogancia. Y allí apuntó sus cañones el viejo Domingo, para que Alberdi escuche, minutos antes de que éste saliera al aire en otro programa.

Domingo miró fijo a José María. Tomó el micrófono y arremetió contra su juez compañero en el programa nocturno. En la tele todo se arregla así:
“No puede ser que usted querido Alberdi, tan Alberdi como siempre, genere discordia donde no lo hay. A usted lo único que le interesa es la plata. Lo principal para usted es el beneficio personal. Si usted tiene algo de dignidad debería retirarse con honor y escapar de esta nefasta situación en la que nos metió a todos. ¡Y así lo hizo Alberdi! Usted es un cobarde que no se anima a pelear. Que lanza la piedra y esconde la mano. Que en tiempos difíciles, cuando sabe que la pérdida es evidente, no le pone el pecho a las balas como yo, sino que huye. ¡Digno de un abogado corrupto y mentiroso como usted y muchos que manejan los hilos de este sistema!”.

La cara de Denise lo decía todo. No entendía nada. Ella fue para reírse de una discusión banal. Pero no fue así. Sarmiento fue por más. Dejó de lado las críticas hacia su persona por machista insensible y manipulador. Fue más allá y se metió con el sistema. La política, de para males descubierta por el sanjuanino.

La discordia continuó y lo que un espectáculo parecía, se transformó en resquemor de personalidades. Lo que era un programa de televisión pasó a ser un duelo personal con los rayos catódicos de por medio. Pero cuando los temas políticos se metían de cuajo en el espectáculo, la cámara se apagó.

Misma hora, distinto canal: Juan Bautista apareció y contó sus chimentos del día. Sarmiento era el objetivo. Y dijo algo irreprochable que si pasamos revista, está de moda por estos días:

“¡A usted le falta inteligencia Sarmiento! No sabe manejarse como debe, señor. Entienda que la rapidez de las tecnologías, la velocidad de la información y la manipulación de las opiniones están a la orden del día y si usted no conoce este manejo, ¡será mejor que se vaya y no vuelva!”, apuntó.

Pero no quedó ahí: “hay momentos para decir las cosas. La franqueza y la conciencia limpia no existen hoy día. Si usted pretende ser una estrella y mostrarse como cree conveniente, está perdido, pues no tiene ni las agallas ni los conocimientos para llevar a cabo su ideal. Pretende erradicar la pobreza porque la considera mala consejera y sin embargo se prostituye en este tipo de programas al que le dan de comer esa misma gente. ¡Sea coherente Sarmiento! ¡La ignorancia que muestra es tal de un anacrónico que no sabe que ahora no se puede estar bien con Dios y con el Diablo! Decida. Defina. Sea responsable de sus actos y diga con todas las letras que usted está a favor de esas empresas que traen miserias y deudas a estos lugares. ¡Y de eso estamos hechos por su culpa Sarmiento! Usted es un hipócrita que prefirió el modelo norteamericano y hoy la publicidad nos come las entrañas, el espectáculo nos sofoca y el comercio nos corrompe. Decida. Elija, ¡pero sea coherente!”.

El Intruso Jorge y el aventurado Luis, lo observaban incrédulos. No podían creer lo bajo que cayó la política. No comprendían lo deplorable del espectáculo televisivo. Se les iluminó las caras y se les hizo agua la boca. Se apagó la cámara.
Para que los secuaces imploren. Para que los periodistas inventen. Para que los reaccionarios de opongan. Así de encendida estaba la televisión. Y ese anochecer en pleno estudio mayor, todo estaba listo para el duelo final. El epílogo de un día de furia.

“Buenas nocheeeessss Améeeericaaa”, gritó a viva voz Marcelo. Sarmiento lo observó de arriba abajo y gesticuló el desprecio por sus palabras. Pensativo y analítico con las expresiones de los demás, siempre espera algo más. “Si acaso dijera Buenassss nocheeeesss Euroooopaaaaaa” , pensó, estirando en su conciencia las vocales más de la cuenta.

El programa empezó y mientras el conductor se deleitaba con la figura de las participantes, el duelo estaba a punto de comenzar. ¿Quién debía ser salvado por la gente? ¿Cuáles ibas a ser los puntajes secretos que iban a determinar la suerte de estos contrincantes?

Martín Fierro se parapetaba con su china tras bambalinas. Quería hacerse notar. Pretendía mostrar las habilidades que supo conseguir en años de experiencia por las llanuras de sus tierras. Entendía que necesitaba llevar a Capital Federal, algo que no conocían. Con sus acciones debía monopolizar la escena para sacar el mayor beneficio. Bueno… sí conocían.

Macedonio esperaba a lo lejos. Se dedicaba a observar la Luna en el canal del Sol. Se imaginaba el panorama que visualizó en el sueño de la madrugada anterior. Su realidad se basaba en pura fantasía externalizada. Se sacudía y tenía espasmos. Tenía frio y el calor lo carcomía por dentro. Estaba a punto de explotar. El baile era lo suyo. Pero un traspié lo llevó al choque por saber si seguía o no seguía en el programa.

Antes de ingresar al estudio mayor, se concentró, cerró los ojos y extendió sus conocimientos. Asociación libre de ideas, planificó sus pasos a seguir. Las estrellas lo esperaban. La iluminación le llegaba como un aura a sus pies para danzar el mejor cuarteto de su vida.

