jueves, 29 de octubre de 2009

Atento

“La primera idea que se me vino a la mente es que ustedes escriban algo que empiece justamente con esa frase”. Lo miré atónito. ¿Qué me habrá querido decir este boludo?

Atento, hilvano.

Aristóteles se afeita con una Guillete Prestobarba Excel. Se persuade retóricamente del uso científico de la navaja.

Diego Armando, pensante y sereno como pocos, analiza la jugada con una rigurosidad evidente. “Diegote” da un pase magistral que deja solitario al delantero frente al arco. Grito de gol desaforado. “!!!La tenés adentro arquero… anda a buscarla!!!

Andrés escribe una canción en su sillón verde limón. Un temón del montón termina de un sopetón su colección. La rima se cansa y lo insulta en la cara. ¡¡¡Dejá de usarme para decir pelotudeses!!!

María Elena se reúne con Rodolfo. “¿Vamos a ver cómo es el reino del revés, Rodo?”. “Estamos inmersos en él Mary… mirá dónde estoy”.

Federico, “el Alemán”, revoca la pared que da al fondo de su casa. A martillazo limpio despeja los escombros. Pretende dejar todo listo para cuando llegue Sara, o sino está muerto. ¡Que Dios Lo ayudé!

Gabriel lanza su obra póstuma. Mi abuela cumplió 100 años y cree que el libro es dedicado a ella. ¡Ay Sole! Yo te regalé un poncho…

Miguel se fue de gira. ¿Quién sabe cuándo regresará? Sinceramente, si ponemos blanco sobre negro… es un buen cantante…

Ringo se creía una estrella. Paul se asombraba de su vanidad y entró en guerra. George, enojado, consideró al grupo una selva y se fue. John, mientras tanto, rezaba por la paz. Imagino a los 4 jugando al truco en un submarino amarillo… Déjenlos ser…

No sé qué me habrá querido decir con aquello. Si deseo dejar de decir boludeses debo estar más atento…

martes, 27 de octubre de 2009

Lobo del hombre

Hay que reconocerlo; el tipo la hacía bien. Tenía que sufrirnos una y otra vez, pero se las rebuscaba para mostrar, al menos, un poco interesante lo que es prácticamente aburrido para el 98% de la sociedad. Hoy me acordé de él. Por algo será…

Su nombre es Pablo Bana, y era el profesor de historia en el colegio. Por si fuera poco andar hilvanando datos sobre Juan Manuel de Rosas y sus peripecias en el gobierno de la Buenos Aires añeja; o los incontrastables apuntes que analizaba en medio de la clase sobre la tardía unificación alemana e italiana en las últimas décadas del siglo XIX; el maestro tenía otra gran pasión con la que intentaba abrir las cabezas de sus alumnos.

A saber: La siempre malograda “Teoría política”, que dotada de un material sumamente abultado, apuntaba justo a las mentes de los pibes con sutilezas mágicas.

Imagínense ustedes la siguiente situación: Obligado a mostrar el panorama de los teóricos contractualistas (unos filósofos piantados que lo único que desean es el sufrimiento de los estudiantes) que inspeccionaron el panorama social de sus respectivas épocas para intentar entender con una minuciosidad evidente, cómo se construye la relación entre los individuos y la sociedad en la cual desempeñan su vida cotidiana. Y así saber cuál era el mejor método en la utilización de un Estado y un Gobierno central capaz de darle las mejores herramientas a esos individuos para vivir en paz y armonía.

Si me fue complicado explicar en 5 renglones; pónganse en el lugar del pobre profesor que debía abrirnos las cabezas a unos jóvenes de 17 años, que en lo que menos pensábamos era sobre la “Voluntad general” de los pueblos en su desempeño democrático. A decir verdad, lo único que recordaba de esas clases eran las frases sagaces de estos autores. “El hombre es el lobo del hombre”, se repetía hasta al hartazgo.

Y así fue como Bana sacaba sus armas de seducción: “Yo sé que a ustedes les chupa un huevo estas cosas que les digo. Son datos que no tienen importancia y realmente si yo fuera ustedes estaría insultando al profesor a dos manos; pero aunque no lo crean, este quilombo de formas de pensar son fundamentales para su vida y deben entenderlas para su bien. Les va a servir mucho en el futuro”. Los cambios abruptos entre la furia y la compasión iban variando según la temperatura ambiente.

El profe seguía: “Sinceramente para mi es una mierda dar esta clase a ustedes; yo preferiría hablar sobre la goleada de ayer que le hicimos a los amargos de Banfield” (sí, Bana es hincha de Lanús como el que escribe estas líneas… y esa goleada nunca ocurrió, pero permítanme tener un poco de imaginación).

Realmente, el tipo era un personaje extraño y hacía lo imposible para mostrar entretenido algo que es netamente insoportable.

Así explicó una de sus clases memorables: “¿A Norberto Bobbio lo conocen? –las caras disimulaban una perplejidad evidente--, bueno; hoy lo van a sufrir como nunca. Van a desear nunca haber escuchado hablar sobre él. Hobbes es un muchacho paranoico que se la daba de guapo y no se levantaba una mina. Decía a viva voz que todos los hombres eran egoístas; desquiciados; arrogantes y vivían de sus impulsos a cada minuto. Para que puedan sobrevivir a tan nefasta realidad que muestra la naturaleza humana; lo mejor era armar un Estado fuerte, potente, ágil y emblemático que no le dé lugar a dudas para actuar y así someter al hombre en este camino hacia la armonía”. (Todos se quedaron pensando en lo boludo que era el tipo, que no se podía levantar una mina).

Pero Bana no desistía en su comentario: “El guacho la tenía clara. Había que poner mano dura porque sino los hombres se matarían entre sí. Agradecemos al absolutismo monárquico que nos brindó la libertad para vivir; que es nuestro más preciado derecho. ¿Los demás para que los quiero? Que se los quede el Estado. Entonces cedían todas sus libertades, por la más importante: Vivir. Como somos unos humanos pelotudos que no sabemos vivir dignamente con la paz interna; debemos llamar al Estado para que nos ayude en ese camino. Unos vivos bárbaros somos…”.

El profesor imponía su esfuerzo para simplemente entretener con algo que no resulta en lo más mínimo entretenido. Era la magia de Pablo. Banalizarnos.

Independiente está a punto de inaugurar su nuevo estadio que tiene una similitud muy grande a las enormes estructuras del futbol inglés. Una piedra angular inigualable en medio del subdesarrollo. La edificación cuenta con herramientas únicas y una tecnología de punta… --punta que aún no alcanza en su nivel futbolístico--. Colón es el rival y los pibes van a salir a la cancha con el objetivo de disfrutar de un espectáculo eterno que quedará en el recuerdo de todos sus hinchas.

El mismo recuerdo que me quedó al ver las imágenes por televisión de un hecho delictivo particular, pergeñado por simpatizantes de su vecino de enfrente al que denominaremos “Academia”. Celos; envidia; tristezas por realidades diferentes; resultados desfavorables; todo es un combo para que la pasión explote de forma malsana y algunos para canalizarla no tienen la mejor idea que mostrarla agresivamente.

Así fue como la tele aclamaba: “Varios hinchas de Racing entraron a punta de pistola por la noche a las instalaciones del `Rojo` y dejaron pintadas en las paredes adyacentes al estadio. Destrozos de equipamientos; maltrato de personal de seguridad y los mensajes mafiosos estaban a la orden del día”. Policial puro; se comenzó a desvirtuar para entretener.

Es deporte. Hay que darle un toque más relajado. Mayor flexibilidad. No tan rígido con las informaciones. Vamos a brindarle un poco de entretenimiento; ese es nuestro objetivo de hoy.

