jueves, 24 de septiembre de 2009

Vida de paralela

La pelotita blanca se fue larga. Terminó el partido. Hay un nuevo campeón y el festejo se hizo de la escena una vez más. Una semana pasó de aquel maratónico encuentro y todavía no podemos creer que haya sucedido. Realmente es un verdadero milagro argentino. El deporte suele dar sorpresas increíbles.

Mi primo tenía un sueño en mente que, quizás, en algún momento se pudiera hacer realidad. Y eso mismo ocurrió el miércoles pasado. La familia está de parabienes. Más aún, sabiendo cuáles fueron sus palabras cuando arribó al país luego de la enorme travesía que le tocó vivir.

El muchacho es un enorme jugador de tenis de mesa (para quienes me están insultando en estos momentos, se los escribo en castellano: Ping-pong. ¿Ahí está bien?). Bueno, la cuestión es que el pibe maravilla tiene un don especial para desplegar sus cualidades deportivas sobre el rectángulo tenístico. Una destreza envidiable y particularmente, mal que me pese, unos reflejos intactos (sabrán ustedes que mi vista deja bastante que desear). Hace dos semanas viajó al lejano oriente en una patriada inigualable. El representante argentino en el mundial de la especialidad estaba llegando al paraíso soñado. Entre millones de personas idénticas, un argento a la deriva…

Los nervios del debut sólo él sabía cómo se sentían. El orgullo de haber pasado el primer escollo, solamente él lo entendía. Y los nombres de los rivales pasaban a medida que los compromisos se iban superando.
Voy a ser lo más preciso posible en este rigor periodístico que me delata:

Primera ronda: Venció a un jugador portugués (4-0)… “Fácil. Era un pichi”, me diría vía internet, después de la victoria.

Segunda ronda: Derrotó a un estadounidense (4-2)… “Jodido. Era un Yanky”, fue el mensaje posterior.

Octavos de final: Categórico triunfo ante un japonés (4-0)… “Ni yo lo puedo creer”, aclaró luego.

Cuartos de final: Sufrida victoria ante el alemán, subcampeón en el mundial pasado (4-3)… “Me la jugué a lo último con lo que me quedaba”, mensajeó; convertido en una cábala a esa instancia.

Semi-final: Sorpresiva lesión del rival sueco en medio del partido (WO)… “Estoy cagado en las patas”, fue el último aviso antes de la gran final.

La finalísima se jugó el miércoles porque los problemas en el club donde se disputaba el certamen se hicieron presentes. Una huelga de “ball-boys”, quienes reclamaban una indemnización ante los reiterados insultos que recibían de los competidores, hicieron que la gran definición del campeonato se postergase y se completara al día siguiente, sin presencia de alcanza pelotas. Cosas que pasan en el lejano oriente…

Los nervios estaban a la orden del día. La familia no sabía qué hacer para evitar el sufrimiento previo a tamaña definición. La final era un hecho. El sueño; realidad.

Un tal Ho Lee Moon era el rival de turno. Una sorpresa si tenemos en cuenta que el chino en cuestión no estaba en los planes de nadie para llegar a esta instancia del torneo. Pero dos potencias del tenis de mesa se saludaban y pensaban disputar la final del Mundial. Ni más; ni menos.

Yo estaba en la facultad. No tenía manera de enterarme cuál era el destino de ese partido y la mañana argentina avanzaba al compás del anochecer asiático.

Esa clase de periodismo la recuerdo muy bien. El profesor se dispuso a analizar las maneras en que los medios de comunicación manipulan las informaciones que le brinda la realidad y las transforman, a tal punto que terminan desvirtuándola. “El sincretismo es el resultado de una cultura que asegura que todo es pasible de ser tratado por los medios a la manera de los medios. De tal suerte los hechos quedan secuenciados en órdenes a veces contradictorios, en donde asuntos de índole sustancialmente distinta conviven en el formato de los telediarios”, disparó al aire, el calvo profesional, como si estuviese memorizando el relato de algún manual.

En el medio de la explicación y luego de un chiste de gallegos que contó, soltó un ejemplo que aún queda dando vueltas en mi cabeza.
“Este pibe, ¿Cómo se llama?... eh… Del Potro. Salió campeón y en una noticia eminentemente deportiva, no se extrañen que al ser oriundo de Tandil, los medios empiecen a escarbar hasta encontrar a alguien con quien puedan hablar del conflicto del campo. ¡Y ahí lo tienen! Del deporte saltamos a la política como si nada. Un combo perfecto de una noticia eminentemente referida al tenis, pasamos al agro, sin escalas. Esa es la manera en que manipulan información y arman la realidad de la mano del sincretismo”. La clase ya terminaba y después del letal: “Traigan una detección de esta forma de manipulación para la próxima semana”, salí corriendo para saber cómo había terminado la gran final.