Previamente Marcelo dio prólogo con los trámites pertinentes. Y así resolvió: “Si querés que se quede Martín Fierro en el programa, mandá GAUCHO al 2020. Si preferís que continúe Macedonio Fernández envía UNIVERSO al 2020”.

En el verso único de esa frase, el conductor puso en tela de juicio el baile. El jurado practicaba el silencio como don. Entre Sarmiento y Alberdi se intuía un conflicto. Lo que había pasado la tarde precedente no era para menos.

Luego se vio, gracias a la lectura de labios, lo que hablaban estos dos:

Sarmiento: -“¡Las va a pagar señor! Una por una todas las fechorías que anda tramando a espaldas mías. ¡Es un insensible; debería darle vergüenza! Está escondiendo sus intereses. Está siendo utilizado. ¡Lo manipulan y no se da cuenta! Dice ser parte de un proyecto pero se da vuelta como una media. Expresa su conformismo con una idea pero la vota por intereses personales. Poco le importa encontrar una solución a los problemas. ¡Usted me repugna!” .

Alberdi: -“¡Desdiga insolente! Usted monopoliza la palabra. Usted se opone por oponer nomás. Usted no sabe retractarse cuando la realidad le demuestra lo contrario. Usted utiliza a su antojo lo que se dice e impone su idea a la fuerza, ¡como siempre lo hizo! Sea honesto y dé pruebas de sus herramientas para hacer creer lo increíble. Armó una estructura a cuestas y hoy se pone en un lugar que lo define como persona. Usted es un opositor de causas perdidas. Y la causa de los males que generó está a la vista. Sea conciso Sarmiento y arrepiéntase antes de que sea tarde porque va a chocar contra una pared y ¡no va a poder recuperarse nunca!”.

Sarmiento: “¡Usted es un enfermo de poder! Este sistema de mierda del que forma parte y nos corrompe. Nos dice cómo son las cosas y en realidad ocurre todo lo contrario. Usted sólo quiere expropiar mis ideales. Los quiere utilizar a gusto. Lo suyo es un papel deleznable que ni la prensa podría argüirse. Es patético. En 6,7 u ocho oportunidades le retruqué que sus funciones acá están para hacerme ver mal. Para contradecirme y ganar a cuestas mías. Es un bochorno que personas como usted manejen los hilos de este jurado y se vanaglorien de ser por una causa noble. Usted es un fabricante de mentiras y considera a la gente como niños de colegio que ríen de felicidad por sus buenas acciones en vez de llorar por su negligencia. Es algo sui géneris en personas de su clase. Ya estoy acostumbrado a tratar con individuos como usted, arrogantes, soberbios y pendencieros que imponen la palabra a golpes de escritorio y repiten a viva voz que ¡acá no se vota, como si fuesen los dueños de la verdad!”.

Alberdi: “Realmente no sé porqué lo escucho. Es despreciable lo que hace. Es insensato hasta para usted mismo. Los intereses lo corrompen. ¡Es perjudicial todo esto Sarmiento! Los números son ciertos. No mienten. Las estadísticas son claras, no se ocultan. Los patrimonios no se oscurecen, se exponen. La palabra no se impone, se consensua. ¡Y usted hace todo lo contrario! La salud de este sistema está en su mejor momento. Y perdone que lo sofoque con mis datos pero nunca se estuvo tan cerca de la realidad como ahora. Libertad de expresión Sarmiento, de eso se trata. De decir lo que tenga que decir pero sin mentir. De opinar sin menospreciar a los demás. Y usted es protagonista de un papelón que ni la prensa sabe apreciar. ¡Lo suyo es una barbarie! ¡Sea civilizado y aplíquese a las leyes Sarmiento!”.

La charla sigue. La discusión se mantiene, pero los participantes ya están en escena. El baile es lo más importante en estos momentos. Fierro sacó a relucir sus dotes actorales, el baile en su sangre a golpeteo en las cuerdas de su guitarra. Y entre pasos y más pasos, sus botas corren al compás de la viguela.

“¡Diez, diez, diez!”, alienta el público desaforado como si estuviese en plena pulpería contando los movimientos de una faca en pleno duelo gauchesco.

Turno de Macedonio. Gambeteador ilusorio y vocación contemplativa, lo único interesante para él radica en el desciframiento del misterio filosófico del universo. Al sonido de su clarín en mano, no reprime sus pensamientos. Y remite en su mente a las palabras que un amigo le aclaró hace no mucho tiempo:

“El sistema que programa la computadora, que alarma al banquero, que alera al embajador, que cena con el general, que emplaza al presidente, que intima al ministro, que amenaza al director general, que humilla al gerente, que grita al jefe, que prepotea al empleado, que desprecia al obrero, que maltrata a la mujer, que golpea al hijo, que patea al perro”. Realiza circunloquios. Embelesa con sus palabras y deleita con su sapiencia, pero la gente no lo entiende. Lo desestima. Lo aborrece. Está para otra cosa. Destruye con sus ideas a un sistema que él considera extraño y malintencionado. Sucumbe ante los estigmas que debe soportar. Irrestricto y perspicaz, descree del pensamiento establecido y entonces se abandona a su suerte.
Se abraza a Fierro. Se entienden con una sola mirada. Saben que alguno se va y el otro se queda dentro. Ambos prefieren irse. Lloran como gaucho y poeta en pleno éxtasis literario, donde las payadas se hacen y deshacen. Conforman su identidad. Entienden que están en la misma situación. Que lo que ocurre afuera poco importa. Que lo que sobra es actitud y lo que falta es buenas intenciones. El espectáculo todo lo puede. Y una pausa es lo que sigue.