Entre las pintadas en tonos celestes me pareció ver una frase que difícilmente sea pronunciada por los “hinchas caracterizados”.

“Entre la información entretenida y la información concebida como entretenimiento hay una gran distancia”.

No sé si fue un golpe de vista o un recuerdo borroso que me quedó de la noche anterior, pero al ver las imágenes de las agresiones y el tratamiento que le brindaron los medios, pensé en Bana.

La noticia buscó únicamente divertir y distender a un público cansino que no tenía ganas de pensar. El folclore del fútbol hizo su aparición en escena y el duelo de hinchadas estaba instalado. Las agresiones eran parte de un montaje archiconocido al cual había que darle lugar entre los rayos catódicos.

Lo que pretende el público es entretenimiento puro y es por eso que tratamos la información como tal. Ahí salen a flote los personajes del momento hablando en el mundillo del fútbol, lo que significa esta embestida contra las instalaciones del “Rojo” y lo aún más trascendental: las envidias que subyugan en el interior de los hinchas de la “Acadé” al ver a su eterno rival en un progreso evidente.

Así es como el locutor pone de manifiesto los mensajes de la gente entre los que se recuerda todo el trayecto que vivenció Independiente, siendo inquilino en la cancha de Racing durante un par de campeonatos hasta que finalizara la construcción de su casa.

Banalizar es la prioridad y en vez de darle un cause funcional a lo que pasó, entendiendo lo grave de la situación sobre un clima futbolístico hostil que se contagia de una realidad violenta de por sí concisa sobre otros puntos sociales; se toma todo lo contrario y se impone el bendito folclore futbolero.

Como si la pintura celeste que se derramó en las tribunas de la cancha fuesen una obra de arte del mejor expositor rupestre imponiendo una nueva tendencia en el escenario deportivo, cuando eran las cuatro de la mañana.

Es fundamental comprender ese funcionamiento que lleva a hinchas de un club, realizar estos actos delictivos porque repercuten en la sociedad.
Algo parecido ocurrió la semana anterior cuando el jefe de la barrabrava de Chicago fue ejecutado en pleno asalto que intentó cometer a un supermercado, cerca de la cancha del “Torito”, en Mataderos.

¿Qué pasó? Chicago tenía un partido importante al día siguiente y parte de una de las facciones de la misma hinchada caracterizada empezaron a tirar proyectiles al juez de línea. Sagaz, el tipo esquivo un par de piedrazos pero la puntería es algo que se va afinando con el tiempo y no tardaron en derribarlo como si fuese un jueguito de Sega.

Lo paradójico es que no había público visitante por un dictamen de AFA y entonces la agresión era justamente para suspender el partido y enlutar a su líder.
En el medio: desquicios, conflictos internos por plata, negociados de todo tipo con dirigentes; participaciones políticas de peso evidente y amiguismos incontrastables. Todo eso que sobrepasa a la pasión…

Hechos de conflictividad que no sólo rozan el fútbol y se diseminan por todos los aspectos sociales que se les ocurran. Lenguaje elevado en todos los puntos mediáticos y un respeto a un solo ente. “Al público hay que darle lo que desea”.
Por eso todos estos temas centrales, puros y tensionados, hay que descomprimirlos, someterlos a la liviandad de un “leviete” y elevarlos al cáliz del entretenimiento para no alejar al espectador. La sentencia del zapping es crucial.

Banalización de por medio, los medios se dedican a entretener. Esa es la manera de atraer a un público abúlico y con ansias de reír sin pensar en los problemas de la malograda sociedad. El fútbol es un emblema y antes de someter a juicio los hechos repudiables que se enfrascaron de la mano de un par de delincuentes; es preferible desdramatizar la situación y ponerle un toque de diluyente a tamaña pesadez informativa.

El tratamiento vuelve a ser claro: La gente opina desinteresadamente y el conductor le brinda el lugar para decir a viva voz: ¡¡Aguante el Rojo!!

La trama secreta de las barras y los conflictos internos es sobrepasada por la locuaz voz de un movilero que prefiere hablar alemán, teniendo en cuenta la venida cada vez más cercana de Lothar Matauss a Racing.

Se deja afuera un sinnúmero de datos que permiten esclarecer los hechos o al menos enterarse de lo que ocurrió, para permitirnos cerrar con frases vacías pero alegres, al estilo: “La pelota no se mancha”; en alusión a uno de los mayores filósofos argentinos.

La manera de hablar de la televisión sobre esta temática sólo introduce distención; sólo busca entretener… y lo consigue…

Bana es perspicaz. Sabe de antemano que un tema tan aburrido como la teoría social, difícilmente tenga mella en las mentes de los jóvenes si no encuentra el camino a través del entretenimiento. Buscaba enseñar desde la diversión.

Rememorando a la filosofa, Cindy Loper: “Los medios sólo buscan divertir”. No sé si decía exactamente así pero mi inglés no es muy fluido.

Entretenimiento a la orden del día. La banalización yergue en lo más alto del pedestal mediático a la hora de informar.

Las pasiones hay que domesticarlas, pero cuando sólo encuentran la manera de despertarlas, la clave es dejarlas fluir para que los hombres no se tornen violentos e intenten autodestruirse.

El periodismo se autodestruye buscando la medicina para esas tensiones que aviva fielmente. Las pasiones se recrudecen. Los medios son lobos del hombre…

Bana tenía razón. Hobbes se la da de guapo pero no tiene idea de nada…

lunes, 26 de octubre de 2009

Manifesto común

Someter. Subyugar. Dominar. Avasallar. Esclavizar. Tiranizar. Oprimir. Soliviantar. Hostigar. Instigar. Incitar. Amotinar. Sublevar. Alborotar. Inquietar. Agitar. Indignar. Soledad. Abandono. Retiro. Incomunicación. Destierro. Melancolía. Nostalgia. Tristeza. Solución. Sometimiento. Dominio. Represión. Opresión. Rendición. Sumisión. Narcótico. Sonido. Grito. Subconsciente. Tontería. Estupidez. Simpleza. Despropósito. Disparate. Pequeñez. Uniformidad. Urgente. Apremiante. Inaplazable. Expolición. Usurpación. Utero. Vergüenza. Timidez. Ultraje. Deshonra. Humillación. Escándalo. Vilipendio. Verdugo. Castigador. Cruel. Sanguinario. Lascivo. Obsceno. Lujurioso. Criminal. Verosímil. Probable. Creíble. Posible. Admisible. Vértigo. Exterminio. Aniquilación. Masacre. Extinción. Desaparición...


***Andrés Calamaro

lunes, 19 de octubre de 2009

Se aprovechan de mi nobleza

Ayer me reencontré con un compañero de colegio después de 10 años en los que no supe nada de él. Teníamos una muy buena relación, les digo en serio. Café de por medio, me dijo con una seriedad notable, qué pasaba con su vida. Y soltó: “Soy escritor. Me dedico a crear poemas”. El romántico empedernido que alguna vez allá a lo lejos acostumbraba a sentarse al lado mío en la escuela, en la actualidad dedica su tiempo al vicio de la escritura. No lo niego, le veía condiciones para eso.

Ahora bien, detrás de esas simples palabras enmarañadas que irradian sentidos en donde el común de la gente no lo ve y a lo que todos llaman poesía, me vino a la mente una escena muy particular en donde el muchacho en cuestión era el protagonista principal.

Les soy sincero: No soy afecto a las películas de suspenso. Mucho menos si la pasan a las 10 de la noche. Por alguna razón, luego tengo pesadillas; pero no quiero irme por las ramas, mejor cuento lo trascendental.

El joven Walter (así se llama el pibe) cuando éramos unos purretes, en una hora libre sin maestro alguno, de las que abundaron por aquellos tiempos, me contó la película que había visto el día anterior.