Llegaba el mediodía y con él, un mensaje a mi celular que aclamaba: “Ganó!!!!! Un partido increíble. Venite ya para la panadería que están todos como locos”.
Tomé el colectivo y se me vinieron millones de cosas a la mente. Pero luego de un rato y pasados por la cabeza los momentos en que de chico jugaba al tenis de mesa con el actual campeón del mundo, se cruzó la imagen fugaz del profesor y de Del Potro.
El tenista que brilló y supo ser la tapa de todos los diarios y revistas hace instantes, hoy está en cada una de las radios y emisiones televisivas que se le pueda ocurrir a cualquier ciudadano.
El pibe ganó un torneo de forma magnífica a uno de los mejores deportistas de la historia. Tiene un futuro enorme. Un físico privilegiado y una suerte de privilegio. ¡Júbilo!
Me imaginé en el trayecto del bus, cómo sería si a mi primo le hicieran el homenaje que le brindaron a Del Potro en la mismísima cancha de Boca, club del cual es hincha.
Les soy sincero: si a mí alguna vez me hacen un homenaje en una cancha; brindo porque sea el estadio de Lanús. No pretendo generar suspicacias…

Pensé en qué preguntas comprometidas y sagaces le haría Susana Giménez en su living cuando llegase del lejano oriente con el trofeo en mano.
Analicé cómo sería el recibimiento de los hinchas argentinos en el aeropuerto cuando arribase al país.
Me planteé la idea de saber cuáles serían las propuestas de Marcelo Tinelli para mi primo. Me reía solo en el colectivo, sabiendo que la proposición de cantar por un sueño era algo imposible. Se los digo: No puede entonar dos estrofas seguidas. Quizás sí para bailar por un sueño. En eso se podría defender bastante bien.
Me puse a tantear en mi mente qué podría degustar en la mesa del almuerzo con Mirtha.
En fin, el colectivo me dejó a dos cuadras y ya podía sentir el festejo. Nadie en la ciudad sabía lo que pasaba pero la familia se convulsionó luego del agónico triunfo en un “tie-break” para el infarto.

La panadería, donde comúnmente se trabaja (bueno, es una manera de decir) era un hervidero, y no precisamente porque el horno estuviera encendido. Los cánticos estaban a la orden del día. Con un abrazo que me dio -aún no sé quién- se me abalanzó encima y casi me genera una hernia de disco.
Había un nuevo campeón y todavía no se podía creer lo que había sucedido. Otro milagro argentino en el deporte.
Mucho alcohol encima. No recuerdo lo que pasó después.

Una semana tardó pero al fin llega de su expedición a tierras del otro lado del mundo. Hoy es el gran día. Mientras todos están abarrotados en las inmediaciones del aeropuerto, me dispongo a leer el diario y encuentro un sutil deja vu. Según propias palabras de Juan Martin Del Potro, el tenista rechazó visitar a la Presidenta Cristina Fernández, al sostener que “su familia es del campo”. Conflicto en puerta, la imagen del profesor y de Del Potro se me vinieron nuevamente a la cabeza.

Aquel sincretismo mediático estaba pegándole un gran revés para anotar un punto mágico. El tenista campeón le brindó un “drive” al micrófono y los periodistas apuraron un “Smash” que quedó en medio de la Gran Red de Redes…
La discusión con el sector agrario que aún mantiene en vilo a la sociedad y no parece tener fin a pesar de encontrar un momento de tensa calma en la actualidad, se reflotó con un raquetazo “flotadito” de “Delpo”.
Mientras el nuevo campeón del US Open deambula por todos lados; es agasajado en cada una de sus intervenciones y piensa en tomarse unas merecidas vacaciones; deja declaraciones picantes que la prensa sabe utilizar. Y así es cómo una noticia eminentemente deportiva para que todos los fanáticos del tenis disfruten de su nuevo héroe mediático, pasa a ser un bloque político en el que hasta el mismísimo tenista interviene en el conflicto del agro. Más público a leer la nota sea bienvenido.

Allí la labor sincrética. Como diría el profesor el mismo día de la final: “El periodismo actual, quizá como nunca en toda la historia de Occidente, se resigna al sometimiento de los caprichosos y variables humores y apetitos que se le asignan a las audiencias”.

Y continuaba con su explicación: “El número manda la tarea de sincretizar. Se supone que hay público para la información. Se supone que hay público para el entretenimiento. Se supone que yo puedo reunir ambos públicos frente a la pantalla del noticiero si reúno los contenidos que los convierten en audiencia. Así mejoro el número”.

Magia pura la premonición. Los medios no encontraron la manera de hablar del Campo en medio de un notición deportivo. Pero estos días, Tandil fue no sólo la capital del tenis, sino que también el punto central de un conflicto que supera los límites. Y Del Potro aportó su granito de soja: “No visito a la Presidenta porque mi familia es del campo”, sentencia letal.
Ese manejo discrecional de la información se multiplica por todos los medios y a mí que poco me interesa el deporte elitista del tenis; sí me interesa el trabajo elitista del Agro. Leo lo de “Delpo”. Es el peso del sincretismo en toneladas.
La audiencia se suma y yo mientras analizo lo del tenista, espero la llegada del otro campeón.
A las pocas horas arriba exhausto pero feliz. Los festejos arrecian. Cero micrófonos cerca. Nadie que no sea de su familia se asoma a saludarlo por el gran triunfo.

Lo felicito con un abrazo y se reflejan en su cara las visitas a Tinelli; Mirtha; Susana y compañía. Lo miro fijo y con la astucia de un periodista con clase que indaga en el punto justo, disparo: Si te pide la Presidenta que la visites, ¿qué pensás hacer?
“Ni en pedo. Mi familia es de panaderos…”.

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