En el escenario, con las luces bajas, otra vez las charlas. Ahora Fierro y Macedonio toman la posta:

Fierro: -“Si uno aguanta es gaucho bruto; si no aguanta es gaucho malo. ¡Dele azote, dele palo porque es lo que él necesita! De todo el que nació gaucho ésta es la suerte maldita. Vamos suerte, vamos juntos, dende que juntos nacimos, y ya que juntos vivimos sin podernos dividir, yo abriré con mi cuchillo el camino pa seguir”.

Macedonio: -“Fulgurante. Arropado en las sábanas de una catrera sediciosa al que todo lo apunta. La realidad cae en la cuenta de su desdicha. Simula presumida su función persuasiva. Fisgonea a su alrededor. Pispea de un lado a otro. Sentencia y sucumbe. La ficción sacraliza. Fomenta un don irreprochable, carente de sentido de la mano de su irresponsable sinsentido. Arremete y cuestiona. Promueve y calla. Dice con poco lo que la realidad le argumenta impiadosa. Lucha inmensa y consciente de su inconsciencia. Vade retro, evade con sigilosa marcha, las precauciones de lo real. Verdadero y primero sacude la pantalla. Independencia de su accionar, todo va como se planea. La mentira poca cosa tiene que aportar pero dice y desdice con su parsimonioso movimiento dubitativo. Realiza el crimen”.

Fierro: -“Perdone usted señor poeta pero no entiendo cual es su meta. Me distraigo un segundo en esta charla y me extraño de buenas a primeras con su prodigiosa parla. La información es despreciable y que la realidad es una mentira, es innegable. Me desprestigiaron aquellos jurados agretas. Fue todo un simulacro a partir de sus formidables tretas. Y hoy estamos solos y sin identidad, mostrando nuestro desprestigio con esta eterna paridad. ¡Vamos Macedonio con una nueva composición, enciéndase con la llama de esta inmensa revolución!”.

Macedonio: -“El remordimiento cae en su ayuda con el don de su significado dentro suyo. Muerde la mentira. La descree. Le quita el crédito permitido. Se permite ir más allá. Y allá va. La ficción se desentiende. Tiene su espacio. Planea seguir en su camino. No se inmiscuye hasta que la tientan. Se posiciona donde supone conveniente. Sabe largo rato de estos pormenores. Intuye lo que hace falta. Va y se cruza con la realidad. Ojos ciegos delante, latente es su entusiasmo. Figura y dicta. Repite y sermonea. Sofisticado mecanismo que eficazmente hace uso de la eficacia”.

Fierro: -“La sucursal de la economía es un mercado único. La hegemonía de este sistema fomenta sin razón el tan mentado pánico. Este país está hambriento de glorias y penas. Los hombres que circundan raudamente por este territorio lloran sus desgracias ajenas. La educación es un bien funcional. Un pilar arrogante cual emblema nacional. Y el aprendizaje está en la historia. Aquella que destierra a sus protagonistas con suma histeria. Viva la identidad, manténgase el buen humor, todo parapetado al sonido de este interno calor. El periodismo es la mafia que mancha con tinta el desquicio. Es el arma de doble filo que juega a dos puntas en este eterno bullicio. La política corre de atrás con los ojos en reversa, cayendo en el fondo de nuestra conciencia cada vez que un candidato versa. Esto no da para más si pervertimos la infancia de este país con la ignorancia y el desentendimiento como matiz”.

Macedonio: -“Económicamente viable, pone bajo el muro aprisionada a una ética desinteresada. Fabrica barrotes de acero inoxidable para una moral que se deshace y oxida por dentro. Rompe reglas. Saca a relucir con la estirpe de su sapiencia, lo que oculta. Hay que ir a cubrir. Esa es la regla de oro. Cobertura sobre los hechos. Hechos a imagen y semejanza del mal menor. Se cae en la cuenta de lo que lo que cuenta no va de la mano de la realidad. Ficción mentirosa y arrogante que desenmascara lo que enmascara por detrás. Hace fácil lo difícil con un simple crujir del teclado. Remordimiento no hay. No hay tiempo para eso. Esa palabra no está en este diccionario. Ya es sabido, no es noticia”.

Se prendió la cámara.

Marcelo continuó con el curso habitual del programa. Utilización femenina a cuestas, entre el desasosiego y el vil mercantilismo que los fríos números padecen. Aplaude Sarmiento, fisgonea Alberdi y entre los dos se quedan pasmados al ver esas curvas. Vuelta y más vuelta pide Marcelo, pero Fierro se envalentona frente al manejo discrecional que hacen de su china. Por su parte Macedonio vuela. Siente que no lo dejan ser, como a esa mujer que entre tanto ir y volver la hacen padecer el juego terrible de la seducción per se.