Y empezó: “!No sabés Mati! La peli es buenísima. Resulta que unos tipos viajan a Egipto porque quieren descubrir una vieja historia secreta detrás de las maldiciones en las pirámides. Entonces, van todos por el desierto y encuentran las ruinas perdidas de Amun Rá” (Así me imaginé que se llamaría. Recuerden, era un niño).

No los desconcentro del tema central con cursilerías lingüísticas, mejor dejo que siga relatando Walter: “El legendario monumento egipcio escondía tesoros increíbles, pero parece que la maldición no debía ser descubierta, y entonces los tipos se encontraron con otros señores que protegían el lugar sagrado. Estos hombres con túnicas negras les dijeron que no pasaran. Pero como esto es una película… los intrépidos protagonistas no hicieron caso. Entonces entraron y descubrieron una momia y un libro extraño. Ese documento lo leyeron sin darse cuenta que volvería a la vida a la momia. La maldición decía que todo aquel que abriese el libro iba a morir a manos de la momia”. Hasta acá la película tornaba interesante.

Walter terminaba su historia: “!Terribleeeeee! A un pelado le entró un bicho raro por el pie, subió por todo su cuerpo y le termino alojándose en su cerebro. El tipo se murió desesperado. A un par de norteamericanos (de los que no faltan) los terminó comiendo la misma momia. Otros se cayeron a un río de lava negra al estilo "Agua de los lamentos" y jamás se volvió a saber algo de ellos. Un egiptólogo finalizó absorbido por millones de termitas carnívoras rarísimas. Al final, la pirámide se cayó, pero obvio, el protagonista y la chica lograron escapar antes del derrumbe”.

¡Qué peliculón! Les digo en serio: de los 15 minutos de relato de aquel film lo único que quedó fijo en mi mente es la innumerable cantidad de veces que el pibe me dijo que “la mina que hacía de protagonista estaba re buena”. Del resto, no me quedó más que trescientos millones de detalles incongruentes que no pude hilvanar hasta que vi la película. Sí muchachos, esa historia es la de “La Momia I”. La recomiendo, pero no se las pienso relatar.

¿Por qué toda esta introducción minuciosa, si no tiene sentido alguno y da detalles innecesarios? Bueno, el asunto es que recordé a Walter cuando agarré el diario de hoy.

Tema fundamental en estos días es uno y nada más que uno. El proyecto de Ley de Radiodifusión da vueltas por todos los medios de comunicación posible y el conflicto está a la orden del día. Mientras el Gobierno, de la mano del cúmulo de legisladores oficialistas se alistan para aprobar sin sobresaltos el “proyecto democratizador”; los medios muestran sus uñas de la mano de la mágica realidad que describen en su interior. Así, el monopolio del Grupo Clarín defiende sus intereses en las mismas páginas de su diario, en contra de la posible futura “ley antidemocrática”…

Las noticias van y vienen. Llenan espacios en blanco. Disponen de la mayor cantidad de éter posible. Y alcanza niveles de desarrollo tales que uno ya no sabe si está siendo informado sobre una realidad o se encuentra dentro de un conflicto político de magnitudes insospechadas. ¿Es necesario que les responda? Mejor no abundo en una explicación detallada.

Aquí sale al ruedo la notable “Sobre-información”. Hace gala de su presentación y como un as bajo la manga periodística cubre todos los aspectos posibles: El proyecto tiene matices de todo tipo y los relatos sobre el asunto ya superan las expectativas. La información se multiplica a diestra y siniestra y el lector desprevenido ya no sabe dónde mirar. Detalles y más detalles ya no permiten distinguir el rango de importancia. Si allá a lo lejos un loco me dijo apenas entré a la facultad, que las noticias tiene un carácter jerárquico; y que la importancia de los hechos va en orden decreciente para que la audiencia pueda leer lo más trascendental primero y luego hilvanar datos pormenorizados hacía el final; hoy ante esta situación, la realidad marca algo distinto.

Intereses de por medio, lo trascendental no son los hechos que se cuentan con una importancia básica estipulada. Lo recomendable es detallar sobre asuntos particulares que lejos están de parecerse a algo fundamental para que la gente se entere. Lo trascendental ahora es plagar de información. Los datos se superponen unos a otros y uno ya no sabe dónde leer. La realidad es una maraña incongruente sin un hilo que los teja para que se entiendan.

“Sobre-informado” leo el Clarín. Miro a la izquierda (hablo de direccionalidad manual y no política) y dice: “En el inicio de las audiencias públicas organizadas por el oficialismo sobre el proyecto para una nueva ley de medios, los primeros 44 expositores tendrán diez minutos para dar su opinión, en una jornada que durará más de 10 horas. Será en el Auditorio del Anexo de la Cámara Baja, con capacidad para 250 personas y con ingreso limitado sólo para diputados, asesores, taquígrafos y periodistas. Es decir, sin público.” Así se inició la nota.

Pero así finalizó en sus últimos párrafos: “Distintos sectores de la oposición, a favor de organizar audiencias públicas en siete puntos del país, cuestionaron el formato impulsado por el oficialismo y la porción de oradores que quedaron afuera. La semana pasada, la pulseada por la elaboración del cronograma se había llevado buena parte del plenario. Ayer se repitieron los tironeos en ese sentido y según la oposición, la cantidad de pedidos para exponer superaría los 300…”.

En el medio hay datos de todo tipo, forma, factor, color, tamaño y si no tuviese problemas con la vista diría que me pareció ver hasta algún análisis bucodental de varios legisladores que discuten el proyecto.

Sigo sobre-informado. Miro a la derecha (ahora no les podría precisar sobre si es simple cuestión manual o ya una direccionalidad política) y leo sobre las advertencias que lanzan las radios del interior ante su conflictiva situación si se aprueba el proyecto. Veo las palabras multiplicadas de los diputados de la oposición y hasta a un muchacho venido del Viejo Continente para dar su parecer sobre la Radiodifusión nacional. El señor es un jerárquico en los medios de la Unión Europea y es palabra autorizada para criticar el proyecto de ley. Inclino la vista y me sorprendo con una “Ley mordaza”, según palabras del diario español “El País”. Y para cerrar el picnic informativo, me entero sobre la presión incesante que el Gobierno realiza a Cablevisión --la operadora de cable que tiene en su interior grandes porcentajes de dinero provenientes del mismísimo grupo Clarín--.

Detalles y más detalles que me ciegan la capacidad para analizar. Puntos clave que se disuelven entre tanto palabrerío sin sentido. Catarsis ideológica asoma desde todos los puntos y siempre con la misma idea en mi mente: ¡Qué quilombo todo esto!

¿Y ahora quién podrá defenderme? Como sé que el Chapulín colorado ya está bastante viejo para venir a rescatarme, no me queda otra cosa que seguir aguantando toda esta embestida informativa. Todo este cúmulo impresionante de datos y más datos de toda índole que ya no puedo sostener.

Como todos estos movimientos de los medios están fríamente calculados, los detalles son obra y gracia de una “sobre-información” asistida, que dice muchas cosas, pero al final no dicen nada. El toque de dramatismo juega su parte y la intriga está dentro de las posibilidades.

Las comparaciones son odiosas y creo que sería un despropósito igualar en un mismo nivel a la información que detallan los medios, con Walter y su interminable película. Me estoy yendo por las ramas, pero lisa y llanamente tengo la certeza de que ambos se aprovechan de mi nobleza…

martes, 13 de octubre de 2009

17... la desgracia

Si me asomo a “pispiar” la tapa del diario y veo ese enorme número, sólo una idea cruza mi cabeza. Así me pregunto: “¿Tanto caudal de fondos es necesario?”. El hastío ya es parte de uno cada vez que se encuentra con noticias que poseen un único puntal: El ir y venir continuo en un conflicto interminable entre el Gobierno y las entidades representativas del Campo están a la orden del día. Los medios se adueñan de aquellos datos que surgen de la realidad y las sutilezas hacen el resto.

