miércoles, 4 de noviembre de 2009

El Guasón bahiense

Michael se eleva por los cielos con una plasticidad mágica que jamás se ha visto en la historia de este deporte. Estira el brazo derecho como si fuese un “boby-goma” de color. Encesta el balón y los dos puntos por esa volcada le dan la victoria a un equipo de por sí extraño. Al gran Jordan lo abraza Bugs Bunny. Le da vueltas alrededor, cual remolino enfurecido, un Demonio de Tazmania alegre porque no será esclavizado hasta la eternidad por aquellos marcianos de una galaxia lejana. Lola Bunny somete a todos sus artilugios de seducción y mientras le da un beso sutil y certero al enorme basquetbolista negro, el conejo azul (perdidamente enamorado de ella) se queda mirando atónico.

Michael salva el día. Es un gran campeón y el básquet está de para bienes. En un salto espacial (para los extranjeros: Space Jam) vuelve a tierra firme, donde la aburrida y cotizada vida del ex número uno de la pelota naranja se deviene en un banquito esperando el Home Run de otro deporte típicamente norteamericano (que en estas líneas no voy a traducir, porque tampoco entiendo).

¿Acaso nosotros no tenemos el orgullo de ser los números uno en todo? Y entonces el mundo que se deleite. Michael, no te pongas celoso de Manu, pero si vos pudiste dar algunos pases y rebotes en el tablero con el Pato Lucas y todo el universo caricaturesco de la Warner Bros… ¿Por qué nuestro compatriota argento no podía llamar a Bruno Diaz y aliarse a un espectáculo único?

Bueno, el show-time no se dio del todo en la cancha, pero sí de la mano de los medios de comunicación que tomaron la noticia de una forma claramente marketinera.

Paso revista de lo sucedido:

A Ginóbilli lo conocen todos, imagino. El loco nacido en Bahía Blanca tuvo una idea magistral en medio de un partido oficial en el inicio de la temporada regular de la NBA (National Basquet Asociation –o castellanizado: Negros Bien Altos).

Luego de un rebote formidable tomado para anotar un triple fascinante y con el deleite inesperado de todo un público ávido de grandes acciones del Show, Emanuel vio a un murciélago dando vueltas por el perímetro de juego. Analizó brevemente las posibilidades concretas de tomarlo con sus manos y quitarlo de un impulso para que no interrumpiera el desarrollo del encuentro.

Análisis en la cabeza de Manu:

“El murciélago (pongámosle Graziani) está entrometiéndose en un terreno indebido. Es menester de un gran hombre como yo, sacar este estorbo del lugar que no le corresponde. La temperatura ambiente ronda los 24 grados Celsius. La mano está sudada luego de 30 minutos de juego intenso. La toalla para secarme está lejos, al otro lado del perímetro, en un banco de suplentes repleto de compañeros embobados con la rubia terrible que lanzo un grito estremecedor desde la tribuna inferior, al ver al bicho volador en medio de un partido de básquet. Soy el único capaz de atraparlo y continuar como si nada. La velocidad inicial es de cero. Estoy en punto muerto pero debo alcanzar una velocidad final cercana a los 21 kilómetros por hora para entorpecer de un sopetón el vuelo furibundo del animal. A la cuenta de tres y sin que me vea el árbitro voy a salir disparado a enfrentar a Graziani. Uno… dos… yaaaaa!”.

Todo el mundo está desconcertado. Mientras los negros bien altos de su equipo luchaban en la mitad del campo por una agresión fortísima que determinó la expulsión de un par de jugadores y la batahola acostumbrada en este tipo de eventos; Manu quedó atónito. Con una sonrisa de oreja a oreja, saludaba con estilo, a un murciélago estropeado.

Halloween daba para todo. Incluso la participación en un partido de este calibre, de un animal de las noches, que por su ceguera no pudo evitar la atrapada a lo jardinero derecho de un Manu atento.

Los medios hicieron su parte y la banalización es obra y gracia de este mecanismo inquisidor.