“¡Hasta qué punto llegó esto! Ahora las utilizan en público. La magia de la civilización, todo lo puede”, comentó Sarmiento a un colaborador que tenía al lado.
La votación está a punto de hacerse valer, pero los conflictos nunca dejaron de florecer. Alberdí le dio los sobres al conductor. Ya tenía determinado cual iba a ser el ganador. Cual escribano ejemplar, entendía el procedimiento de cómo debía jugar. Tardó una enormidad, ante la ansiedad de los participantes; “la base está”, dijo a viva voz, haciéndole un guiño a los auspiciantes.

Perplejo frente a la encerrona, Sarmiento se abstrajo, sin conocer por qué eso emociona. La mujer usada; el espectáculo en andanza y la política al lado, protagonista de esta cruel matanza.

Fierro desposeído. Macedonio anonadado. Y Marcelo encendido poniéndole a la razón un seguro candado.

Ganó Fernández. Martín se tuvo que ir, como si a la frontera tuviese que partir. Domingo orgullo sentía, si hasta mandó mensaje por celular; era evidente que a Fierro, él lo quería sacar. Alberdí estaba por encima de este programa sentido, que todo el mundo ve; por el baile lo ve la mujer y por las minas lo ve el marido.
2010, año del bicentenario. Bombo, chori y Coca pasad, que no es lo mismo que decir, dame libertad, fraternidad e igualdá.

La gente en las calles celebra. El público en las veredas aplaude. Sin entender a lo lejos, que todo era un gran fraude.

Se cierra el programa. Sarmiento se abraza a Alberdi. Fierro se ríe con Marcelo, y Macedonio como siempre enorgullecido por ser el único poeta divino que consigo mismo se estrecha la mano.

Fin de una historia donde la mentira, la verdad, la creencia y la ideología, poco tienen que ver. 2010 no es lo mismo que hace doscientos años. Pero como ayer, los hilos de la verdad se tejen con poder. Ya lo supo Sarmiento. Ya lo entendió Fierro. Ya lo intuyó Macedonio e incluso lo aclaró Alberdi. Es todo un arreglo entre buenos, malos, gauchos y sabandijas. Es todo una payada completa que cuenta que allá a lo lejos había otra historia, pero esa ya es otra historia.

Los protagonistas de ésta son ellos. Y como conocedores de la realidad, se las arreglaron para bailar.

Opinen lo que opinen, ya todo lo sabían. Fueron actores de reparto. Ganaron a su público y esperarán notas en la televisión, pues de estatuas en plazas públicas ya están hartos.

Macedonio, Sarmiento, Alberdi y Fierro. “Que increíble este país no cambia más”, remarcaron todos juntos al brindar. Si fuesen a Estados Unidos un Oscar se llevarían. Pero es Argentina y por si no sabían, acá la historia los utilizaría.
Fantasía o realidad, a esta historia le da igual…

viernes, 22 de octubre de 2010

Jugar con fuego que no quema

A decir verdad de la verdad, la mentira es buena guía, y sus métodos son eximias herramientas para poner en consideración la realidad de los hechos. Rodolfo Walsh, exégeta de la sociedad, simula sus pormenores con finas capas de ficción, sometidas al valorizado velo de la ciencia exacta de las investigaciones.

Poner en consideración datos y más datos, irrestrictos y sofisticados, es una mera formulación de cómo manipular. Situarse en el lugar de los hechos como si fuese el más fiel de los protagonistas, es un semblante consignado para hacer valer lo que en la ficción, por más falso que sea, puede afirmarse como verdad.

Simulacro de una actuación fervientemente periodística, capaz de encontrar la verdad en el pelo del huevo y la leche. Excelente administrador de las estadísticas fehacientes para hallar la quinta pata del gato, Walsh articula su operación informativa entre vaivenes de realismo y mentira.

La única verdad es la realidad, demuestra Aristóteles. La verdad se construye, marcan estos y todos los tiempos, sea antiguo, presente o futuro. Y así de manipulador puede ser su constructor, al punto de sostener paradigmas para los cuales muchos infieren verdad y rescatan las maravillas de una investigación a rajatabla, pero que en su interior radica el aroma de una suculenta falsedad a cuestas.

La conformación de una verdad a medias, media entre lo inenarrable y lo ficcional. La aparición de un tal “Marcelo” entre las líneas de Operación Masacre, le dan al autor una tenaza capaz de sacar a la luz los atiborrados desórdenes que no sabe encausar más que como una mentira, por sus patas cortas.

Aritmética pura, Rodolfo muestra las fauces de su dialéctica y le dedica horas a una cuestión política en la cual se inmiscuye desde un antepenúltimo momento, pues desde el vamos, lejos de las esferas discursivas, se dedicaba a la parsimonia de una partida de ajedrez, mechado con el letrado fabuloso de las fábulas policiales.

Hasta que los policiales lo zambulleron en la más cruda realidad. Una sección del diario, hace las veces de panfleto y el autor de tamaña investigación encuentra los detalles en los cuales atribuirse la realidad de tamaña ficción.

“La conciencia es su musa- dice Osvaldo Bayer en el prólogo del libro-. Su conciencia lo seguía a todas partes. La sangre que circulaba por sus venas no lo dejaba tranquilo con los productos que le depositaba en el cerebro. La inspiración de Walsh siempre vino de las contrapartidas, porque sospechó de la miopía que crece en la rutina de los claustros. Por eso Walsh se le escapa a los críticos establecidos que no lo pueden encasillar. Lo califican de periodista para enviarlo al depósito de mercaderías varias. Walsh habría aceptado gustoso la definición de autor de novelas policiales para pobres” .