Parece que la Oficina de Control Comercial Agropecuaria (ONCCA –cualquier parecido con un Pokemón es pura coincidencia) -organismo que monitorea las transacciones que realiza el Agro argentino-, elevó su presupuesto en un 17 mil por ciento en sólo tres años. Interesante número surge en tan poco tiempo.

Lector desprevenido aquel que con una cara de espanto sigiloso ve aquel plafón económico. “¡Un dineral!” gritarían algunos al entender a “su” manera que se necesitan cubrir ciertos aspectos políticos y sociales de compleja resolución. “Algo raro en todo esto debe haber”, me dijo mi abuela al escuchar ese numerito en la radio. No era el premio de la quiniela. Lo digo por las dudas: nuevamente quedó vacante.

Lo que aún rondaba en mi cabeza y dejaba vacante esta idea era aquel número mágico. ¿Será que me falta saber algo de lo que no estoy enterado?

Los intereses están a la orden del día y el periodismo no está exento. Ellos juegan su parte con la bendita materia prima que les da la nunca tacaña realidad. Ahora bien: Si la bondad de la realidad es una constante fuente de energía para los periodistas; estos la distribuyen a gusto y piacere…

Bienvenida a nuestros pagos la grata “Sub-información”. Dato certero, categórico y contundente que se desprende del caudal informativo y se contornea de acuerdo a las necesidades de lo que debo decir.

El contexto lo es todo en esta vida. Cada uno actúa a semejanza de lo que rodea sus acciones y no hay duda que si ese contexto en el cual me desempeño es totalmente diferente, mis actos serán distintos. Van en sintonía. Son dos centrales defensivos que se complementan al unísono para marcar a los delanteros rivales: Acciones-Contexto. ¡Qué dupla!

Las facilidades discursivas hacen brillar por su ausencia al respeto por una ética específica que solvente a esa realidad con su contexto determinado. Si a un dato lo sacamos de su hábitat natural y lo mandamos al matadero de un nuevo entorno, la conclusión es una sola: Se está forzando a un dato de la realidad para que diga otra cosa de lo que en realidad dice.

La mágica “Sub-información” está con todas sus luces y arma el contexto necesario para que el discurso periodístico diga una cosa que la realidad, en realidad no dice.

No lo conozco, pero afirmo que aquel tipo de la esquina es un negro de mierda. Vuelvo a recurrir al pequeño Larousse de mi abuela: “Negro de mente, Matías…”. Sí, soy prejuicioso.

Creo que aquel número que leo no es el debido. Me parece que están haciendo las cosas mal si ese presupuesto es el destinado para un organismo que se debería dedicar a fiscalizar al campo y contrarrestar la evasión fiscal. Hago un juicio previo y las noticias me dan el magma para que yo piense así. Contexto interpretativo de la “sub-información”, como quien no quiere la cosa…

No puede elevarse tanto el presupuesto en tan poco tiempo. Y los demás organismos gubernamentales que necesitan cumplimentar sus servicios y no tienen un caudal tan importante como la ONCCA, ¿Qué onda? ¡Cuántos disparadores trae un simple número, sin siquiera leer la nota!

“(La ONNCA) este año manejará 3700 millones de pesos sin licitaciones ni transparencia en la asignación de subsidios a la industria alimenticia. Además, sin control legal, ya que todos sus expedientes no pasan desde hace un año por el servicio jurídico estatal, sino por una oficina paralela cuya creación nunca fue formalizada”.

Sigue la magia: “El presupuesto de la ONCCA, que en 2006 (cuando se autofinanciaba con multas) era de 21,4 millones de pesos; trepó en 2009 hasta 3696 millones”… Los números no mienten. Por lo menos así se decía en los tiempos de mi abuela.

Mientras me siento boludeado continúo leyendo: “La mayor parte de esos recursos se destina a pagar compensaciones para que las empresas alimenticias no suban sus precios. Pero también crecieron fuerte otro tipo de gastos: los pagos por alquileres, viáticos y otros gastos ejecutivos lo hicieron 308 por ciento. Otro rubro que trepó el 4951 por ciento son las partidas asignadas a servicios técnicos y profesionales”…

Sigo sintiéndome boludeado. Me entero que la ONCCA cuando nació en 1996 sólo funcionaba como regulador fiscal. Hoy abarca el manejo de millonarios subsidios y la bendita regulación del comercio externo de granos, carnes y lácteos. Siendo coordinado por personas “sin ningún tipo de experiencia en el agro”, me remarca el diario de hoy… “¡¿Cómo quieren que me sienta?!”.

Los datos se siguen acumulando uno a uno y me convenzo más. Están desarrollados con una sutileza magistral y todo nacido de un simple número redondo.

No puedo permitir que me siga denigrando el maldito ONCCA… Sub-informado hasta la muerte seguiré luchando por encontrar la verdad detrás de todo este chamuyo…

En fin, los números no mienten…

Mi idea aún sigue vacante… ¡Qué desgracia! Abu, jugale al 17 la próxima…

sábado, 10 de octubre de 2009

Un Chiche espectacular

Apagué el televisor. Me sentí indignado cuando vi esas imágenes. Consideré a la secuencia que me mostraba el aparato una injusticia tremenda a la moral de este sistema. Con un simple click desde el control remoto supuse darle muerte a ese momento nefasto que comentaba aquel señor de traje prolijo y un peinado un tanto estrafalario. Los rayos catódicos no podían hacerme esto. Me sentía más tranquilo una vez que observé la pantalla en negro.

Las innovaciones no son algo que abunde en los medios de comunicación. Por momentos creo que las ideas tienen un punto cúlmine de crecimiento y luego comienzan a repetirse una y otra vez hasta el hartazgo, con tal de conseguir el mismo objetivo. Los cambios se los dejan sólo a las tecnologías que hacen las veces de soporte técnico. El público, por supuesto, hace las veces de soporte emocional y cognitivo. Felicito a quien es capaz de soportar aquello que pasó recién. Yo no me lo banqué. Era mejor darle fin a esa infinita serie de imágenes.

Por momentos creí que lo mejor era tirar el televisor por la ventana. Para muchos esto será un acto de Justicia Divina. Para mí es un sacrilegio, pero en este instante me vino el chiflete y estuve a punto de cometer un magnicidio.

¿Cómo vive una familia con 20 pesos por día? Es una de las preguntas más trascendentales que se han hecho los filósofos televisivos en las últimas dos décadas. Es un problema social fundamental que irradia un sinfín de cuestiones particulares desde donde iniciar una investigación cuantiosa. Es menester del periodismo actual, tratar de concebir una respuesta única e irrepetible a esta interrogación mágica. Más aún; es clave entender el tratamiento que se le da a este tipo de proyectos en pos de armar una noticia interesante. ¿Dónde está el parangón principal? La respuesta es simple: La espectacularización. El proyecto Blair Witch argento entra en escena y es así como el dramatismo hace las veces de factor fundacional en esta clase de noticias.

Roberto, el padre de familia, sale a trabajar durante todo el día para tratar de traer el pan a la casa. Marta, la madre, con la cara cansada y atareada por el sistema que carcomió sus esperanzas de un mundo mejor le dice a la cámara lo difícil que es sobrevivir con apenas “dos mangos en el bolsillo”. Detrás corretean los chicos. Son 5 pibes entre los dos años, que acaba de cumplir la menor (Karen) y el mayor de los hermanos que cuenta con 14 años (Luis) y sale a “laburar” con el padre para conseguir unos pesos más hacia el final del día. Su objetivo es tener el estómago lleno y ¿el corazón contento?

