lunes, 11 de enero de 2010

Bola 8

Justeza. Calidad. Ambición. Paz. Tranquilidad y paciencia. Todo eso es necesario en este deporte. Muchos lo maltratan; lo denigran y dicen que esto es un simple juego de azar. Muchachos, para embocar a las bolas, hay que manejar con semblanza al taco. Tengo mucho tiempo para explicarles mi historia pero mejor les aclaro cómo es que llegué al mundial de trucos de esta especialidad.

Cuando era un pendejo lo único que pasaba por mi cabeza era la manera de hacer entrar a la bola negra a lo largo del paño verde. Sí, mi viejo jugaba de maravillas y yo lo miraba con total hipnotismo, pero lo mío iba más allá. Es que el billar tiene ese no sé qué. A mí me gustan los desafíos. Me pueden. Y cuando agarré por primera vez el bastón supe que me iba a dedicar a esto toda la vida.

El primer escollo fue sutil. Perdí una partida enseguida pero era muy pibe, lo reconozco. Me puse nervioso y chau.

Mi hermano me veía con los ojos brillosos como no sabiendo que es lo que estaba haciendo. Mi mamá me insultaba a diestra y siniestra. Es que cuando entraba al club, a dos cuadras de mi casa, la mesa me llamaba y no me despegaba más hasta altas horas de la noche. Era una comunión con ella. Me seducía y yo caía como nada en ese cúmulo de números en busca de la precisión exacta.

Había algo que siempre me cautivó. Los trucos. Es que más allá del simple juego; la competencia me llegaba a lo más profundo de mi inconsciente cuando los dos especialistas de la ciudad hacían sus exhibiciones en público. Raúl y Ariel entraban y no me iba de ese lugar hasta el final. No comía, no dormía. Lo único que me interesaba era refugiarme en ese sitio que me daba placer.

¿El colegio? Pésimo. ¿Qué quieren que les diga? El último año fue mortal. Las notas iban en picada. No había manera de recuperarlas y lo único a que atinó mi madre es a brindarme, de la mano de una profesora particular, la posibilidad de adiestrar mis habilidades en pos de los libros. No había forma de hacerme entender que el estudio es fundamental. Hoy lo comprendo, pero les cuento un secreto: Si terminé con las obligaciones del estudio fue lisa y llanamente porque la mujer supo contrarrestar la dedicación minuciosa que yo le daba a la cuadratura verde que me agobiaba.

Matemáticas fue mi perdición, pero para los trucos en el paño colorido es fundamental tenerla en cuenta. Así fue como pasó a ser clave en mi oficio deportivo por excelencia.

Pensamiento lateral a cuestas; graduación precoz; instantaneidad al margen y el perímetro sumario cotizó en bolsa a la hora de imponer mi trayectoria en el pool.

Saltar una bola y darle impuso a la fragilidad de las copas atravesadas fue puro ingenio. El sinsabor de un error tiene margen de causalidad pero la casualidad matemática no existe si se pone en juego en el azar. La razón está perpleja, invadida ferozmente por esos legajos a contramano que dan las jugadas preparadas; los desafíos armados y las ganas de imponer su calidad en cada paso que se da en este entretenimiento.

La matemática me enseñó más que simples cuadraturas. Me dio más que fáciles adyacencias y vértices. Las paralelas se entrecruzan cuando se crispan la inteligencia y el ingenio. Las perpendiculares se distancian en todos sus puntos en el preciso instante que el aplauso llega a mis oídos luego de embocar la última circular en el hoyo. Somos los campeones de una disciplina que hasta Tales daría para analizar. Es un entimema.

Esa es mi historia para alcanzar el objetivo. El estudio encontró más en mí que la lectura aburrida de los libros. La práctica es exquisita y, siempre y cuando sepa ponerla de manifiesto en el juego que desempeño, me va a servir para acrecentar mis posibilidades de ser alguien.

Soy el representante argentino en el Mundial de la especialidad. Deséenme suerte. Debo meter la bola 8 en un primer momento. El truco supera las expectativas de los demás y sostengo las ganas de romper los límites que me impone la propia matemática.

Sepan disculpar; es mi turno. Necesito paciencia, inteligencia. Justeza, calidad y paz…

1 comentario:

  1. Mi vida está llena de esas que son redonditas, negras y con un 8 dibujado. El tema es que me falta técnica.
    Por otra parte, el pool era algo que me gustaba de purreta. Durante mi viaje al norte retomé. Todas las noches caminaba 3 cuadras para ir al bolichito donde se jugaba.
    Cuando quieras te juego un partidito.

    ResponderEliminar