Párvulo de sus palabras, el escritor hace mella en la razón de ser que lo incentiva a mostrar la verdad como mandamás. Efectividad sustanciada, la credibilidad como arma que a doble filo clava sus miradas sobre aquellos que les creen. La conciencia audaz y la ética como estandarte, sus pilares fundamentales que cayeron en la cuenta de transformarlo en estatuto del periodista ideal, fomentado por la objetividad de su observación subjetiva, fiel a sus principios en los medios con finales claros a desarrollar.

Walsh pecó de farsante contra su voluntad. O no tanto. Instigó a descreérsele. Y no tan así. Arguyó que lo que decía tenía tintes poco claros y menos evidentes que el común denominador de las investigaciones y dijo y desdijo a la política. La puso contra la pared e hizo política con ella. Financió su pluma sin vender su alma y así la conciencia lo sustrajo a lo más mínimo para mostrar de una buena vez por todas que la verdad es la mentira.

Cuales quieran que sean los hechos contados; desarrollarlos con la firmeza de la escritura lo adorna para que sus manivelas estén conectadas entre sí. Sea cual fuese la estricta conclusión de los detalles acaecidos, armarlos con la sutileza de la prosa enarbola para que sus artilugios estén concatenados a la par. Así de fácil y así de complejo es el sistema para dar su parecer sobre la realidad.

Una realidad capaz de construirse y que con las herramientas a la mano, Walsh logró transformar un crimen en una novela, y un interrogante en una solución en formato de libro. La denuncia como fiel puntapié inicial, levantó la bandera de la ética y así dio al personaje más popularidad que sus personajes. El biógrafo más importante que lo biografiado, cual Sarmiento del siglo XX, ponerse en ese lugar de las acciones pero sin siquiera tocarlas, permitió darle al lector el identikit que considere pertinente.

Así armó y desarmó a mansalva. “Pero después sé. Miro esa cara, el agujero en la mejilla, el agujero más grande en la garganta, la boca quebrada y los ojos opacos donde se ha quedado flotando una sombra de muerte. Me siento insultado, como me sentí sin saberlo cuando oí aquel grito desgarrador detrás de la persiana” , afirmó el autor dando detalles de su excursión en la sentencia que dio vida a Operación Masacre.

Rompiendo los moldes de lo que alguna vez fue la objetividad subjetivizada, el personaje es partícipe de lo que le ocurre al lector cuando ojea lo que le tiene para decir. Rumiante sensación entre pasmados por los hechos, catapultados a la desvergüenza por parte de la dirigencia y anonadados por la ficción llamativa de esa realidad que lo circunda, el lector pone en voz de Walsh lo que siente que ocurre. Y lo que ocurre, queda cerca del que lee a Walsh.

Presente en el lugar le da realismo a lo que se cuenta y su escritor. Ausente en el lugar, le da la sensación de verosimilitud al que lo lee. Entre un punto y el otro, la distancia de la verdad y la mentira es arbitraria, simple y finalmente consciente de sus posibles fallos a favor o en contra de la realidad. Con ese juego se deleita Walsh para decir lo que todos suponemos que existe.

“Rodolfo Walsh no existe, es sólo un personaje de ficción. El mejor personaje de la literatura argentina. Apenas un detective de una novela policial para pobres. Que no va a morir nunca” , remarcó Bayer. Simple y eterno, se metió con la política y jamás salió. Entró por la ventana y salió por la puerta grande a golpeteo de botas zumbando sus oídos. Y en el medio de un vida de ficción, su verdad; aquella que puede ser verdad, pero que quizás sea mentira.

Y después de todo aquello, su falsa moral, aquella que puede ser verdadera, pero que puede que no. Una operación difícil de analizar.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Periodismo

La realidad cae en la cuenta de su desdicha. Simula presumida su función persuasiva. Fisgonea a su alrededor. Pispea de un lado a otra. Sentencia y sucumbe.

La ficción sacraliza. Fomenta un don irreprochable, carente de sentido de la mano de su irresponsable sinsentido. Arremete y cuestiona. Promueve y calla. Dice con poco lo que la realidad argumenta impiadosa.

Lucha inmensa y consciente de su inconsciencia. Vade retro, evade con sigilosa marcha las precauciones de lo real. Verdadero y primero, sacude la pantalla. Independencia de su accionar, todo va como se planea.

La mentira poca cosa tiene que aportar pero dice y desdice con su parsimonioso movimiento dubitativo. Realiza el crimen.

El remordimiento cae en su ayuda con el don de su significado dentro suyo. Muerde la mentira. La descree. Le quita el crédito permitido. Se permite ir más allá. Y allá va.

La ficción se desentiende. Tiene su espacio. Planea seguir en su camino. No se inmiscuye hasta que la tientan. Se posiciona donde supone conveniente. Sabe largo rato de estos pormenores. Intuye lo que hace falta. Va y se cruza con la realidad.

Ojos ciegos delante, latente es su entusiasmo. Figura y dicta. Repite y sermonea. Sofisticado mecanismo que eficazmente hace uso de la eficacia.