La música de fondo lleva al público avispado a un climax irrepetible. El drama es una dama de compañía que ayuda a entender el sentido de este formato televisivo tan particular y espectacular.

Roberto desayunó con 2 mates y 4 galletitas. La mujer intenta poner en palabras las dificultades extraordinarias que sobrelleva para pagar los alimentos del día. Marta confiesa los malabares interminables que debe imponer sobre su bolsillo para convidar con un plato de comida a sus hijos. El resto… que pague Dios.

La endiosada televisión pone en imágenes el espanto en su más cruda realidad. La audiencia sufre la angustia de ver frente al televisor, la angustiosa vida de una familia que apenas tiene el suficiente dinero para sobrevivir, y ahora, cual conejillos de indias, son la carne de cañón predilecta para experimentar la más asombrosa de las investigaciones que se haya emitido alguna vez en el país.
Roberto está cansado, come y se quiere acostar. Marta está angustiada, sufre y lo quiere contar. Sus hijos están desahuciados, lloran y pretenden estudiar. La vida del obrero es así. Se las presento, de la mano de la televisión.

La narración continúa y yo que miraba atentamente la trama, ya tenía ganas de vomitar. Estaba asqueado de tanta desazón. Estaba abrumado de tanta hipocresía, con el ojo puesto en el entretenimiento ajeno. Estaba harto de tanta utilización malsana de los recursos en pos de sumarle un punto más al rating.

Detrás de la pregunta irritante sobre la imposibilidad de una familia para vivir dignamente con sólo 20 pesos por día, aparecen los problemas escalonados uno al lado del otro. Y se enumeran.

Señor, usted que está del otro lado; marque con una cruz lo que considere correcto.
Los chicos están imposibilitados de estudiar. ¡Qué futuro nos espera! ¿Y dónde van los pibes cuando no tienen un rumbo claro y viran a la deriva? Si eligió el tema droga. Acertó.

El trabajo está escaseando y Roberto no encuentra una salida clara para mostrarle una guía a sus hijos. ¡Qué futuro nos espera! ¿Y dónde va Roberto si no tiene un punto claro en donde redituar su miserable vida? Si escogió el tema inseguridad. Acertó.

Los problemas en el seno de esta composición familiar están a la orden del día. Las cosas no salen como pretenden. El azar, el destino y las peripecias que deben realizar para sobrevivir engendran un mal interno que está en todos lados cuando se irritan los humores. ¡Qué futuro nos espera! ¿Y dónde dan cause las respuestas cuando no hay respuestas concisas en busca de un mejoramiento temporal en esta vida? Si tomó el tema violencia familiar. Acertó.

Las ramificaciones temáticas se multiplican y hay una simple cuestión que se responde ante el infinito sistema televisivo que los muestra. Droga; inseguridad; violencia familiar. Ítems a los cuales no se puede eludir si se pretende estar rodeando a la más cruda actualidad de estos días.

Pero la televisión no puede mostrar así como si nada esta maraña de ideas. ¿Y si mejor le damos un toque mágico espectacular? Bienvenido sea entonces el renombrado modo de hacer entretenido lo inexplicablemente entretenido.

Si Roberto me dice a viva voz: “Porque en la calle yo me recibí, en el arte de sobrevivir. Revolviendo basura, buscando lo que este sistema dejó por ahí”. Yo lo debo mostrar de una manera amena que no sofoque el sistema nervioso central del pobre espectador que nos observa. Si el señor que vive con apenas 20 pesos por día, sufre de sus desgracias y decidimos mostrarlo para ver lo que es en realidad la realidad; no me puedo permitir darle un sacudón de mal gusto al organismo del público que está del otro lado de la tele, viéndome. Respeto con el mayor de los honores a quienes me observan, que de ellos dependo con las convicciones que merece el caso.

Roberto; Marta; Luis; Ignacio; Belén; Marcos y Karen. Pónganse las pilas y denme el mejor de sus perfiles para que el público disfrute de un espectáculo único.
Las películas hollywoodenses tienen ese no sé qué. Las tramas de los films yanquis cotizan en bolsa. Construyen un relato magnánimo que simula una realidad alterna capaz de manifestar un innumerable proceso de secuencias espectaculares. Son al fin y al cabo los reyes del celuloide constitutivo de la ficción.

Esto que sucede en el mundo argento no es ficción pero se construye como tal. La dosis dramática; el elixir de suspenso; la química doctrinaria del espectáculo televisivo está en cada uno de los puntos que se toque desde la caja boba. El contenido es lo de menos. La fórmula clave es la forma de decirlo. Y cómo atraer al público es la manera más trascendental para conseguir un buen número. Salud entonces a esos mecanismos. El fin justifica los medios decía Maquiavello. En los medios se justifica cualquier fin, diría yo.

Es por eso que apagué la televisión esta noche. No la pienso prender hasta que el sistema no se retracte y me conceda la bondad de poner los puntos claros sobre la mesa. Soy responsable de mis actos y no puedo permitir que el plagio sea un arma de doble filo.

Yo me banco cualquier cosa, pero esto es inaudito. Las ideas deberían patentarse en estos casos.

Algunos juegos televisivos los inventé yo. ¡Y no pienso permitir que me copien… como que me llamo Samuel!

Estos “chiches” espectaculares son míos. Me calmé, pero la próxima cometo magnicidio…

viernes, 9 de octubre de 2009

Me excedí

Cuántas veces me han dicho que es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras. También es habitual que se diga que las mentiras tienen patas cortas, así que no me arrepiento de haber aclarado las cosas cuanto antes; lástima que los arrepentimientos no se llevan bien con los reglamentos. Me inculcaron que siempre que se toman decisiones hay afrontar las consecuencias de lo hecho porque lo hecho, hecho está. Es difícil narrar una historia tan enredada, pero tengo tiempo, espero que ustedes también.

Desde chico soy fanático de la natación y siempre espero las transmisiones por televisión de los distintos torneos para conocer aún más sobre la disciplina. Con un grupo de amigos, entre los que se encuentra mi hermano, empezamos a nadar y disfrutar de ello en un club de barrio; muchos soñaban que, con el tiempo, se convertirían en grandes competidores mundiales y lucharían por alguna medalla en los Juegos Olímpicos. Y tanto crecimos en nuestro modo de nadar que llegamos a competir en torneos interzonales y luego en competiciones provinciales. El grupo estuvo unido desde siempre, a cada momento, en cada pileta, ante cada adversidad, siempre aparecía el compañerismo que nos destacaba y del cual disfrutábamos a cada instante. Cinco grandes del buen nado: 3 amigos en común, mi hermano y yo, con desafíos que nos permitió crecer juntos. La relación con mi hermano no era la mejor ¿Cuál no?, pero en la pileta era diferente, tal vez porque no nos escuchábamos, sólo esperábamos que el otro tocara la pared y la posta que integrábamos iba derecho a la victoria.

Ahora bien, ¿Por qué este preámbulo engorroso?, simplemente porque la oportunidad llegó, y teníamos todas las chances de ganar, ya que los tiempos de competencia eran los adecuados para ingresar a los torneos nacionales de donde surgirían los equipos seleccionados para competir internacionalmente. Aquí está la cuestión, porque ganamos holgadamente y conseguimos el pasaporte a cumplir nuestro más preciado sueño desde que habíamos conformado el equipo cuando, de chicos, nos lanzábamos a la pileta.

Se ve que es cierto lo que se dice sobre la gloria, que rompe tus raíces, transforma tu personalidad, el triunfo te empalaga, y tantas otras boberías que se dicen en los medios, los psicólogos y tantos otros (de hecho lo acabo de escuchar en los pasillos cuando me citaron a hablar, recientemente).