Un loco profesor me dijo hace poco:

“Banalizar es conferir anestesias y castraciones a lo que puede no ser banal. Eso es más que peligroso, sobre todo si se ejecuta sobre realidades que el ser humano tiene como vital el comprender”. Yo no entendía ni J; pero él seguía.

“Los dispositivos productivos trabajan una suerte de estandarización sobre los hechos que alimentan la maquinaria informativa. Por cierto que esto no es patrimonio de ningún medio en especial, sino una decisión productiva que se aloja en la totalidad del sistema mediático con mayor o menor evidencia y que busca calar hondo en el humor y el temperamento de las audiencias”. ¿Qué dice este tipo?

Cerró la idea con esta frase mortal: “Nada es tan importante que merezca ser tratado de otra manera que no sea la manera de los medios y nada es tan poco importante que no adquiera relevancia cuando es tratado por los medios de comunicación”.

Ahora sí entendí.

En los medios de comunicación entra en escena algo llamado banalización y como tal, utilizan ciertos parámetros informativos que desvirtúan la realidad de la cual emanan como hechos aislados, pero concatenados, a la vez, por un contexto evidente.

El partido de básquet es uno más de los tantos que existen por temporada en la NBA, la liga más importante de este deporte, en el mundo civilizado.

La sección deportes en los medios se nutren de esas informaciones. Es algo habitual y no deja librado nada al azar; más si Manu Ginóbilli, argento por naturaleza y un ejemplo a seguir por su porte y mensaje constante a los chicos fanatizados con el bahiense, entra en escena.

Pero los medios encontraron una veta que Manu les dio como un alimento crucial para la subsistencia de una noticia anodina que sirve para anestesiar de entretenimiento al público.

El profe loco me había sugerido la idea y ahora lo comprendo. Me vuelven a la cabeza ciertos párrafos de su explicación sobre el tema:

“El hombre es un tipo que se arroja a su sofá al final del día, y hay que brindarle una información que le ingrese casi osmóticamente. Y no hay que preocuparlo demasiado, pues seguro que la preocupación le movilizará el pulgar del zaping, que cae con la misma fuerza asesina que el pulgar del César en los circos romanos. Por eso banalizar es una acción imprescindible”.

Entretener es el magma de donde deben salir las informaciones y las noticias; sólo buscan satisfacer esa característica. La clave en todo esto es someter la precisión y la búsqueda de veracidad en las noticias a un rastreo elemental de entretenimiento, ya que esa es la piedra angular para entrar en el diagrama informativo.

No es pertinente poner a pensar al tipo que nos está viendo; escuchando o leyendo, sino que primordialmente hay que desestructurarlo, darle masajes placenteros de obras descafeinadas provistas de una azucarada realidad leve y sin trasgresiones al mal gusto. No se debe ahuyentar con pesadez porque cae pesado a la hora de la cena.
Lo importante es alivianar ese peso con toques mágicos de aromatizantes en barata que sirven de anzuelo para pescar a un público que sabe y pretende lo que quiere.

A esa audiencia abúlica se la alimenta con dosis sutiles de desinterés e informaciones marcadamente desinformantes. Entretener es la cuestión más elemental. Banalizar es su nombre de pila.

Manu hizo las veces de un villano de turno al que Batman hubiese atacado con sus artilugios de superhéroe sin superpoderes.

Los medios reprodujeron lo que hizo Ginóbilli: hoy es un “Cazamurcielagos”; el mejor plagicida del momento y un ídolo de multitudes en Internet a partir de la innumerable cantidad de videos que se subieron a la Web con su fascinante atrapada del murciélago.

Los periodistas poco más y casi le hacen una entrevista al mismo animal que fue agredido por el basquetbolista. Creo, además, que llamaron al mismísimo actor que encarno al hombre murciélago en la película; y Manu ya anda buscando el número de teléfono de Gatubela. Son escollos en los cuales hay que meterse cuando entretener es la idea principal.

Manu andá a darte la vacuna antirrábica; ese murciélago está enojado…

Michael está envidiando a su colega. Bugs come zanahorias como nunca antes, de lo ansioso que se pone al saber que Batman es más importante que él. En fin, todo puedo ocurrir en plena noche de Halloween...

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