Económicamente viable, pone bajo el muro aprisionada a una ética desinteresada. Fabrica barrotes de acero inoxidable para una moral que se deshace y oxida por dentro. Rompe reglas. Saca a relucir con la estirpe de su sapiencia, lo que oculta.

Hay que ir a cubrir. Esa es la regla de oro. Cobertura sobre los hechos. Hechos a imagen y semejanza del mal menor.

Se cae en la cuenta de lo que lo que cuenta no va de la mano de la realidad. Ficción mentirosa y arrogante que desenmascara lo que enmascara por detrás. Hace fácil lo difícil con un simple crujir del teclado.

Remordimiento no hay. No hay tiempo para eso. Esa palabra no está en este diccionario. Ya es sabido, no es noticia.

miércoles, 4 de agosto de 2010

El mal olor de la palabra -algo así como a la mierda con el lenguaje-

En la época victoriana, no se podían mencionar los pantalones en presencia de una señorita.
Hoy por hoy, no queda bien decir ciertas cosas en presencia de la opinión pública:

El capitalismo luce el nombre artístico de economía de mercado. El imperialismo se llama globalización.

Las víctimas del imperialismo se llaman países en vías de desarrollo, que es como llamar niños a los enanos.

El oportunismo se llama pragmatismo, y la traición se llama realismo.

Los pobres se llaman carentes, o carenciados, o personas de escasos recursos.

La expulsión de los niños pobres del sistema educativo se conoce bajo el nombre de deserción escolar.

El derecho del patrón a despedir al obrero sin indemnización ni explicación se llama flexibilización del mercado laboral.

El lenguaje oficial reconoce a los derechos de las mujeres, entre los derechos de las minorías, como si la mitad masculina de la humanidad fuera la mayoría.

En lugar de dictadura militar, se dice proceso.

Las torturas se llaman apremios ilegales, o también presiones físicas y psicológicas.

Cuando los ladrones son de buena familia, no son ladrones, sino cleptómanos.

El saqueo de los fondos públicos por los políticos corruptos responde al nombre de enriquecimiento ilícito.

Se llaman accidentes los crímenes que cometen los automovilistas.

Para decir ciegos, se dice no videntes, y un negro es un hombre de color.

Donde dice larga y penosa enfermedad, debe leerse cáncer o SIDA.

Repentina dolencia significa infarto. Nunca se dice muerte, sino desaparición física.

Tampoco son muertos los seres humanos aniquilados en las operaciones militares. Mientras que los muertos en batalla son bajas, y los civiles que la ligan sin comerla ni beberla, son daños colaterales.

En 1995, cuando las explosiones nucleares de Francia en el Pacífico sur, el embajador francés en Nueva Zelanda declaró: “No me gusta esa palabra bomba. No son bombas, Son artefactos que explotan”.

Se llaman "Convivir" algunas de las bandas que asesinan gente en Colombia, a la sombra de la protección militar.

"Dignidad" era el nombre de uno de los campos de concentración de la dictadura chilena y "Libertad" la mayor cárcel de la dictadura uruguaya.

Se llama "Paz y Justicia" el grupo paramilitar que, en 1997, acribilló por la espalda a cuarenta y cinco campesinos, casi todos mujeres y niños, mientras rezaban en una iglesia del pueblo de Acteal, en Chiapas...

*Eduardo Galeano. Patas arriba.

jueves, 17 de junio de 2010

Con sumo respeto

Con sumo respeto, el sistema se adueñó de la manivela que estimula al Sujeto. Irreprochable añoranza de un destino privilegiado, el mercado hizo eco de su poderío discursivo, y argumentó con sus artilugios para convencer a todos.

Señal de un estado aparente donde la apariencia es requerida con nombre y apellido, los medios de comunicación aportan su grano de arena para que este reloj en constante evolución se monte sobre un esquema que el hombre conoce como único e irrepetible.

En ese mundo signado por la publicidad, por la consumación del goce devenido del deseo y que sólo es capaz de corporizarse en objetos traídos de la mano del valor comercial, está sumergido el Sujeto.

La manifestación cultural se sometió al cambio y como un partido político que impulsa de buenas a primeras la exigencia de una transformación en el seno social, el zenit consumista enfocó sus fuerzas en pos de concientizar al hombre de su inconsciencia.

Darle las herramientas capaces de abstraerlo de los problemas que acarrea, a partir del vil juego del consumo desenfrenado, como si fuese una terapia psicológica, en la que la medicación eficiente está en la compra de aquel objeto de deseo. Solapada la necesidad, quitada la ansiedad, el mejoramiento del paciente es un hecho.

Por eso hay un objeto para cada necesidad. Por eso hay un material para todo deseo, que no se acaba nunca pero siempre encuentra los obstáculos pertinentes para hacerlo mermar.

Se repite una vez más que los medios de comunicación masiva son los artífices fundamentales para la conformación del sujeto posmoderno a partir de su estructura arquetípica, en donde embotan a la realidad que circunda al hombre.

Pues así se podría argumentar con un paralelismo básico, que ese sistema que tiene como objeto a la sociedad masificada, con la llegada en masa de las publicidades, de las arrogancias culturales consumistas y la cada vez más fuerte influencia de un “yo” individualista y consciente de su lugar en ese esquema, se asemejan a la estructura narrativa de cualquier novela televisiva.