Como bien había dicho, éramos cinco amigos, cinco en unión de equipo, cinco para triunfar en las competencias internacionales, que hace 2 años se realizaron a lo largo de una guía de desafíos, en busca de los tiempos determinados para entrar de lleno a los Juegos Olímpicos, que dicho sea de paso, aviso que comenzaron ayer nomás.

Esto que voy a contar era secreto hasta que estallé de bronca conmigo mismo. Y para colmo elegí el peor camino para descubrirlo. Siendo suplente indiscutido del equipo, mi mal humor antes de las carreras se hacía notar cada vez más seguido. Ver a mi grupo lanzarse a la pileta mientras yo me dedicaba a la fascinante tarea de cronometrar los tiempos individuales, no me caía muy bien que digamos. Lo mío era la natación fuera del agua, como un director técnico de fútbol en el banco de suplentes, pero sin tener mucho que decir (claro, en el agua no se escuchan las indicaciones que llegan de la superficie). Envidia sana o no, los celos me carcomían, los mejores tiempos se veían en cancha, sólo que yo los veía desde la tribuna y disfrutaba en los vestuarios; el ¡Vamos vamos! me resultaba un poco fastidioso. Mucho no hay para aclarar, los que corren más rápido tienen el derecho a competir y si queríamos ganar esa era la clave, no pretendía entrometerme en la victoria de mis amigos.

Son pocos los momentos de lucidez que se destacan en mi vida (tal vez contar esto es uno de los momentos más sagaces de mi vida). Pero por aquel entonces mi cabeza no era de lo más lúcida y si hablamos de que el triunfo te cambia, imagínense ser parte de esos triunfos pero no participar activamente de ellos.

El día señalado era el 7 de septiembre en Brasil, y con conseguir un buen tiempo pasábamos derecho a la clasificación de los Juegos Olímpicos. Algo terrible pasó por mi cabeza que no convendría comentar aquí, pero digamos que se sintetiza en dos líneas. Me tocó competir a mí, porque mi hermano sufrió una severa complicación estomacal que lo condujo al hospital más cercano, donde dijeron que algo que ingirió lo tuvo al borde de la muerte. Créanlo o no, competí, ganamos, logramos el mejor tiempo, clasificamos con destino al sueño, pero no me sentía conforme. Algo me decía que me había excedido.

Repito una vez más que no son costumbre mis momentos de lucidez, y lo que hice luego no fue lo más recomendable. Como si fuera poco, estallé en el peor lugar en el que podía hacerlo ¿Dónde se resuelven los escándalos privados de gente que no conoce nadie? Sí, acertó, en la televisión. En un comienzo eran todos canales deportivos porque, por supuesto, iba hablar sobre la gran victoria del equipo que nos representaría en los Juegos Olímpicos, pero eso duró poco porque cuando aclaré que era una confesión importante, todos los micrófonos del país me asediaron. El secreto se develó en el lugar más propicio pero menos oportuno. Mejor no recordar qué fue lo que tomó, ni yo me acuerdo. Mi hermano estaba bien físicamente pero mis palabras lo demolieron psicológicamente. Ustedes lo habrán visto, si no se pierden ninguno de esos escándalos televisivos.

Mi honestidad brutal me sumió en una terrible depresión. Tanto fue así que sin que pueda nadar mi hermano, el equipo decidió no competir la última fecha del circuito, ¿Para qué? igual teníamos el pase asegurado; y de cierto modo fue mejor que así fuera porque, sinceramente, estoy seguro que no pasaba el antidoping (es algo que no conté en la tele pero hubiese sido bueno hacerlo, por lo menos eso me hubiese convenido ¿o no?).

Mi equipo al poco tiempo fue mi ex-equipo; antes miraba de la tribuna, ahora ni eso, me daba vergüenza ver competir a mis amigos sin la confianza que tenían sobre mí.

Lo dicho, dicho está; lo hecho, hecho está. Mi hermano es el eje del equipo, el último en salir, la figura de la cancha que rompe record nacionales todas las semanas. Lo hice y gané la carrera; lo dije y quedé fuera del equipo. Las consecuencias son consecuencias y las decisiones están tomadas y hay que arremangarse y seguir.

Si hablamos de consecuencias esas no fueron las únicas, porque mientras todos se deslizan bajo el agua, yo sufro encerrado en la oscuridad.

Pero hoy es el gran día, y los Juegos Olímpicos a los cuales había clasificado, ni por televisión los puedo ver (allí donde nació todo ni siquiera me da para ver a mis compañeros).

Esperemos que ganen, ya que di todo por el equipo, pero los triunfos me cegaron; creo que me excedí.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Intuición

Abrió el libro y supo desde un principio con qué se iba a encontrar. Entendía como nadie aquello que la aferraba internamente a una historia que narra una y otra vez la misma secuencia. Sabía después de todo, qué ocurriría luego de finalizar la lectura de aquel párrafo. Despertaría en ella algo que no se esperaba, pero íntimamente intuía.

La interminable maraña de hojas se esparcía sobre la mesa en un desorden prácticamente infinito. Cualquiera que se dispusiera a ordenar tan sólo un poco aquel sitio, no entendería cómo ella comprendía porque estaba todo así. Pasó el tiempo pero ese liviano y tenue papel traducía más cosas de las que se pudieran entender en un simple abrir y cerrar de ojos.

La música de fondo la transportó a un lugar único. Irreprochablemente mágico. Allí se sentía protegida. Con la calma de los años de experiencia encima, se dispuso a leer las abroqueladas hojas que el pasado quiso lastimar. La tinta prácticamente no dejaba ver su significado en el terso papel maltratado por el tiempo. El color amarillento delataba los gritos del reloj a cada paso. Era una pieza elemental de su vida: Sentir nuevamente aquel perfume suave de la flor; mirar fijamente al cielo en busca de la estrella predilecta. Era hora de volverla a descubrir.

“¿Te acordás cuando hicimos aquel papelón en medio de la plaza? Yo lo recuerdo como si hubiese pasado ayer. Pensar que desde aquel momento no nos separamos más”. La hoja deshilachada se deshacía en sus pequeños dedos. Con el cuidado magistral de un cirujano y la precisión mordaz de un científico en pleno descubrimiento; la mujer dio vuelta la página.

El relato continuaba con una determinación pronunciada: “Tengo experiencia en estas situaciones. Dejame que te ayude con tu problema. ¿Estás segura de lo que ocurre? Mirá, la cosa viene así; con el pibe está todo bien y vos tendrías que hacer…”. Las imágenes se multiplicaban en la mente y los segundos se traducían en horas eternas, donde las aventuras estaban a la orden del día. En ese instante dio vuelta la cabeza y miró fijo aquella foto añeja.

Cerró los ojos.

¿Cuál es realmente el significado de la amistad? ¿Qué sentido etimológico nace desde su más profundo interior para traducir aquello que dos extraños amigos pueden vivir?

La tesis sobre la cual escribió mucho tiempo antes intentaba complejizar sobre este tema. Una escritora con una sagacidad envidiable como era, comprendió en ese preciso momento que más allá de lo que se escribe; lo trascendental penetra el sentido de cualquier palabra.

Cuando inició su trabajo sobre “la verdadera importancia de la amistad”, categorizaba trayectorias endebles. Monitoreaba actitudes posibles y armaba redes conceptuales en pos de explicar algo que para la mayoría de la humanidad resulta inexplicable.

Así empezaba su obra cumbre en aquella oportunidad, que luego publicaría con grandes honores: “¿Por qué somos amigos?”. Título alentador que lejos está de ser una canción más de cualquier arrabalero latino en medio de un recital melancólico; ella había escrito con la fuerza de voluntad que emanaba de algún lugar sobrenatural.