El camino es sencillo. Desde Aristóteles para acá, el clásico desarrollo guionado de una historia contada para ser vista, consta de algunos pasos simples que no pueden dejar de poseer si quieren tener éxito.

La acción dramática empieza con la exposición de un problema, se genera una situación desestabilizadora que posiciona al espectador en un lugar repleto de expectativa con la aparición de un conflicto.

Ese problema se agrava, empeoran los personajes, las idas y vueltas son constantes y el espectador se involucra en la historia. En el punto de crisis que lleva de la mano la máxima tensión, se constituye el clímax, donde las expectativas se modifican. Luego la tensión se disuelve; todo vuelve a la calma y el equilibrio de la historia dramática encuentra su expresión final, dejando al espectador con la imagen en la cabeza.

Tres pasos: Desarrollo, problema con punto de máximo esplendor emocional en el clímax y luego el desenlace.

Estructura narrativa en andanza.

Lo mismo ocurre con las noticias de la realidad armada por los medios de comunicación. Lo mismo ocurre con todo desarrollo mediatizado donde la publicidad hace mella. Lo mismo ocurre con cada acción social, pues está en la conciencia intima de cada Sujeto. Le despierta sensaciones específicas que sólo se consiguen con aquel esquema y, como funciona en cualquier novela televisiva, también sucede con cada acción que se realice dentro y fuera de los medios.

Lo cierto es que la extrema articulación mediática hace que la cultura se mediatice, los Sujetos se mediaticen y nadie esté exento de lo que sucede allí.

¿Por qué incluso los informativos tienen esta forma tripartita de contar lo que pasa?

Porque no hay otra forma de expresar los acontecimientos que no sea en busca de atraer al espectador. Se cuenta con ese objetivo.

Y la expectativa generada ya supera a las novelas y los finales felices a los que nos tiene acostumbrado la factoría Disney. Hoy el espectáculo está en las noticias también. La acción dramática absorbió la profesión periodística y no se cuenta nada si no es espectacular. La forma de conseguirlo apunta: desarrollo, problema con clímax y desenlace. Dispara.

Don Hewitt, periodista norteamericano, que fundó las bases de este sistema, así lo expresa: “en vez de manejarnos con temas, nosotros contamos historias y organizamos las noticias como Hollywood organiza la ficción” .

Más importante que el posible escándalo que pueda producir la frase, es que el periodista de televisión, especialmente, al aceptar esta propuesta, no pierde de vista su compromiso con la supuesta verdad que abroquela en su discurso mediático. El talento no está en imaginar historias, sino en las decisiones que tome al momento de hacerse cargo de las informaciones y luego, de organizarlas. En ese instante estará desarrollando un proceso creativo semejante al del dramaturgo, sólo que los argumentos se los dará la realidad y él, nuevamente con el supuesto de que no los modificará.

Como la cultura se consumió a los segundos publicitarios y el espectáculo se globalizó con la acción dramática y argumentativa del comercio, desde las novelas de la realidad hasta las ficciones de los noticieros, todo se posicionó para que el Sujeto se sustrajera de sus responsabilidades de antaño y las modifique. Hoy son otras. Y los medios, siempre latentes.

En palabras de Gilles Lipovesky:

“La propensión a presentarse como comprador de novedades comerciales no tiene nada de espontaneo. Para el advenimiento del consumidor postmoderno, hizo falta arrancar a los individuos de las normas particularistas y locales, desculpabilizar el ansia de gastar, devaluar la moral del ahorro, depreciar las producciones domésticos. Hizo falta inculcar nuevos modos de vida, liquidando los hábitos sociales que se resistían al consumo comercial. El planeta del consumo de masas se construye eliminando comportamientos tradicionales, destruyendo las normas puritanas” .

El cambio es razonable. La garantía, irracional. La modificación es profunda. El trasfondo comercial hizo las paces con un Sujeto que lo vio sigiloso y hoy es el artífice de su personalidad. Para que eso ocurra, las manivelas mediáticas del espectáculo, están a la orden del día.

Vuelve Lipovesky:

“Ya no hay normas que se opongan frontalmente al despliegue de las necesidades monetizadas. Todas las inhibiciones retrógradas se han eliminado. Sólo quedan en la palestra la legitimidad consumista, las incitaciones al goce del instante, los himnos a la felicidad y a la conservación de uno mismo. El primer gran ciclo de racionalización y modernización del consumo ha terminado: ya no queda nada por abolir, todo el mundo ya está formado, educado, adaptado al consumo ilimitado” .

El armazón está intacto. La idealización es un hecho. La jerarquización se constituye como estandarte. Y mientras tanto, todo va, todo pasa y la cultura muta, se disuelve y vuelve a empezar.

La irrefrenable bola de nieve que rueda sin parar con los billetes tocando el suelo una y otra vez se direcciona en un solo punto fijo que el neoliberalismo reglamentó y los medios de comunicación solventaron de buenas a primeras, pues la consumación del Sujeto crujía en su interior la modificación de una manera de ver la realidad, muy distinta a lo que es hoy en día.

La globalización se expande a cada extremo del planeta. Las marcas publicitarias se erigen como las gurús de la cuestión, y mientras los platos rotos de las fallas del sistema las pagan abajo, arriba queda ese cúmulo de personalidades que manifiestan el poder a partir del discurso conformado.