“Para entender el verdadero significado de una palabra mágica, lo importante es ir a buscarlo a donde la simpleza no tiene lugar. Muchos creerán que la amistad es algo que está fuera de discusión y quizás la consideren la secuencia de letras más compleja y polisémica de nuestro lenguaje. La arbitrariedad de nuestra lengua hizo posible que a la amistad la consideremos más allá del fino sentido que le da la sociedad en la cual vivimos”. Así comenzaba el prólogo de un libro que se convertiría en Best Seller en poco tiempo.

En ese texto intentaba disponer de fundamentos lógicos para que todos los seres del planeta comprendan casi de forma matemática la verdadera simbiosis que existe entre dos personas para que se transformen en entrañables amigos de por vida. Una fórmula química que entró en discusión y muchos tildaron de hipócrita. Los más escépticos a considerar a la amistad como un resultado aritmético, sacaron a relucir las banderas del sentimentalismo adquirido y eterna comprensión consciente que suelen tener las personas que se adoran y estrechan los lazos en una pronunciada amistad.

Los fervientes científicos; fríos y calculadores como siempre, buscaron adueñarse de la teoría para entablarla como el descubrimiento más importante de toda la humanidad. La explicación que la mujer daba en su trabajo, tenía las bases para dar cuenta de tamaño análisis previo.

En el capítulo 4 decía de forma textual: “Las células madre distribuyen en el cuerpo una enorme cantidad de enzimas de clase peculiar. Ellas son las encargadas de diseminar en el cerebro un químico comprimido que arma el mapa clínico de la persona. Las neuronas se posicionan en el cerebro según lo determina el cálculo hecho previamente por aquellas enzimas; y el arte matemático da el resultado sincero. La compatibilización que tengan los seres humanos con la gente que los rodea es obra de este cálculo. Así, la amistad está predispuesta genéticamente y cada uno es amigo de tal o cual persona porque así estaba estipulado en el preciso instante de su nacimiento”.

La polémica estaba instalada. Crítica como siempre, la narración del libro construyó un semblante en la sociedad que cautivó a mucho público, pero que ganó infinidad de desplantes por parte de los puristas del lenguaje. Hoy sigue en boga esa teoría psicosocial. Rompió los moldes de un sistema básico infranqueable y las voces se multiplicaron para tratar de darle cause a algo que tal vez no tenga una única explicación.

Que la amistad se construya de forma eminentemente genética era algo que complicaba a las esferas tradicionales, y la ciencia a partir de ese relato comenzaba a ganar una nueva pulseada.

El cartel gigante que se dispuso frente al Congreso científico de aquel año en Berlín, fue la imagen que quedó impregnada en su cabeza. “Los amigos son la familia que se elige”, decía uno sobre la derecha. “La amistad, como el diluvio universal, es un fenómeno del que todo el mundo habla, pero que nadie ha visto con sus ojos”, aclaraba otro sobre la izquierda de la escalinata. “Es parentesco sin sangre una amistad verdadera”, mostraban los folletos de algunos revoltosos anti amistad-genética.

Abrió los ojos y dio vuelta la página…

“Las de pavadas que hicimos el otro día. Yo creo que estás totalmente loca. ¿No te lo dije nunca? Valen la pena esas locuras. Además estás cosas nos fortalecen un montón. Creo que tengo que contarte algo importante, vos que siempre me escuchás, necesitás saberlo antes que nadie…”.

Nuevamente pestañó pronunciadamente y dejó fluir una interminable secuencia de imágenes. Las sonrisas se multiplicaban. Las carcajadas estaban a la orden del día. Las miradas cómplices se irradiaban a caudales. Los abrazos, un símbolo inexpugnable y determinante. La palabra; un simple complemento más que era traspasada por los sentimientos. Esos que no se explican literalmente. Esos golpes fuertes del imaginario que sucumben a la atareada realidad. Amistad, al fin y al cabo.

Abrió los ojos. Dio un vistazo al ambiente y respiró profundamente. Se sintió en otro lugar. El verde detrás era una constante. El celeste delante era el horizonte predilecto. Es en sí; el mejor lugar en el cual podía estar en ese momento.

Llegó a la última hoja y su cara de sorpresa acudió como un sigiloso gesto desprevenido. El mensaje era de su propio puño y letra pero nunca supo el por qué. Íntimamente lo intuía y el último párrafo se traducía infinitamente en su corazón y golpeaba fuerte en lo más profundo de su ser:

“Mi jardín perdió una flor… Mi cielo ganó una estrella”.

Cerró lentamente los ojos. La teoría se comenzó a desvanecer. Finalmente comprendió que la amistad no es cuestión de genética sino de una compatibilidad única e irrepetible. No es problema científico sino que es de carácter puramente sentimental. No es de trascendencia matemática sino que es eminentemente adquirido por una voz interna. Esa que te dice en un grito categórico que los amigos uno los elige porque son especiales. Entendió que no hay sangre ni enzimas; ni cualquier funcionamiento orgánico que determine el resultado de una amistad.

Es el simple impulso de la vida que lo termina construyendo. Una magia que pocos conocen pero todos dan por hecho.

Ella lo supo en ese instante… pero no caben dudas de una cosa. Lo intuía…

lunes, 5 de octubre de 2009

PRIP

“Pienso Realizar Impresionante Película”. Esas fueron las palabras que leí en un mensaje de texto a las 2 de la mañana. El número era de mi hermano así que supuse que era un chiste. El ringtone de Calamaro me despertó y ya no pude volver a pegar un ojo. Le respondí: “Perfecto, Relatamelá. Imagino Peliculón”. No recibí respuestas. Creí que era una broma. Hoy en la mañana me di cuenta que estaba incurriendo en un error.

Pizarrón en frente y con un semblante único, el pibe del mensaje trasnochado salió al ruedo con una explicación que envidiaría cualquier cineasta avispado.
Se sacó los lentes y comenzó a relatar: “La historia transcurre en un pueblo alejado de las grandes urbes, donde el campo es el emblema del lugar y cada uno de los habitantes vive y disfruta de lo que ese mismo sector agropecuario le brinda. Dentro de esa escena de paz, armonía y tranquilidad hay un oscuro mundo signado por las agrupaciones clandestinas, asociaciones de mala vida y personas con una ética un tanto endeble”. Ya mi cara había tornado a un gesto de interés por lo que me contaba.
“Dos familias están en el centro de una disputa por poder, riquezas y amores que superan lo imaginado. Todavía no tengo nombres que puedan surcar por mi cabeza así que sólo te comento los grandes rasgos de los hechos que pienso filmar”. Yo ya no sabía si creer en lo que estaba viendo o seguirle el juego hasta donde pudiera, ya que según tenía entendido hasta esa noche: Mi hermano no sabía nada de cómo filmar una película.

Pero el muchacho comenzó a analizar la trama del relato con una minuciosidad evidente. “El pueblo es manejado por un Mister Gobernador; jerarca que la sabe lunga. Tiene un carisma único y comprende lo que quiere y posee. Es el mandamás del lugar y cualquier piscuí que pretenda meterse con él, estará jugando con fuego. Ahora bien, el tipo empieza a cimentar un poder eterno que no entra en discusión. Pero de la nada y como si fuese poco, supongamos que entra un familiar en escena a copar la parada (llamémosle “primo”). Luego de varias disputas en su pasado y con algunos juegos sucios de por medio, terminan compitiendo cabeza a cabeza en un duelo político atroz. Así es como los dos tipos se juegan el futuro de un pueblo entero en medio de una gran crisis familiar”. La historia comienza a tomar color.

El hermano cineasta continúa: “Ahora empiezan a tallar viejos recuerdos; personajes olvidados que nunca se van y amores desprevenidos que sucumben a una realidad actual que ya está asustada de tanto ida y vuelta. Acuerdos y conflictos están a la orden del día. Para triunfar sin sobresaltos, el Mister Gobernador se alía con un viejo conocido suyo que supo ser jerarca en otro tiempo. Paradojas, este personaje (un tal “Tato”) con el que ahora se habla en pos de una victoria, hasta hace muy poco tiempo era el francotirador que tenía como blanco favorito al mismísimo Todopoderoso. Sí, el Gobernador se alío con un tipo que poco antes lo trataba de corrupto. Pero bue, la política es así.

Por si fuese poco, el Señor todopoderoso tiene la venia del vicepresidente de la Nación. Un tipo astuto que toda la población no sabe a lo que juega pero supone que tiene las reglas claras para llevar adelante (al menos eso esperamos todos). El número 2 del Poder Ejecutivo de la República, está en un conflicto serio con su compañero/a de fórmula. Pero esa ya es otra macrohistoria que aún no tengo bien en claro. Mejor sigo con el relato familiar que está muy bueno; escuchá”. Yo ya me sentía un poco mareado pero intrigado, así que continué prestando atención.

“El Señor Gobernador, ni lerdo ni perezoso, en los últimos años tuvo un trayecto político tranquilo gracias a la mano salvadora del Gobierno nacional. Pero en poco tiempo vio que las papas comenzaban a quemarse y decidió de buenas a primeras dejar de extender la mano al Gobierno central. Político le dicen…” Mis gestos le daban la razón. Seguía: “Acá aparece nuevamente el familiar vengador. El “primo” que vino al pueblo a salvar la reputación. A demostrar que él es el salvador que debe volver a las viejas andanzas de antes, cuando era EL Gobernador del pueblo. Para muchos, todo tiempo pasado fue mejor… Para tratar de vencer, no encontró mejor camino que alinearse con un tal “Pocho”. Ese muchacho es un histórico político de la zona que vuelve a escena (o mejor dicho, nunca se fue) y ahora pretende reivindicar el estirpe familiar. Perdón, no te dije: `Pocho` es hermano mayor de `Tato`, el tipo con quien se alió el Mister Gobernador”. A esta altura los nombres comenzaban a confundirme y empezaba a pensar que mi hermano estaba delirando, pero dejé que cerrara su historia.

“Ahora aparece un tercero en discordia. Todas las películas lo tienen, la mía también, ¿Por qué no? El muchachito, joven y casi sin experiencia que lleva de aliado a un sinnúmero de grupitos minúsculos en pos de destronar el poder familiar. Para eso tiene en la mano una carta totalmente solvente. Es el alfil del mismísimo gobierno central. Además tiene entre sus filas al actual vicegobernador. Eso quiere decir que al Mister Gobernador le están jugando sucio por detrás. ¿Recordás lo que te comenté del vicepresidente?”.

Yo perdí la mirada y dejé posar mi vista sobre los lentes de mi hermano que estaban junto al estuche en medio de la mesa del living. Comenzaron a mezclarse ideas dentro de mi cabeza. Sabía que en algún lugar había escuchado todo este lio pero no comprendía bien en dónde.

Este simple sincretismo que sucumbió mi mente tiene una sutil explicación. Esa magia eterna que tienen los medios de comunicación masiva para tratar de atraer con el filo de su mano santificada a una gran cantidad de audiencia es el fino objetivo. Cuando miro la televisión, hago zapping y descubro el mundo informativo; así confirmo la fantasía. El “señor comercio” anda dando vueltas y se lleva todas consigo. Lo recomendable es seguirle el juego y así es como en vez de ser éticos, los periodistas dedican su tiempo a agrupar escuadrones de público para que vean lo que tienen para mostrarles. Porque ese público siempre tiene la razón y lo que desea debe ser satisfecho, mi idea es armar algo que pueda no sólo llamar la atención de mi gente habitual, seguidora y compañera, sino que debo extender los mecanismos para que más público pueda tener la posibilidad de observar lo que hago.

Audiencia, que están en tu casa; santificado sea tu nombre. Véngase a nosotros tu dedo. Hágase tu voluntad tanto en la tele como en la radio. Danos hoy nuestro rating de cada día. Perdona nuestros programas segmentarios; como nosotros también perdonamos a la gente elitista. No nos dejes caer de la tabla de Ibope y líbranos del zapping… Amen…

El público amorfo es la confusión instantánea y la audiencia es el objetivo primordial. Ya no se busca mostrarle la realidad a un ciudadano que en pos de sus derechos constitucionales necesita ser informado para poder aplicar sus criterios en la realidad que le toca vivir, siendo funcional a la Opinión pública. Ahora la clave es mostrar un producto categórico capaz de absorber la atención de una mayor cantidad de gente para que el número mágico del rating suba. Cantidad en desmedro de la calidad. ¡Qué frase arrogante la mía! “!Soberbio de mierda! ¡Dale un poco de alegría y diversión al pueblo!”, me dirían.

Lo cierto es que acá no interviene tanto el espectáculo y la cuestión interesante de cada tema, sino una mezcla evidente entre posturas con tal de sazonar con una pizca de dulce a la más cruda realidad. Y a su vez, cortar con acidez informativa al más burdo empalagamiento de los productos novelescos. Para los fanáticos de uno y otro género, ambos se entremezclan. Ya pueden ver todo. Mientras Santo Biasatti luego de una noticia terrible referida al asesinato de una familia entera a manos de unos malvivientes, saca el celular que tiene escondido y dice a viva voz: “Mandá Noti al 2020 para enterarte de lo que está ocurriendo en el país y en el mundo”, con una cara sonriente de las pocas veces se la ha visto (más bien, nunca); y por otro lado aparecen tres hermanos que pretenden vengar la muerte de su padre y en el medio hay conflictos políticos de todo tipo; poder; amores encontrados y tramoyas de las que la ficción nos tiene acostumbrado y sacó de la más cruda realidad. Ya no sólo para “Valientes” es ver ese tipo de historias… Ahora todos están invitados.
La mezcla es un hecho. Recomiendo no mezclar. Hace mal al cuerpo si uno no está acostumbrado. Yo ya me siento acostumbrado y cuando mi hermano me contó el final de la historia comprendí todo.

Cierre hollywoodense: “El desafío político es claro. El pueblo vota y los resultados están a la vista. Las dudas comienzan a carcomer la impaciencia de los personajes de la película y el público se intriga. Los conflictos asoman a flor de piel; las riñas en las calles se multiplican y la campaña continúa. Hay balotaje. El final está abierto… Película para informados”.

“Película sobre la Realidad Institucional Provincial”. El mensaje perdido que mi hermano me había mandado en la madrugada como respuesta, recién llegó cuando él se había ido con el pizarrón en mano.

Pensé en ese momento que no era joda… Le mandé un mensaje apurado: “En cualquier momento podés recibir el Premio Reina Isabel Primera. Suerte.”

jueves, 1 de octubre de 2009

Lluvia

Me puse a escribir...

Veo cómo se espesan las nubes en el cielo. Escucho una melodía única e irrepetible. Leo el mejor libro que podría haber caído en mis manos. Preparo el manjar más delicioso que jamás he probado. Convierto el gol soñado por cualquier futbolista frustrado que tiene su día de gloria. Escalo la montaña más alta del mundo en el preciso instante que lo deseo. Me encuentro con mis entrañables amigos de toda la vida a disfrutar de una interminable charla vespertina. Duermo el sueño más precioso que mi inconsciente podría crear...

El gris sobrepasó al celeste cuando miro hacia arriba. La tenue imaginación le da paso a la copiosa realidad.

Dejé de escribir...