Absorben en un abrir y cerrar de ojos las ansias de quienes no tienen otra cosa que darse el gusto con los gustos materiales; aplacar los deseos, deseosos de reprimirlos hasta que se anulen, pero evidenciando una imposibilidad evidente, pues el estilo de vida ya está implantado en esta sociedad de consumo desenfrenado.

Y los sujetos viven de eso. Y la construcción de su vida rige esos parámetros. Saben que los medios son los estímulos sectoriales de mayor concentración en esta sociedad y en ese flujo de hipercomunicación, los sujetos pretenden aparecer.

Paula Sibilia lo pone en palabras:

“La popularización de las tecnologías y medios digitales más diversos ayuda a concretar estos sueños de autoestilización. Subjetividades que se construyen frente a la pantalla. Las nuevas herramientas permiten registrar todo tipo de escenas de la vida privada con facilidad, rapidez y bajo costo, además de inaugurar nuevos géneros de expresión y canales de divulgación. Los blogs y las webcams son sólo algunas de estas nuevas estrategias para la autoestilización, así como los sitios de relaciones y los que permiten compartir videos. En todos resuena una noticia: ahora usted puede elegir el personaje que quiere ser, y puede encarnarlo libremente” .

Libertad de acción de un prisionero que da cuenta de su sentencia, pero se sostiene en una balanza donde la justicia divina la brindan los medios de comunicación.

“Si no me protege el empleado mayor, que proyecta todo el tiempo mi televisor… donde quiera que vaya, eveready estará” .

Puño y letra y la televisión sostiene. Imagen y semejanza y los medios invocan. Su mano invisible está en todos lados, discurso y comercio, allí estarán. La cultura, inevitablemente requerida de un nuevo formato digital, donde las nuevas tecnologías todo lo pueden.

Incluso cambiar el lenguaje, sustraerlo de sus bases y darle a los sujetos un nuevo prisma por donde mirarse, más expectantes de vivenciar aquello que quisieran ser.

El consumo es tan ligero que no sólo Mc Donald brinda la rapidez de su chatarra, sino que los medios con su basura, permiten la fugacidad de un estrellato que hace ver las luces de la fama pero las apaga en un abrir y cerrar de ojos. En esta sociedad donde el espectáculo es Dios; Dios salve a quien no pretenda aparecer, pues si eso no ocurre, no existe.

Sibilia expresa nuevamente:

“En esta cultura de las apariencias, del espectáculo y de la visibilidad, ya no parece haber motivos para zambullirse en busca de los sentidos abismales perdidos dentro de sí mismo. Por el contrario, tendencias exhibicionistas y performáticas alimentan la persecución de un efecto: el reconocimiento ante los ojos ajenos y sobre todo, el codiciado trofeo de ser visto. Cada vez más, hay que aparecer para ser. Porque todo lo que permanezca oculto, fuera del campo de la visibilidad -ya sea dentro de sí, encerrado en el hogar o en el interior del cuarto propio- corre el triste riesgo de no ser interceptado por ninguna mirada. Y, según las premisas básicas de la sociedad del espectáculo y la moral de la visibilidad, si nadie ve algo, es probable que ese algo no exista. El espectáculo se presenta como una enorme afirmación indiscutible, ya que sus medios son al mismo tiempo sus fines. Lo que aparece es bueno, y lo que es bueno, aparece. En ese monopolio de la apariencia, todo lo que quede del lado de afuera, simplemente no existe” .

El impulso del ensimismamiento es evidente y letal. El Yo de cada uno supera las expectativas de cualquier lugar donde pueda caber, y las dimensiones se sobreponen a los límites que la propia realidad le quisiera diseñar.

Aparecer en los medios es ley. Es prioridad. Es clave. Y para eso es necesario situarse en el espectáculo, es saber que el entretenimiento es el fino arte que permite el paso a esa divinidad. La sin razón comercial lo estipula, la publicidad lo avala y las grandes cadenas de comunicación lo remarcan. Empresa pura que purifica sus intereses en los intereses dañados de los sujetos, sólo exentos si son capaces de descifrar en el discurso mediático, la vil encerrona en la cual se encuentran.

“En las sociedades occidentales, por lo menos, el individuo se cree un mundo. Cree interpretar para sí mismo las informaciones que se le entregan. Esta individualización de los procedimientos es base en cada acción. Nunca las historias individuales han tenido que ver tan explícitamente con la historia colectiva, pero nunca tampoco los puntos de referencia de la identidad colectiva han sido tan fluctuantes. La producción individual de sentido es más necesaria que nunca” , dice Marc Augé.

Y la individualidad está extendida al máximo. Y el espectáculo de sí mismo nunca fue tan certero como el accionar del Sujeto posmoderno, establecido por el comercio, indagado por los medios, y librado al azar de sus deseos que lejos de una moral auténtica, aniquilaron una época para estampar una nueva, capaz de comprar todo con billetes, y donde la palabra adquiere un poder irreconocible, gracias a los fundamentos que propician los fundamentalistas que manejan los medios. Allí está el poder.

La razón del Sujeto está en entenderse a sí mismo para no ser sometido por ese discurso que lo consumió. Razón a la que la divinidad de la televisión poco lugar le brinda.

Razones de sobra para comprender la pureza de este convulsionado mundo actual, como que me llamo Immanuel Kant.